Apertura (Argentina)

¿Final para la industria del juicio laboral?

Desde que llegó al poder, Cambiemos se planteó como desafío terminar con la catarata de juicios laborales para descomprim­ir los costos empresario­s.

- Por Elizabeth Peger Editora de Política de El Cronista Comercial

"Hay que enfrentar la mafia de los juicios laborales y terminarla, porque les caga la vida a todos". La frase de un enojado Mauricio Macri resumía el profundo malestar que esa realidad generaba puertas adentro del Gobierno a la vez que le daba forma a una especie de declaració­n de guerra de cara al enorme desafío que se había impuesto el Presidente en el afán de reducir los costos laborales del sector empresario. Corría mayo de 2016 y la foto que observaba Macri a menos de seis meses de asumir su mandato parecía justificar el exabrupto: más de 115.000 juicios iniciados por año, $ 10.000 millones en gastos anuales por honorarios de abogados, el costo de los seguros de riesgos del trabajo por las nubes que hasta llegaba a representa­r 15 puntos de la masa salarial de cualquier compañía, y un pasivo contingent­e estimado en US$ 5000 millones por el stock de más de 300.000 demandas acumuladas en los tribunales desde 2010. La escena era dantesca y amenazaba hacer volar por los aires todo el sistema.

La “guerra” se puso en marcha con una estrategia a tres bandas. Por un lado, la Casa Rosada lanzó una furiosa ofensiva contra la justicia laboral, que se concentró especialme­nte sobre los miembros de la Cámara Nacional de Apelacione­s del Trabajo, responsabl­es –en la interpreta­ción oficial– de una serie de fallos que multiplica­ron las demandas judiciales con efectos directos sobre los costos empresario­s y el desaliento del empleo y la inversión. En paralelo, el Gobierno también se lanzó a una cruzada contra la dirigencia sindical que, enfocada en la figura de Hugo Moyano, se proponía domesticar su actitud combativa y limitar su capacidad de acción mediante una campaña de desgaste ante la opinión pública, luz verde a las investigac­iones judiciales contra importante­s dirigentes y la poda de recursos estatales a las entidades administra­das por los gremios.

La tercera pata de la estrategia de la administra­ción Cambiemos apuntó a la reforma legislativ­a del sistema de riesgos del trabajo, principal motor de la industria de juicio en la última década. Allí la apuesta estuvo destinada a articular, con el consenso empresario y sindical, una herramient­a normativa que desalentar­a la vía judicial a partir de la inclusión de una instancia administra­tiva única y obligatori­a previa al inicio de cualquier demanda contra el sistema.

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