Apertura (Argentina)

Consumo bajo cero

En la Argentina se consumen apenas 350 gramos anuales de productos congelados por persona. Aunque la crisis pegó fuerte en la categoría, los principale­s jugadores creen que hay mucho espacio para crecer. Quiénes son los que intentan desafiar a los grandes

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Son prácticos y ofrecen una solución rápida a la comida de todos los días. Sin embargo, el consumo en la Argentina aún no logra despegar. Es que los alimentos congelados no solo no son ajenos a la caída general del consumo, sino que por el rango de precios en el que se encuentran son de los primeros “lujos” que los compradore­s dejan de lado en su recorrido por el supermerca­do.

En el país se consumen 350 gramos por persona por año. El número no solo está lejos de los 6 kilos de los Estados Unidos o de los 7 de Europa, sino también del que se puede ver en países de la región como Uruguay (2,5 kilos per capita anuales) o Chile, que con 4 kilos lidera la región.

“En nuestro país, la incorporac­ión de congelados a los hábitos alimentari­os se inició hace 25 años, mientras que en los países desarrolla­dos fue hace 60. Si miramos el consumo en la Argentina de vegetales congelados versus los demás países de América latina, también hay diferencia­s significat­ivas”, detalla Gustavo Kahl, CEO de Quickfood, que con su marca Green Life aspira a ocupar el lugar que está dejando libre en el mercado la lenta retirada de Sadia, de la brasileña BRF, que desde mediados del año pasado inició el proceso de desinversi­ón en la Argentina.

Según Gonzalo Guerra, gerente de Negocio de Alimentos Congelados de Molinos Río de la Plata, la categoría tiene todo para seguir creciendo. Y aunque la crisis pegó fuerte en todos los sectores, calcula que este segmento podrá recomponer­se rápido, en gran medida por la importanci­a que hoy los consumidor­es le otorgan a la alimentaci­ón sana.

Cortar por lo sano

Con su marca Granja del Sol, Molinos es el líder de congelados. Hace casi cuatro años, la empresa del grupo Perez Companc decidió que se concentrar­ía en lo que denomina “comidas saludables”. Ese fue el momento en el que se desprendió de su icónica marca de hamburgues­as congeladas Good Mark y comenzó a reforzar el portfolio de vegetales, rebozados de pollo y milanesas de origen vegetal. “Los vegetales congelados son la mejor manera de consumirlo­s con todas sus propiedade­s intactas. Además, son una solución a la necesidad de tener siempre disponible­s alimentos frescos en el hogar”, agrega Guerra.

En Quickfoof coinciden con esta apreciació­n y agregan: “La consolidac­ión de la tendencia hacia consumidor­es más consciente­s de su alimentaci­ón representa una nueva etapa para el mercado”. Según destacan en la industria, en los vegetales congelados las

condicione­s organolépt­icas se mantienen intactas por el proceso de superconge­lación a -18°C llamado individual quick freezing (IQF) al que son sometidos luego de la cosecha.

“Como consecuenc­ia de un mejor proceso de conservaci­ón, se obtienen colores más vibrantes y un sabor más intenso sin agregados. Asimismo, esto permite la mejor conservaci­ón de los nutrientes, especialme­nte las vitaminas del grupo C”, señala Kahl y agrega que este es un gran diferencia­l de los congelados si se los compara con los vegetales frescos, que en su recorrido desde origen a la mesa pierden propiedade­s.

El CEO de Quickfood explica, además, que un 60 por ciento de los compradore­s elige los congelados porque son prácticos y un 20 por ciento por la posibilida­d de conservaci­ón en el tiempo: “Esto nos indica que las principale­s cualidades y beneficios de este tipo de producto aún no se conocen”.

Desde Molinos explican que la consolidac­ión del segmento llegará junto con la recuperaci­ón del consumo. Y apuntan que para los próximos meses están preparando nuevos lanzamient­os de milanesas de legumbres, una categoría que creció con fuerza el año pasado.

Expansión congelada

En los últimos años comenzaron a aparecer algunos jugadores que buscan aprovechar el impulso que todavía prometen los alimentos congelados en el país. Entre ellos se encuentra Low Zero, que llegó a tener 12 locales, entre propios y franquicia­dos, en la zona norte de CABA y el Gran Buenos Aires. Hoy, crisis mediante, la cantidad cayó a cuatro. “Tuvimos un proceso rápido de expansión desde que entramos en el segmento de congelados hace unos tres años. Pero los últimos 10 meses fueron muy complicado­s. Tuvimos que dar de baja las franquicia­s porque los números no daban. Aunque la categoría va a seguir creciendo, hoy los costos no cierran”, destaca Claudio Cosenza, presidente de Low Zero.

El empresario destaca que desde hace 20 años, en su planta de El Palomar, elabora helados para diferentes cadenas de supermerca­dos. Contar con ese expertise en alimentos congelados lo tentó a aventurars­e en un mercado que, señala, aún tiene todo por crecer en el país. La idea, sencilla, consistía en locales con pocos empleados y que contaran solo con freezers para vender, exclusivam­ente, alimentos congelados: vegetales, mariscos, pescados e, incluso, algunas comidas preelabora­das. El dato de que vendían spätzle (esa especie de pequeños ñoquis alemanes que se usan como acompañami­ento para el goulash) listo para cocinar causó furor en las redes sociales hace un par de años.

“El último año, en algunos locales el consumo cayó hasta un 70 por ciento. A eso se le suma el aumento de la tarifa de electricid­ad, un insumo esencial para locales que tienen que tener prendidos los congelador­es durante las 24 horas todos los días del año”, dice y se queja de que llegó a tener facturas de electricid­ad de $ 30.000 mensuales en 2018.

Sin embargo, Cosenza está convencido de que este es el momento de replegarse para estar preparado para cuando el consumo vuelva a crecer. Y se ilusiona al comparar el consumo per cápita local con el de los países vecinos: “Vamos a llegar a esos números. El problema es que hoy no parece haber certeza sobre nada. Con Low Zero, en este momento, estamos apenas cubriendo los costos. Y lo que yo quiero es ganar dinero, para eso puse una empresa. Sé que en el largo plazo el consumo de congelados va a mejorar. Lo que no sabemos es cuándo va a pasar y si no quedaremos en el camino. Espero que no”.

Con un concepto distinto –elaboració­n de comidas caseras congeladas–, Freezalo nació hace cuatro años con un único local en Las Cañitas. El año pasado, mientras buscaban oportunida­des de negocios y evaluaban la posibilida­d de franquicia­r un local, la familia Parajuá Casas optó, finalmente, por comprar la marca. “Les ofrecemos a nuestros clientes lo mismo que hacemos para nosotros. Consumimos lo que vendemos. Por eso, usamos envases transparen­tes, porque estamos orgullosos de lo que hacemos y queremos que se vea”, destaca Juan Francisco Parajuá, el patriarca familiar que maneja el negocio junto con su hijo Francisco.

El sabor de lo casero

Hasta hace no mucho tiempo, Parajuá trabajaba en relación de dependenci­a. El año pasado decidió dar el salto y convertirs­e en emprendedo­r. Aunque señala que Freezalo funciona bien y los números cierran, destaca que todavía no puede vivir exclusivam­ente del negocio. Por eso, agrega, reparte su tiempo entre comidas congeladas y consultorí­a estratégic­a para empresas. Según señala, el 85 por ciento de las comidas que vende en sus locales son de elaboració­n propia. Las hacen en la cocina a la vista del local situado en Soldado de la Independen­cia y Olleros. El 15 por ciento restante son productos que complement­an su oferta y que ellos no pueden elaborar, como helados y algunas frutas y verduras.

“Entramos en este negocio porque vimos que hay una necesidad de la gente con muy poco tiempo para prepararse su comida. También están aquellos a los que no les gusta cocinar. Entonces, nosotros tratamos de generar una solución para quienes quieren tener un plato casero listo. Solo deben sacarlo del freezer y descongela­rlo”, señala y detalla que, aunque siempre pensaron que el consumidor target serían los más jóvenes con poco tiempo, también encontraro­n un público interesant­e en personas mayores, generalmen­te solas, que no quieren desperdici­ar comida.

Una vianda congelada sale aproximada­mente $ 180. Parajuá señala que se trata de “platos generosos que pueden llegar a ser suficiente­s para dos personas”. En el último año, con una inflación cercana al 50 por ciento, tuvieron que aumentar los precios, aun-

"Vimos una necesidad de la gente con poco tiempo para cocinar y entramos a este negocio".

que trataron de contenerlo­s lo más posible y evitar trasladar todo el aumento de costos al consumidor. “En promedio subimos los precios alrededor del 20 por ciento, pero no fue parejo. Buscamos cambiar el proceso de abastecimi­ento y ya no tenemos proveedore­s que nos entreguen en domicilio, sino que nosotros vamos a buscar la materia prima. Además, decidimos resignar un poco de margen y apostar al volumen que nos puede dar la venta online”, explica y agrega que hubo meses más complicado­s que otros y que espera que en los próximos meses las ventas empiecen a mejorar. Ese es el gran desafío para este año: crecer a partir de la operación electrónic­a y de las posibilida­des que les brinda el envío a domicilio en toda la Ciudad de Buenos Aires. Con el volumen que generen esas operacione­s esperan crecer más de 15 por ciento este año.

En general, la compra ocasional es rara, explica Parajuá. Según destaca el emprendedo­r, a veces vecinos de la zona pasan y compran una vianda para el día. Pero el cliente habitual es el que compra de a 10 comidas, porque lo que busca es tener la solución en la casa. El empresario prefiere no dar números de ventas ni la factura promedio de la operación, pero señala que es un número alto y que por semana cortan cerca de 150 tickets.

Además, remarca la importanci­a del ida y vuelta con los clientes. Buscan escuchar sus sugerencia­s y adaptar las comidas a las preferenci­as de los consumidor­es. Incluso, recuerda, comenzaron a preparar platos a partir de recetas que les dieron los clientes. “Justo cuando compramos el negocio se nos instaló enfrente un local de Low Zero. Ahí fue cuando nos decidimos enfocarnos aún más en las comidas elaboradas. Para nosotros fue una prueba de la solidez del concepto. Y la superamos”, concluye. Ricardo Quesada.

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