Apertura (Argentina)

Los precios al plato

Por qué la inflación de los alimentos no tiende a bajar a pesar de la recesión y sigue impulsando al índice general. Qué se puede hacer en este contexto.

- <AP> María Iglesia.

Era lo más fácil de bajar, según el slogan de campaña política. Pero no solo no fue así, sino que la inflación resiste a los intentos para frenarla y, dentro de los aumentos de precios, el de los alimentos lidera las subas y no parece que haya posibilida­d de detenerlo. ¿Por qué es tan dif ícil comprimir los precios, en especial, en el caso de los alimentos? Los datos del Indec, a enero, marcan que en los últimos 12 meses la inflación alcanzó el 49,3 por ciento, la más elevada desde 1991, con subas que treparon hasta un 53 por ciento en el caso del rubro alimentos y bebidas. Los analistas consultado­s sostienen que la principal razón del incremento en el rubro de alimentos que es, de hecho, el de mayor incidencia en el Índice de Precios al Consumidor, es la devaluació­n del año pasado. “Son los bienes transables los más afectados por el efecto cambiario y es por esta razón que la inflación en alimentos llegó a ubicarse por encima del indicador general”, explica Lorena Giorgio, de Econviews. En ese sentido, el hecho de que los alimentos sean exportable­s marca que una variación del tipo de cambio repercuta de manera casi directa. No obstante, Giorgio señala que la debilidad de la demanda interna, de la mano de la fuerte caída de los salarios reales, hizo que el traspaso del efecto devaluació­n desde los precios mayoristas a los minoristas fuera solo parcial durante el año pasado. “Esa ‘inflación reprimida’ se está derramando a los precios al consumidor este año”, identifica. Coincide con la apreciació­n Federico Furiase, de Ecogo, para quien “el país tiene el problema estructura­l de que buena parte de los alimentos tienen insumos que se exportan y que a su vez forman parte de la mesa de los argentinos. Eso hace que los alimentos, más tarde o temprano, vayan reflejando el aumento del dólar”. En esa línea, recuerda que el año pasado el dólar subió un 110 por ciento, mientras que la inflación superó el 47 por ciento y los salarios se incrementa­ron 30 por ciento. Giorgio agrega que, en tanto las expectativ­as de inflación no se moderen, es dif ícil que la inercia se desinfle: “Los aumentos tarifarios anunciados para lo que resta del año, que tienen un efecto indirecto sobre el sector de alimentos y bebidas, también contribuye­n a alimentar las expectativ­as”. También menciona que hay efectos más bien microeconó­micos que empujan la inercia inflaciona­ria en alimentos y bebidas: “En primer lugar, hay unas pocas empresas líderes que suelen ser creadoras de precios y cuyos comportami­entos son seguidos por firmas más pequeñas de cada segmento. Es decir que los aumentos se derraman intrasecto­rialmente. Por otro lado, las subas en ciertos productos, como la harina, tienen un efecto derrame sobre segmentos que los utilizan como insumo”. Dentro del menú para contener los precios de los alimentos se despliegan opciones como controles de precios, cupos a las ventas en el exterior, retencione­s y precios máximos. Pero a la hora de intentar poner un freno a la inflación, los economista­s consultado­s coinciden en que esas medidas producen un efecto acotado en el tiempo y no funcionan en el largo plazo. “Cualquier cosa que se haga para contener los precios de los alimentos es más bien una forma de reprimirla. Los alimentos incorporan en sus precios los movimiento­s del tipo de cambio y otros aumentos, como los regulados. Entonces, atrasar precios relativos de nuevo sería un error”. Según Furi ase, para bajar la inflación el principal rol pasa por “una política monetaria persistent­e en el tiempo, pero dentro de un marco de equilibrio macroeconó­mico”. Y, en ese sentido, agrega que “los controles que se puedan hacer, como cupos a las exportacio­nes o retencione­s, siempre son señales que pueden funcionar a corto plazo pero en el largo es un desincenti­vo para las inversione­s”. Por ese motivo, afirma qu e lo que necesita la Argentina para crecer de manera sostenida “es inversión en los sectores que generan divisas para poder financiar el desequilib­rio estructura­l de divisas de la industria, que es a su vez la que genera el empleo”.

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