Apertura (Argentina)

El futuro de las fintech

Celular en mano, la revolución digital en el sistema financiero ya dejó de ser una promesa. Quiénes están redefinien­do el negocio. ¿El fin del dinero en efectivo?

- Por Florencia Radici

Hacer una transferen­cia. Pagar la boleta del celular y el servicio de streaming de música. Pedir un préstamo. Invertir en un plazo fijo. Cargar la SUBE. Cotizar y comprar un pasaje en cuotas. Comprar y vender dólares. Sacar un seguro. Todas estas acciones, que hasta no hace tiempo requerían visitar una sucursal de banco, un cajero automático o acercarse en persona a diferentes lugares, se pueden hacer desde el celular. No solo desde la comodidad del sillón o sentado en un café, sino que ni siquiera tiene que ser en “horario bancario”. Hace apenas unos años –menos de lo que parece–, olvidarse la billetera al comienzo de la jornada laboral era el equivalent­e a estar “fuera del sistema”. Hoy, si la billetera quedó en casa pero el celular está en la mano, no solo se pueden hacer todas las actividade­s anteriores: con un código QR también se puede pagar el almuerzo o cargar nafta. Ya no se trata de un anticipo sino de una realidad: el sistema financiero, definitiva­mente, cambió. Como en otros sectores, el desarrollo de las nuevas tecnología­s llevó a que los bancos, esas estructura­s enormes y centenaria­s encargadas de velar por el dinero de terceros, tuvieran que cambiar sus procesos y servicios para atender a un cliente que ya no es pasivo: exige, demanda y, si está disconform­e, cambia sin ningún tipo de problema –o lealtad– a otro competidor. Frente a esta dinámica, como suele pasar en los ecosistema­s en transforma­ción constante, apareciero­n jugadores dispuestos a capitaliza­r las oportunida­des. Estas startups fueron bautizadas como fintechs, término que en la industria aplica para las empresas de origen digital cuya principal actividad es brindar servicios financiero­s mediante el uso de tecnología. Fenómeno mundial, en la Argentina ya registra más de 130 compañías según uno de los últimos relevamien­tos, aunque el número, como el sector en el que están, muta y cambia de forma constante. Casi el 50 por ciento de las fintechs están en dos segmentos: pagos, y préstamos y transferen­cias. Este nuevo escenario está transforma­ndo a la industria de principio a fin, con múltiples desaf íos. Para los bancos, significa un reto a un modelo de negocios que, durante muchos años, se estructuró sobre un cliente (individuo o corporativ­o) que tenía para elegir entre opciones básicament­e similares. Para las fintechs, es entrar a un segmento dominado por players tradiciona­les, con millones de clientes, procesos aceitados y confianza –más allá de que esta se haya visto golpeada más de una vez. Y para el regulador –en este caso, el Banco Central de la República Argentina (BCRA)–, que tiene que modificar y pensar nuevas reglas de juego para un sector en el que la tecnología avanza, inevitable­mente, más rápido que la ley. En el fondo, y puntualmen­te en la Argentina, lo que está en juego es un cambio de paradigma que tiene dos pilares muy claros: la inclusión financiera y la eliminació­n del dinero en efectivo. Los jugadores del sector –los legacy y los recién llegados– reconocen que lo que falta en la Argentina es educación financiera. Según diversos relevamien­tos, alrededor de la mitad de la población tiene una cuenta bancaria. Como comparació­n, otros países superan el 70 u 80 por ciento. Cuando se hace un zoom sobre la proporción de los créditos sobre el PBI, los números locales son aún más bajos: 15 por ciento, versus 85 por ciento y 53 por ciento en países como Chile y Brasil, respectiva­mente. Igual, tener una cuenta bancaria es solo el primer paso. Un comportami­ento más común de lo que se cree es el de quienes cobran sus sueldos o ingresos en una cuenta y luego retiran el total desde una ventanilla –según datos del mercado, lo hace el 76 por ciento de las personas dentro del nivel socioeconó­mico C1 y C2– para, después, volverlo a ingresar en las ventanilla­s de otras empresas (por ejemplo, en el pago de servicios). Muchas de las fintechs –y ahora también los bancos– están intentando unificar estas operacione­s. A futuro –muy lejano todavía en suelo argentino, donde un porcentaje importante de la economía está en negro– podría llevar a una sociedad con un manejo mínimo de dinero en efectivo. Casi como una película de ciencia ficción. Los datos, igual, muestran que el argentino se anima cada vez más. Así, el dinero electrónic­o promedió los $ 226.000 millones en transaccio­nes mensuales el año pasado, un incremento del 37,1 por ciento en las operacione­s electrónic­as respecto a 2017. La informació­n se desprende del UDE Link, que analiza la utilizació­n del dinero electrónic­o en la Argentina. Así, en diciembre hubo 405 millones de transaccio­nes electrónic­as, un crecimient­o del 22 por ciento interanual.

Transforma­ción cultural

Este cambio de paradigma hizo que los bancos “tradiciona­les” tuvieran que replantear­se muchas de las bases que se habían mantenido inamovible­s durante décadas. Acá es donde aparece la famosa “transforma­ción digital”, ese término utilizado por las organizaci­ones para englobar los cambios en los procesos y negocios por los que pasan. Es aquí donde las fintechs, con estructura­s mucho más pequeñas y ágiles –y, en muchos casos, menos reguladas– les “enseñan” a los bancos a pensar de otra forma. “El negocio de intermedia­ción financiera se transformó y los bancos tienen que subirse al cambio para continuar en el negocio. En América latina se está produciend­o. Quizá con otros tiempos, pero vamos en el camino”, aseguran Claudio Logaldo, socio líder de Transforma­ción Digital, y Gabriela Saavedra, socia líder de Servicios Financiero­s de KPMG Argentina.

Todos los bancos consultado­s para esta nota coinciden en que lo más desafiante de este nuevo escenario no está en la aplicación de tecnología, sino en el cambio cultural que hay generar desde adentro. “La transforma­ción digital hoy es mucho más accesible que hace 10 años a nivel tecnológic­o. Lo que necesitás es el management, los equipos y la cultura que te permitan realmente transforma­r cómo se hacen las cosas. Ese es –para nosotros y para el resto de la industria– el desaf ío más grande, porque los presupuest­os de inversión los tienen todos”, asegura Alejandro Cid, gerente de Banca Minorista de Banco Comafi. Para el ejecutivo, transforma­rse es realmente convertir la cultura de trabajo, de vender productos a brindar servicios. Eduardo Allende, gerente Ejecutivo de Banca Digital y Transforma­ción de Banco Superviell­e, explica que “el software se puede comprar y el talento contratar”, pero la transforma­ción cultural –y el compromiso con esa cultura– es el principal desaf ío como organizaci­ón. “Los bancos somos institucio­nes milenarias y todo lo que se va construyen­do, desde unicornios hasta dos personas en un garage, es una oportunida­d. Nos hace ser eficientes y pensar de forma distinta. Las institucio­nes financiera­s tenemos que ser más emprendedo­ras, sin miedo a equivocarn­os”, sugiere. “Los bancos tenemos que ‘deconstrui­rnos’ para volver a construir a través de una mirada digital. Eso no significa que los clientes vayan a ser 100 por ciento digitales, porque en muchas de sus preferenci­as son ambiguos. Pero el juego está en marcha y los bancos tradiciona­les estamos siendo desafiados”, advierte Carlos Canova, head de Canales Digitales de HSBC. En este escenario, el foco pasa a estar en el cliente como centro, corriendo el eje en un negocio en el cual, muchas veces, no se atendían sus necesidade­s. “Estamos acostumbra­dos, por ejemplo, a tener que aprender un montón de términos. Yo necesito una solución, ¿por qué tengo que aprender el lenguaje técnico? Esta es una industria que solía transferir­le lo complicado al cliente”, grafica Adrián Ruiz San Valero, director de Everis. Además, se solía anteponer a “Sistemas” por sobre las necesidade­s del cliente, mientras que hoy es al revés: primero se preguntan qué necesita el cliente y cómo lo vivencia, y después se busca la solución del sistema. “Ayudó a despertarl­os, porque llevaban bastante tiempo ‘sentados’ sobre sus clientes, en el sentido de la comodidad. Es momento de cambiar”, añade. Las personas quieren transaccio­nes sin fricción: seguras, rápidas y automatiza­das. “Las fintechs están atacando al cliente desde una perspectiv­a distinta, que los bancos estamos entendiend­o, que tiene que ver con la centricida­d del cliente. Es darle un servicio poniéndose en sus zapatos y cómo tiene que ser la experienci­a”, aporta Guillermo Tolosa, CIO de ICBC. “A la industria, en general, le falta esto, que es lo que mejor saben hacer las fintechs”, añade.

Cambiar las reglas de juego

Según el último relevamien­to realizado por la Cámara Argentina de Fintech, Accenture y el BID, hay 133 empresas fintech en la Argentina. Frente a estos nuevos jugadores, ¿los bancos se sienten amenazados? El consenso, por ahora, es el de promover una relación de cooperació­n antes que de competenci­a. De hecho, según un relevamien­to de PWC, el 83 por ciento de las institucio­nes financiera­s argentinas espera ampliar sus asociacion­es con las fintech y el 78 por ciento incrementa­rá sus esfuerzos internos para innovar. “El banco empieza a ver a la fintech como un complement­o en la cadena de valor o en los procesos de negocio, porque no necesita desarrolla­r una capacidad, lo que implica menos inversión, más eficiencia y mejor time to market”, explican Diego Zorzoli, director Ejecutivo, y Miguel Ayerza, senior manager de Management Consulting de Accenture. “La principal modificaci­ón que implican las fintech es que corren las reglas del juego. Los bancos están haciendo cosas que, sin fintechs, quizá no hubieran hecho. El impacto es sobre cuán distinto va a ser el sistema financiero, lo que repercute en el cliente”, señala Juan Pablo

Bruzzo, presidente de Cámara Argentina de Fintech. Para él, igualmente, la “única forma” de que las fintechs se integren al sistema financiero es a través de la colaboraci­ón con los bancos. “No hay una guerra, porque todos somos consciente­s de que nuestro desaf ío es agrandar la torta, no competir por el market share”, añade. Para Javier Huici, socio de Servicios Financiero­s de EY, el mercado de los bancos podría dividirse entre los tradiciona­les (están a la expectativ­a de cómo los afectan estas tendencias), tradiciona­les con estrategia digital (se focalizan en desarrolla­r o potenciar sus canales electrónic­os con mejoras en la experienci­a del cliente), semidigita­les (similares al grupo anterior, pero manteniend­o un número muy reducido de sucursales f ísicas) y 100 por ciento digitales (no tienen sucursales, solo plataforma digital, y suelen enfocarse en un segmento específico del mercado). Así, estas entidades “participan” en soluciones fintech, según el socio de EY, mediante el desarrollo in-house de soluciones o productos disruptivo­s, adquisició­n de otras empresas satélites de actividade­s complement­arias, inversión mediante aportes en fondos de inversión de capital de emprendedo­res o a través de la creación o participac­ión de incubadora­s, o por concertaci­ón de alianzas (o acuerdos de colaboraci­ón) con este tipo de compañías. “Hay bancos que se están volcando a sacar su propia línea digital, como el Santander Río con Open Bank y el Galicia con Move. Otros, como el Banco Industrial, apuestan al open banking y trabajan con APIS para proveer servicios a quien quiera conectarse con la entidad. Y, después, hay otros que apuestan a integrarse con fintechs, ya sea a través de eventos como hackatones o invirtiend­o en ellas”, enumera Ruiz San Valero, de Everis. Otros ejemplos: Superviell­e adquirió la operación de Invertiron­line. Increase tiene como accionista­s a Comafi, Superviell­e y un fondo de ocho bancos de capital nacional liderados por Macro. Comafi creó su propia fintech –Nubi. La combinació­n banco-fintech une, según los analistas, lo mejor de los dos mundos: las fintech tienen la visión de nicho más focalizada y centrada en la experienci­a del usuario, mientras que los bancos poseen infraestru­ctura, arquitectu­ra y capacidad para tener un soporte diferencia­l en ciertos productos. “Si bien el ecosistema fintech todavía no es significat­ivo a nivel de volumen de crédito, llama la atención la tasa exponencia­l de crecimient­o de las compañías: casi 3X en financiami­ento entre 2015 y 2018. Y el volumen de préstamos operados creció 11 veces”, grafica Rosana Mazza, socia de PWC. “¿Las fintechs son competidor­as o aliadas?”, se pregunta Tolosa, del ICBC. Su respuesta: “Por ahora, más aliadas”. Aunque, admite, en el segmento de pagos –donde Mercadopag­o se posiciona como uno de los principale­s jugadores– empiezan a “hacerles sombra” a los bancos. “Puede ser que en algunos segmentos compitamos, pero en la medida que la industria financiera se transforme, esa competenci­a va a ser absolutame­nte sana y va a beneficiar al sistema en general y al cliente. A la larga, el objetivo es democratiz­ar el acceso”, concuerda Cid, de Comafi.

Competenci­a

Un lugar en el que los jugadores del sector financiero se encontraro­n para debatir este y otros temas –como regulación y seguridad– fue en la Mesa de Innovación Financiera del BCRA. La autoridad monetaria, que regula a los bancos y empresas de servicios financiero­s, decidió crear este espacio para fomentar una discusión “sana”, en la que puedan participar todos los involucrad­os. “Ponerse de acuerdo en términos de regulación es complejo, pero por ahora la posición del BCRA es de ‘dejar hacer,’ porque el ecosistema es pequeño e incipiente”, explican desde Accenture. Bruzzo, de la Cámara de Fintech, confirma que la postura de la industria es que todavía “no hace falta” una ley integral de fintech, sino que es mejor ir resolviend­o los problemas puntuales que puedan surgir. “Al ser un sector nuevo, es preferible esto en lugar de limitarlo desde el antes”, añade. El consenso general es que, mientras las fintechs no tomen depósitos, el BCRA no interviene.

Igual, en los últimos dos años se avanzó en diferentes regulacion­es que aplican a todo el sector financiero. Por ejemplo, en diciembre de 2017, la CNV reglamentó las plataforma­s de financiami­ento colectivo o crowdfundi­ng. Luego, se avanzó en la regulación de la firma digital y electrónic­a, biometría y trazabilid­ad de transferen­cias. También, la apertura de cuentas no presencial­es, la operatoria de las billeteras electrónic­as, DEBIN (un método de débito inmediato que les permite a las empresas hacer cobranzas en tiempo real y sin costos), los pagos a través de QR y el lanzamient­o de la CVU (Clave Virtual Uniforme), que habilita las transferen­cias de dinero entre cuentas bancarias y virtuales. Las cuentas virtuales no bancarias son las que pertenecen a servicios fintech como las billeteras electrónic­as o que no están adheridos a un banco, como Mercadopag­o o o la tarjeta prepaga Ualá. Para Emiliano Porciani, gerente de Digital de Banco Galicia, el diálogo llevó a “equiparar” algunas reglas del juego y muchas de las resolucion­es también fueron capitaliza­das por los bancos, como la posibilida­d de operar en la nube y la aplicación del onboarding digital para la apertura de cuentas. “Hay regulacion­es sobre los flujos de billeteras y cuentas virtuales versus las de los bancos, o los encajes, que todavía hay que trabajar y, en la medida que sean más relevantes en el mundo fintech, es importante que sea igual para todos”, añade. Por su parte, Enrique Cristofani, número uno de Santander Río, advierte: “Bienvenida sea la competenci­a. Pero las reglas de juego tienen que ser las mismas para todos. Hay que trabajar en las asimetrías en temas regulatori­os, tributario­s y laborales, porque con un campo de juego igualado se fomenta la inversión e innovación en todas partes”.

Inclusión financiera

El principal motivo por el cual las fintechs vienen en crecimient­o en la Argentina tiene que ver con que muchas apuntan a un público que estaba, de alguna forma, desatendid­o por la banca tradiciona­l. Desde PWC, Mazza explica que, al analizar la pirámide de nivel socioeconó­mico, los niveles de bancarizac­ión en el segmento ABC1 llegan al 90 por ciento. Pero en el D2 es 30 por ciento. “El 41 por ciento de los clientes de las fintechs son semi, sub o no bancarizad­os”, aporta la ejecutiva. Entre los motivos está la “falta de informació­n histórica” de estos segmentos, con perfiles que quizá nunca serían aprobados por un sistema de scoring “tradiciona­l”. Con la tecnología, aparecen los sistemas alternativ­os de scoring, que no miden solo la “huella” de los clientes en los bancos, sino que combinan variables de análisis de sus comportami­entos, datos que se pueden analizar gracias a big data y analytics. “Todavía no hay una relación entre el score de las fintechs y el bancario, pero el día de mañana segurament­e cada persona tenga un perfil financiero con datos duros y soft”, vaticina Mazza. La tecnología, protagonis­ta de esta revolución del sistema financiero, avanza a pasos agigantado­s y cosas que hasta hace unos años parecían de ciencia ficción empiezan a ser cada vez más comunes. Una de las principale­s novedades del año pasado fue el impulso que recibió el uso del código QR, tecnología conocida pero que, hasta ahora, no había ido más allá de ciertas aplicacion­es de trazabilid­ad o marketing. Los players, tanto bancos como fintechs, coinciden en que pagos va a ser uno de los sectores con más crecimient­o. “Los pagos móviles y el uso de QR se van a empezar a imponer con fuerza. Si bien billeteras móviles hay desde hace 15 años en el mundo, y desde hace cuatro años en el país, si se impone el estándar y la gente se acostumbra, es una tecnología muy simple de implementa­r que puede cambiar a la industria de pagos”, proyecta Tolosa, de ICBC. Otro segmento en el que se esperan novedades es la gestión de finanzas personales, o Personal Financial

Management (PFM). “Hay un público que, sin ser inversor sofisticad­o, tiene necesidade­s de ahorro”, dice Gustavo Fazzio, director de Servicios Financiero­s de Naranja. Por ejemplo, Galicia fue uno de los primeros bancos en lanzar su PFM que, según Porciani, en el mes tuvo a 130.000 clientes que ingresaron más de una vez al mes para ver cómo funcionaba. Y anticipa, para el primer trimestre del año, “cambios significat­ivos” en su plataforma­s de inversione­s. En ICBC también apuntan a este segmento, donde Tolosa cuenta estar en pleno diseño de un proyecto para este vertical que se combinará con el programa de puntos de la entidad: “No va a ser solo una herramient­a para ayudar a sacar más provecho del dinero, sino también a lograr objetivos. En general, las soluciones de PFM se concentran en cómo acumular el dinero necesario para algo. Nosotros vamos a darles algo más a los clientes”. El otro punto que está en la agenda de todas las entidades es el open banking –un término que se refiere al uso de APIS abiertas que les permiten a terceras partes construir aplicacion­es y servicios alrededor de una institució­n financiera. “Es un camino a recorrer, porque recién está institucio­nalizado en países como el Reino Unido o Singapur. Por ahora, se usan las APIS para integrar a las fintechs al negocio o algunos bancos desarrolla­n sus APIS y las disponibil­izan”, explican los ejecutivos de KPMG. En Naranja, Fazzio dice que “todo el modelo” es con open banking: “Estamos desarrolla­ndo y tenemos implementa­das muchas APIS. Con estas alianzas digitales la idea es conectarse en un mundo que no necesite desarrollo­s ad hoc para cada funcionali­dad”. Naranja, que prepara el lanzamient­o de su banco online, implementó un core bancario –el primero en la Argentina, según el ejecutivo– totalmente cloud. “Lo que viene es el mundo abierto, donde todo lo que tiene que ver con código abierto, APIS y cloud se va a volver cada vez más fuerte”, dice Rodolfo Ricci, director de Operacione­s y Banca Digital de Banco Itaú. La entidad realiza desarrollo­s regionales de soluciones de software, lo que le permite hacer reutilizac­ión de códigos entre distintas unidades del banco; empezó a hacer APIS públicas, subidas a la nube, y está

en conversaci­ones con la Cámara de Fintech para acercarse a los miembros que quieran trabajar con ellos. ICBC, por ejemplo, desarrolló APIS para pagar a través de DEBIN y lanzó un sitio para desarrolla­dores. “Muy pocos bancos ofrecen un sitio en el cual los desarrolla­dores que quieran usar APIS puedan acceder y tengan la posibilida­d de probarlas. Es un paso importante para integrarse a la comunidad de ecosistema­s abiertos”, asegura Tolosa. Según el ejecutivo, quien quiera integrar un producto bancario –en este caso, el que ofrece en el sitio es el de DEBIN– puede entender cómo funciona la API, probarla e ingresar en el proceso de aprobación de la entidad para usarla. Porciani, de Galicia –que está empezando a disponibil­izar servicios para interactua­r con terceros y realiza hackatones donde se utilizan APIS del banco–, advierte, igual, que todavía hay desaf íos, como la seguridad y las cadenas de responsabi­lidades.

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