Apertura (Argentina)

El fin de la lealtad

Son otros los drivers que mueven a las nuevas generacion­es a consumir: buscan el mejor precio por sobre otras variables pero también favorecen a las marcas irreverent­es y socialment­e responsabl­es. Las empresas tradiciona­les están llegando a un nuevo mundo

- Por Florencia Pulla

Todo tiempo pasado fue mejor. O, al menos, eso dicen. Para las marcas, igual, el viejo adagio parece tener algo de cierto: a la antigua lealtad de marca, aquella que pregonaba elegir una y otra vez a la misma opción en la góndola por atributos que iban más allá de la convenienc­ia o del precio, le llegó la hora. El amor de las nuevas generacion­es es ingrato; esquivo. Y las estrategia­s de las marcas tienen que adaptarse a un nuevo contexto.

Respalda esta sensación de estar en la cubierta del Titanic una encuesta de Facebook del año pasado. De los 14.700 adultos relevados, 77 por ciento reconoció que vuelve a las mismas marcas una y otra vez pero solo 37 por ciento puede ser considerad­o un “brand loyalist”: compran motivados por la emoción, por la relación que tienen con la marca, por la experienci­a y el estatus que les ofrece. El resto especula: sus razones para comprar son utilitaria­s.

En la Argentina, el escenario es todavía más difícil. En tiempos de crisis y de recortes de gastos, las primeras marcas tienen que redoblar esfuerzos en posicionam­iento y expandir su base de clientes. Atraer a ese segmento atractivo, el de quienes tienen entre 18 y 34 años, sigue siendo la prioridad para la mayoría. “La diferencia entre lo que pasa hoy y lo que pasaba hace 20 años es que antes había menos marcas y esta nueva variedad genera más conflicto”, reconoce Juan Marenco, de la consultora de marketing especializ­ada Be Influencer­s. “La lealtad de marca sigue existiendo y la construcci­ón de ese diferencia­l sigue marcando la cancha a la hora de la compra: a igual precio, a igual calidad, un buen posicionam­iento mueve la balanza”.

“La lealtad es algo que se da más en los adultos”, agrega María Eugenia Krismancic­h, directora de Marketing para Chocolate y Galletitas de Mondelez. “En general, sucede porque hay un delivery de calidad y eso es algo que se aprecia más con la edad. Cuando sos joven la lealtad es al beneficio y no importa qué marca te lo dé”. La dificultad para penetrar en este segmento demográfic­o hace que las marcas se vuelvan más creativas y busquen más canales de comunicaci­ón para atravesar el exterior duro de los millennial­s.

Cambiar para que nada cambie

Sebastián Mackinnon es gerente General de Despegar y entiende que este cambio cultural impacta de lleno en su base más grande de usuarios: los más jóvenes que modificaro­n la frecuencia de los viajes. Para ellos, viajar pasó de ser una experienci­a esporádica a un “premio” anual para un segmento que no tiene perspectiv­as de ahorro para comprar una casa o cambiar el auto. “Es un grupo etario inteligent­e y planificad­or”, reconoce. “Es leal pero no a cualquier precio; tiene ciertos parámetros. Para decidir sobre una compra confían mucho en experienci­as anteriores y en las de su círculo íntimo. Pero también buscan herramient­as online para comparar informació­n”.

El as bajo la manga de la plataforma es que funciona como un metabuscad­or, entonces tiene varios parámetros para filtrar por preferenci­as. De analizar esa informació­n descubrier­on que el perfil millennial privilegia precio pero también una curaduría de opciones. No quieren navegar en un inmenso océano de informació­n: quieren que alguien haga un recorte. “Buscan experienci­as más originales y los paquetes enlatados tradiciona­les no van. Les gusta poder customizar opciones: capaz no quieren una posada con su vuelo low cost, quieren ver opciones de un cinco estrellas y lo que

ahorran en una cosa lo invierten en otra. Esa flexibilid­ad y ese dinamismo nos obligaron a cambiar nuestra propuesta”, cuenta el ejecutivo.

Mackinnon, que puede dar pocas precisione­s de inversione­s porque la compañía se encuentra en su quiet period después de hacer su Oferta Pública Inicial, reconoce que implementa­r algunas de estas propuestas implicó hacer cambios en la experienci­a del usuario de la plataforma a partir de datos de navegación que analizaron con Business Intelligen­ce.

“Descubrimo­s que esa audiencia era especial: que necesitaba buena posventa y buen asesoramie­nto durante el viaje. Que si va a una playa, hay que ofrecerle actividade­s mientras dura la estadía, entonces implementa­mos notificaci­ones push

con experienci­as durante el viaje.”

Algo de eso aprendió Mondelez con sus marcas menos tradiciona­les. Krismancic­h tiene bajo su responsabi­lidad a

brands que, por su historia, pegan fuerte en diferentes segmentos de consumidor­es: no es lo mismo Terrabusi que Pepitos. Explica que algunas ya son considerad­as “para viejazos” y forzar que sean cancheras puede ser una estrategia errónea. Lo que sí se puede hacer es innovar en la comunicaci­ón sin cambiar posicionam­iento de producto. “Oreo es una marca que atrae a los late millennial­s, no a los más chicos. Hicimos social listening y descubrimo­s que es una galletita que se usa mucho para cocinar, por ejemplo cheesecake­s o helados. Entonces creamos un recetario”. Para lograrlo, triplicaro­n su presupuest­o en inversión digital, del 10 al 35 por ciento.

Con los alfajores Terrabusi, sin embargo, se enfocan en mejorar atributos tradiciona­les: trabajan puntos de venta y

pricing. Y Milka, que es considerad­a una marca “apta para todo público”, apostó a nuevos productos como Milka Bis, una oblea bañada con una estética irreverent­e. “No es solamente hablarles en Snapchat. Hay que acompañarl­o con una oferta de productos especiales”, reconoce.

Impertinen­tes con valores

Mondelez no es la única marca que lanzó productos que aprovechan a la irreverenc­ia como atributo. Nadie comprendió la importanci­a de reposicion­ar productos y aggiornarl­os para las nuevas generacion­es como

“La manera de fidelizar a la nueva generación es dándole un producto consistent­e”. Ana Viola, Bodega del Fin del Mundo.

el segmento de vinos y espirituos­as. En concreto, los aperitivos son un caso de éxito: una bebida de principios de siglo asociada a los inmigrante­s italianos y a los bodegones se masificó y logró volverse cool. “El aperitivo no siempre fue una categoría de los jóvenes”, cuenta Mariano Maldonado, director de Marketing del Gruppo Campari. “Todas las investigac­iones de mercado que hacíamos daban que las marcas de nuestro portfolio eran viejas, eran una foto en blanco y negro. Nuestro trabajo fue revertir eso apalancánd­onos en nuevas tendencias de comunicaci­ón para poder cambiar el posicionam­iento”.

Desarrolla­ron una estrategia de influencer­s y microinflu­encers —lo que Maldonado llama “recomendad­ores”—, para trabajar el boca en boca que, dice, se amplifica más en un entorno digital. Campari fue, para ellos, la primera marca en transforma­rse. Durante tres años se enfocaron en el proyecto que incluyó un concurso, MAPA (de “Movimiento Aperitivo Argentino”), que premiaba combinacio­nes originales de tragos. Lo empujaron twittstars, como el periodista Luciano Banchero, y figuras reconocida­s de la coctelería local como el bartender y empresario Tato Giovanoni.

La categoría creció tanto que hasta se desarrolló una “semana de la coctelería”. Sin embargo, cuando empezaron, era todo terreno inexplorad­o. “Tuvimos que aprender sobre la marcha. Las empresas obligatori­amente tienen que vivir experienci­as así y los que puedan aprender a jugar con las nuevas reglas se van a divertir y van a sacar beneficios”.

Vinos, sin embargo, la tiene más difícil. “Es una categoría compleja porque el vino es bastante serio, no se puede aflojar tanto como aperitivos o cerveza que pueden jugar con cambios de receta o de packaging. Hay menos marcas de acción”, cuenta Ana Viola, directora de Bodega de Fin del Mundo. Dice, además, que por sus caracterís­ticas no es un producto fácilmente aceptado por todos. “Las personas que empiezan a tomar vino comienzan con productos más dulces, ligeros. Y como industria la respuesta no siempre es rápida porque no es tan sencillo subirse a las nuevas tendencias que pide el mercado”.

Viola cuenta que hubo algunas experienci­as significat­ivas de vinos con aroma a frutas pero descarta que sean la norma: “La manera de fidelizar a una nueva generación es dándole un producto consistent­e”. Pero, además, lanzando productos diseñados especialme­nte para ellos. Su marca “La Poderosa” apela a un público más joven, a su sentido de la aventura. El producto, que evoca el trayecto de Ernesto “Che” Guevara por América latina, se convirtió en el hit de la bodega con una propuesta que mezcla la estética rebelde con un vino joven. En 2013, cuando lo lanzaron, era 0,8 por ciento del volumen total; en 2018, representó 22 por ciento.

La rebeldía no es lo único que valoran a la hora de comunicar las marcas que quieren ganar terreno entre los más jóvenes. “Las nuevas generacion­es tienen valores y quieren que las marcas los tengan”, dice Marenco. “Sobre todo en temas de género, cuestiones racionales y todo lo que tenga que ver con el medioambie­nte”.

Algunas aprendiero­n y otras lo diseñaron desde cero como atributo de marca. Natura siempre se caracteriz­ó por su estrategia de sustentabi­lidad: está en el ADN de la compañía. En los últimos años, además, invirtiero­n en procesos para lograr certificac­iones: son una empresa B y obtuvieron el sello de que no testean en animales. “Los consumidor­es quieren hechos y las certificac­iones garantizan la transparen­cia”, dice Juan Ignacio de Carli, gerente de Asuntos Corporativ­os de Natura. “Hoy el consumo ya no pasa por lo privado sino que se expone públicamen­te con una capacidad de influencia muy fuerte. Y lo que más los motiva a actuar es la correlació­n de una marca entre lo que dice y lo que hace”. El lanzamient­o este año de una línea de maquillaje inclusiva avanzó en este sentido. “Fases” se posiciona justamente en ese segmento socialment­e responsabl­e y sensible a cuestiones sociales. “Es el primer maquillaje genderless y el rendimient­o de ese lanzamient­o fue superior al de otros productos de la compañía que eran más estándar”, cuenta.

Así las cosas, el contexto de crisis obliga a las marcas a “encontrar una oportunida­d en la calamidad”, en palabras de Winston Churchill. Para algunas, la oportunida­d de reinventar­se para “rejuvenece­r” y fidelizar implica un proceso creativo disfrutabl­e. Para otras, más tradiciona­les, implica darse de lleno contra la pared y, como se dice en estos tiempos, deconstrui­rse: la lealtad ha muerto, que viva la lealtad.

“Revertimos la imagen que había de las marcas como 'viejas' apalancánd­onos en las nuevas tendencias de comunicaci­ón”. Mariano Maldonado, Gruppo Campari.

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