El futuro de las fintech
Celular en mano, la revolución digital en el sistema financiero ya dejó de ser una promesa. Quiénes están redefiniendo el negocio. ¿El fin del dinero en efectivo?
Hacer una transferencia. Pagar la boleta del celular y el servicio de streaming de música. Pedir un préstamo. Invertir en un plazo fijo. Cargar la SUBE. Cotizar y comprar un pasaje en cuotas. Comprar y vender dólares. Sacar un seguro. Todas estas acciones, que hasta no hace tiempo requerían visitar una sucursal de banco, un cajero automático o acercarse en persona a diferentes lugares, se pueden hacer desde el celular. No solo desde la comodidad del sillón o sentado en un café, sino que ni siquiera tiene que ser en “horario bancario”. Hace apenas unos años –menos de lo que parece–, olvidarse la billetera al comienzo de la jornada laboral era el equivalente a estar “fuera del sistema”. Hoy, si la billetera quedó en casa pero el celular está en la mano, no solo se pueden hacer todas las actividades anteriores: con un código QR también se puede pagar el almuerzo o cargar nafta. Ya no se trata de un anticipo sino de una realidad: el sistema financiero, definitivamente, cambió. Como en otros sectores, el desarrollo de las nuevas tecnologías llevó a que los bancos, esas estructuras enormes y centenarias encargadas de velar por el dinero de terceros, tuvieran que cambiar sus procesos y servicios para atender a un cliente que ya no es pasivo: exige, demanda y, si está disconforme, cambia sin ningún tipo de problema –o lealtad– a otro competidor. Frente a esta dinámica, como suele pasar en los ecosistemas en transformación constante, aparecieron jugadores dispuestos a capitalizar las oportunidades. Estas startups fueron bautizadas como fintechs, término que en la industria aplica para las empresas de origen digital cuya principal actividad es brindar servicios financieros mediante el uso de tecnología. Fenómeno mundial, en la Argentina ya registra más de 130 compañías según uno de los últimos relevamientos, aunque el número, como el sector en el que están, muta y cambia de forma constante. Casi el 50 por ciento de las fintechs están en dos segmentos: pagos, y préstamos y transferencias. Este nuevo escenario está transformando a la industria de principio a fin, con múltiples desaf íos. Para los bancos, significa un reto a un modelo de negocios que, durante muchos años, se estructuró sobre un cliente (individuo o corporativo) que tenía para elegir entre opciones básicamente similares. Para las fintechs, es entrar a un segmento dominado por players tradicionales, con millones de clientes, procesos aceitados y confianza –más allá de que esta se haya visto golpeada más de una vez. Y para el regulador –en este caso, el Banco Central de la República Argentina (BCRA)–, que tiene que modificar y pensar nuevas reglas de juego para un sector en el que la tecnología avanza, inevitablemente, más rápido que la ley. En el fondo, y puntualmente en la Argentina, lo que está en juego es un cambio de paradigma que tiene dos pilares muy claros: la inclusión financiera y la eliminación del dinero en efectivo. Los jugadores del sector –los legacy y los recién llegados– reconocen que lo que falta en la Argentina es educación financiera. Según diversos relevamientos, alrededor de la mitad de la población tiene una cuenta bancaria. Como comparación, otros países superan el 70 u 80 por ciento. Cuando se hace un zoom sobre la proporción de los créditos sobre el PBI, los números locales son aún más bajos: 15 por ciento, versus 85 por ciento y 53 por ciento en países como Chile y Brasil, respectivamente. Igual, tener una cuenta bancaria es solo el primer paso. Un comportamiento más común de lo que se cree es el de quienes cobran sus sueldos o ingresos en una cuenta y luego retiran el total desde una ventanilla –según datos del mercado, lo hace el 76 por ciento de las personas dentro del nivel socioeconómico C1 y C2– para, después, volverlo a ingresar en las ventanillas de otras empresas (por ejemplo, en el pago de servicios). Muchas de las fintechs –y ahora también los bancos– están intentando unificar estas operaciones. A futuro –muy lejano todavía en suelo argentino, donde un porcentaje importante de la economía está en negro– podría llevar a una sociedad con un manejo mínimo de dinero en efectivo. Casi como una película de ciencia ficción. Los datos, igual, muestran que el argentino se anima cada vez más. Así, el dinero electrónico promedió los $ 226.000 millones en transacciones mensuales el año pasado, un incremento del 37,1 por ciento en las operaciones electrónicas respecto a 2017. La información se desprende del UDE Link, que analiza la utilización del dinero electrónico en la Argentina. Así, en diciembre hubo 405 millones de transacciones electrónicas, un crecimiento del 22 por ciento interanual.
Transformación cultural
Este cambio de paradigma hizo que los bancos “tradicionales” tuvieran que replantearse muchas de las bases que se habían mantenido inamovibles durante décadas. Acá es donde aparece la famosa “transformación digital”, ese término utilizado por las organizaciones para englobar los cambios en los procesos y negocios por los que pasan. Es aquí donde las fintechs, con estructuras mucho más pequeñas y ágiles –y, en muchos casos, menos reguladas– les “enseñan” a los bancos a pensar de otra forma. “El negocio de intermediación financiera se transformó y los bancos tienen que subirse al cambio para continuar en el negocio. En América latina se está produciendo. Quizá con otros tiempos, pero vamos en el camino”, aseguran Claudio Logaldo, socio líder de Transformación Digital, y Gabriela Saavedra, socia líder de Servicios Financieros de KPMG Argentina.
Todos los bancos consultados para esta nota coinciden en que lo más desafiante de este nuevo escenario no está en la aplicación de tecnología, sino en el cambio cultural que hay generar desde adentro. “La transformación digital hoy es mucho más accesible que hace 10 años a nivel tecnológico. Lo que necesitás es el management, los equipos y la cultura que te permitan realmente transformar cómo se hacen las cosas. Ese es –para nosotros y para el resto de la industria– el desaf ío más grande, porque los presupuestos de inversión los tienen todos”, asegura Alejandro Cid, gerente de Banca Minorista de Banco Comafi. Para el ejecutivo, transformarse es realmente convertir la cultura de trabajo, de vender productos a brindar servicios. Eduardo Allende, gerente Ejecutivo de Banca Digital y Transformación de Banco Supervielle, explica que “el software se puede comprar y el talento contratar”, pero la transformación cultural –y el compromiso con esa cultura– es el principal desaf ío como organización. “Los bancos somos instituciones milenarias y todo lo que se va construyendo, desde unicornios hasta dos personas en un garage, es una oportunidad. Nos hace ser eficientes y pensar de forma distinta. Las instituciones financieras tenemos que ser más emprendedoras, sin miedo a equivocarnos”, sugiere. “Los bancos tenemos que ‘deconstruirnos’ para volver a construir a través de una mirada digital. Eso no significa que los clientes vayan a ser 100 por ciento digitales, porque en muchas de sus preferencias son ambiguos. Pero el juego está en marcha y los bancos tradicionales estamos siendo desafiados”, advierte Carlos Canova, head de Canales Digitales de HSBC. En este escenario, el foco pasa a estar en el cliente como centro, corriendo el eje en un negocio en el cual, muchas veces, no se atendían sus necesidades. “Estamos acostumbrados, por ejemplo, a tener que aprender un montón de términos. Yo necesito una solución, ¿por qué tengo que aprender el lenguaje técnico? Esta es una industria que solía transferirle lo complicado al cliente”, grafica Adrián Ruiz San Valero, director de Everis. Además, se solía anteponer a “Sistemas” por sobre las necesidades del cliente, mientras que hoy es al revés: primero se preguntan qué necesita el cliente y cómo lo vivencia, y después se busca la solución del sistema. “Ayudó a despertarlos, porque llevaban bastante tiempo ‘sentados’ sobre sus clientes, en el sentido de la comodidad. Es momento de cambiar”, añade. Las personas quieren transacciones sin fricción: seguras, rápidas y automatizadas. “Las fintechs están atacando al cliente desde una perspectiva distinta, que los bancos estamos entendiendo, que tiene que ver con la centricidad del cliente. Es darle un servicio poniéndose en sus zapatos y cómo tiene que ser la experiencia”, aporta Guillermo Tolosa, CIO de ICBC. “A la industria, en general, le falta esto, que es lo que mejor saben hacer las fintechs”, añade.
Cambiar las reglas de juego
Según el último relevamiento realizado por la Cámara Argentina de Fintech, Accenture y el BID, hay 133 empresas fintech en la Argentina. Frente a estos nuevos jugadores, ¿los bancos se sienten amenazados? El consenso, por ahora, es el de promover una relación de cooperación antes que de competencia. De hecho, según un relevamiento de PWC, el 83 por ciento de las instituciones financieras argentinas espera ampliar sus asociaciones con las fintech y el 78 por ciento incrementará sus esfuerzos internos para innovar. “El banco empieza a ver a la fintech como un complemento en la cadena de valor o en los procesos de negocio, porque no necesita desarrollar una capacidad, lo que implica menos inversión, más eficiencia y mejor time to market”, explican Diego Zorzoli, director Ejecutivo, y Miguel Ayerza, senior manager de Management Consulting de Accenture. “La principal modificación que implican las fintech es que corren las reglas del juego. Los bancos están haciendo cosas que, sin fintechs, quizá no hubieran hecho. El impacto es sobre cuán distinto va a ser el sistema financiero, lo que repercute en el cliente”, señala Juan Pablo
Bruzzo, presidente de Cámara Argentina de Fintech. Para él, igualmente, la “única forma” de que las fintechs se integren al sistema financiero es a través de la colaboración con los bancos. “No hay una guerra, porque todos somos conscientes de que nuestro desaf ío es agrandar la torta, no competir por el market share”, añade. Para Javier Huici, socio de Servicios Financieros de EY, el mercado de los bancos podría dividirse entre los tradicionales (están a la expectativa de cómo los afectan estas tendencias), tradicionales con estrategia digital (se focalizan en desarrollar o potenciar sus canales electrónicos con mejoras en la experiencia del cliente), semidigitales (similares al grupo anterior, pero manteniendo un número muy reducido de sucursales f ísicas) y 100 por ciento digitales (no tienen sucursales, solo plataforma digital, y suelen enfocarse en un segmento específico del mercado). Así, estas entidades “participan” en soluciones fintech, según el socio de EY, mediante el desarrollo in-house de soluciones o productos disruptivos, adquisición de otras empresas satélites de actividades complementarias, inversión mediante aportes en fondos de inversión de capital de emprendedores o a través de la creación o participación de incubadoras, o por concertación de alianzas (o acuerdos de colaboración) con este tipo de compañías. “Hay bancos que se están volcando a sacar su propia línea digital, como el Santander Río con Open Bank y el Galicia con Move. Otros, como el Banco Industrial, apuestan al open banking y trabajan con APIS para proveer servicios a quien quiera conectarse con la entidad. Y, después, hay otros que apuestan a integrarse con fintechs, ya sea a través de eventos como hackatones o invirtiendo en ellas”, enumera Ruiz San Valero, de Everis. Otros ejemplos: Supervielle adquirió la operación de Invertironline. Increase tiene como accionistas a Comafi, Supervielle y un fondo de ocho bancos de capital nacional liderados por Macro. Comafi creó su propia fintech –Nubi. La combinación banco-fintech une, según los analistas, lo mejor de los dos mundos: las fintech tienen la visión de nicho más focalizada y centrada en la experiencia del usuario, mientras que los bancos poseen infraestructura, arquitectura y capacidad para tener un soporte diferencial en ciertos productos. “Si bien el ecosistema fintech todavía no es significativo a nivel de volumen de crédito, llama la atención la tasa exponencial de crecimiento de las compañías: casi 3X en financiamiento entre 2015 y 2018. Y el volumen de préstamos operados creció 11 veces”, grafica Rosana Mazza, socia de PWC. “¿Las fintechs son competidoras o aliadas?”, se pregunta Tolosa, del ICBC. Su respuesta: “Por ahora, más aliadas”. Aunque, admite, en el segmento de pagos –donde Mercadopago se posiciona como uno de los principales jugadores– empiezan a “hacerles sombra” a los bancos. “Puede ser que en algunos segmentos compitamos, pero en la medida que la industria financiera se transforme, esa competencia va a ser absolutamente sana y va a beneficiar al sistema en general y al cliente. A la larga, el objetivo es democratizar el acceso”, concuerda Cid, de Comafi.
Competencia
Un lugar en el que los jugadores del sector financiero se encontraron para debatir este y otros temas –como regulación y seguridad– fue en la Mesa de Innovación Financiera del BCRA. La autoridad monetaria, que regula a los bancos y empresas de servicios financieros, decidió crear este espacio para fomentar una discusión “sana”, en la que puedan participar todos los involucrados. “Ponerse de acuerdo en términos de regulación es complejo, pero por ahora la posición del BCRA es de ‘dejar hacer,’ porque el ecosistema es pequeño e incipiente”, explican desde Accenture. Bruzzo, de la Cámara de Fintech, confirma que la postura de la industria es que todavía “no hace falta” una ley integral de fintech, sino que es mejor ir resolviendo los problemas puntuales que puedan surgir. “Al ser un sector nuevo, es preferible esto en lugar de limitarlo desde el antes”, añade. El consenso general es que, mientras las fintechs no tomen depósitos, el BCRA no interviene.
Igual, en los últimos dos años se avanzó en diferentes regulaciones que aplican a todo el sector financiero. Por ejemplo, en diciembre de 2017, la CNV reglamentó las plataformas de financiamiento colectivo o crowdfunding. Luego, se avanzó en la regulación de la firma digital y electrónica, biometría y trazabilidad de transferencias. También, la apertura de cuentas no presenciales, la operatoria de las billeteras electrónicas, DEBIN (un método de débito inmediato que les permite a las empresas hacer cobranzas en tiempo real y sin costos), los pagos a través de QR y el lanzamiento de la CVU (Clave Virtual Uniforme), que habilita las transferencias de dinero entre cuentas bancarias y virtuales. Las cuentas virtuales no bancarias son las que pertenecen a servicios fintech como las billeteras electrónicas o que no están adheridos a un banco, como Mercadopago o o la tarjeta prepaga Ualá. Para Emiliano Porciani, gerente de Digital de Banco Galicia, el diálogo llevó a “equiparar” algunas reglas del juego y muchas de las resoluciones también fueron capitalizadas por los bancos, como la posibilidad de operar en la nube y la aplicación del onboarding digital para la apertura de cuentas. “Hay regulaciones sobre los flujos de billeteras y cuentas virtuales versus las de los bancos, o los encajes, que todavía hay que trabajar y, en la medida que sean más relevantes en el mundo fintech, es importante que sea igual para todos”, añade. Por su parte, Enrique Cristofani, número uno de Santander Río, advierte: “Bienvenida sea la competencia. Pero las reglas de juego tienen que ser las mismas para todos. Hay que trabajar en las asimetrías en temas regulatorios, tributarios y laborales, porque con un campo de juego igualado se fomenta la inversión e innovación en todas partes”.
Inclusión financiera
El principal motivo por el cual las fintechs vienen en crecimiento en la Argentina tiene que ver con que muchas apuntan a un público que estaba, de alguna forma, desatendido por la banca tradicional. Desde PWC, Mazza explica que, al analizar la pirámide de nivel socioeconómico, los niveles de bancarización en el segmento ABC1 llegan al 90 por ciento. Pero en el D2 es 30 por ciento. “El 41 por ciento de los clientes de las fintechs son semi, sub o no bancarizados”, aporta la ejecutiva. Entre los motivos está la “falta de información histórica” de estos segmentos, con perfiles que quizá nunca serían aprobados por un sistema de scoring “tradicional”. Con la tecnología, aparecen los sistemas alternativos de scoring, que no miden solo la “huella” de los clientes en los bancos, sino que combinan variables de análisis de sus comportamientos, datos que se pueden analizar gracias a big data y analytics. “Todavía no hay una relación entre el score de las fintechs y el bancario, pero el día de mañana seguramente cada persona tenga un perfil financiero con datos duros y soft”, vaticina Mazza. La tecnología, protagonista de esta revolución del sistema financiero, avanza a pasos agigantados y cosas que hasta hace unos años parecían de ciencia ficción empiezan a ser cada vez más comunes. Una de las principales novedades del año pasado fue el impulso que recibió el uso del código QR, tecnología conocida pero que, hasta ahora, no había ido más allá de ciertas aplicaciones de trazabilidad o marketing. Los players, tanto bancos como fintechs, coinciden en que pagos va a ser uno de los sectores con más crecimiento. “Los pagos móviles y el uso de QR se van a empezar a imponer con fuerza. Si bien billeteras móviles hay desde hace 15 años en el mundo, y desde hace cuatro años en el país, si se impone el estándar y la gente se acostumbra, es una tecnología muy simple de implementar que puede cambiar a la industria de pagos”, proyecta Tolosa, de ICBC. Otro segmento en el que se esperan novedades es la gestión de finanzas personales, o Personal Financial
Management (PFM). “Hay un público que, sin ser inversor sofisticado, tiene necesidades de ahorro”, dice Gustavo Fazzio, director de Servicios Financieros de Naranja. Por ejemplo, Galicia fue uno de los primeros bancos en lanzar su PFM que, según Porciani, en el mes tuvo a 130.000 clientes que ingresaron más de una vez al mes para ver cómo funcionaba. Y anticipa, para el primer trimestre del año, “cambios significativos” en su plataformas de inversiones. En ICBC también apuntan a este segmento, donde Tolosa cuenta estar en pleno diseño de un proyecto para este vertical que se combinará con el programa de puntos de la entidad: “No va a ser solo una herramienta para ayudar a sacar más provecho del dinero, sino también a lograr objetivos. En general, las soluciones de PFM se concentran en cómo acumular el dinero necesario para algo. Nosotros vamos a darles algo más a los clientes”. El otro punto que está en la agenda de todas las entidades es el open banking –un término que se refiere al uso de APIS abiertas que les permiten a terceras partes construir aplicaciones y servicios alrededor de una institución financiera. “Es un camino a recorrer, porque recién está institucionalizado en países como el Reino Unido o Singapur. Por ahora, se usan las APIS para integrar a las fintechs al negocio o algunos bancos desarrollan sus APIS y las disponibilizan”, explican los ejecutivos de KPMG. En Naranja, Fazzio dice que “todo el modelo” es con open banking: “Estamos desarrollando y tenemos implementadas muchas APIS. Con estas alianzas digitales la idea es conectarse en un mundo que no necesite desarrollos ad hoc para cada funcionalidad”. Naranja, que prepara el lanzamiento de su banco online, implementó un core bancario –el primero en la Argentina, según el ejecutivo– totalmente cloud. “Lo que viene es el mundo abierto, donde todo lo que tiene que ver con código abierto, APIS y cloud se va a volver cada vez más fuerte”, dice Rodolfo Ricci, director de Operaciones y Banca Digital de Banco Itaú. La entidad realiza desarrollos regionales de soluciones de software, lo que le permite hacer reutilización de códigos entre distintas unidades del banco; empezó a hacer APIS públicas, subidas a la nube, y está
en conversaciones con la Cámara de Fintech para acercarse a los miembros que quieran trabajar con ellos. ICBC, por ejemplo, desarrolló APIS para pagar a través de DEBIN y lanzó un sitio para desarrolladores. “Muy pocos bancos ofrecen un sitio en el cual los desarrolladores que quieran usar APIS puedan acceder y tengan la posibilidad de probarlas. Es un paso importante para integrarse a la comunidad de ecosistemas abiertos”, asegura Tolosa. Según el ejecutivo, quien quiera integrar un producto bancario –en este caso, el que ofrece en el sitio es el de DEBIN– puede entender cómo funciona la API, probarla e ingresar en el proceso de aprobación de la entidad para usarla. Porciani, de Galicia –que está empezando a disponibilizar servicios para interactuar con terceros y realiza hackatones donde se utilizan APIS del banco–, advierte, igual, que todavía hay desaf íos, como la seguridad y las cadenas de responsabilidades.