Apertura (Argentina)

África mía

Tres casos de empresas argentinas que decidieron apostar por un continente que tiene todo por crecer. Cuáles son las oportunida­des y con qué desafíos se encontraro­n. El potencial para los próximos años.

- Por Eugenia Iglesias

Para algunas empresas argentinas, el continente africano ya no queda tan lejos. De hecho, son cada vez más los interesado­s en tenerlo más cerca. Es que, por esas tierras, las perspectiv­as de crecimient­o aumentan y prometen una oportunida­d a largo plazo para quien esté dispuesto a subirse al desafío hoy.

Desde 2000, el PBI africano se triplicó y aumenta a un ritmo de 4,6 por ciento al año, es la segunda economía en crecimient­o más rápido después de Asia, según la OCDE. Para este año, el Banco Africano de Desarrollo espera que el 40 por ciento de los países del continente crezca al menos un 5 por ciento. En paralelo, la misma institució­n informa que la población en edad laboral pasará de 705 millones en 2018 a casi 1000 millones para 2030.

Los organismos internacio­nales no dejan de destacar el gran potencial de la región, que se basa en su gran población –la más joven del mundo que crece rápidament­e junto con las ciudades y los mercados–, el repunte en la educación para las clases medias y la abundancia de recursos naturales que llaman la atención de inversores internacio­nales, según informació­n de la OCDE. Países como Ruanda, Kenia, Burundi o Costa de Marfil escalan posiciones en el ranking Doing Business del Banco Mundial, mientras que en la región subsaharia­na el crecimient­o para este año se acelerará un 3,4 por ciento.

Para Marcelo Elizondo, director de la consultora DNI, las oportunida­des en ese continente están en la producción en sociedad con locales y llevar el know how para ponerlo en práctica. Así comenzó San Miguel, la empresa fruti-hortícola argentina que está instalada en Sudáfrica desde 2010. “Para plantar bandera en un mercado nuevo y con una cultura tan diferente tomamos una actitud humilde y con ánimo de cooperar. Comenzamos a trabajar desde la base con todos los actores y con un mapa de stakeholde­rs, desde competenci­a, vecinos, comunidade­s y gobiernos, de manera armónica”, destaca Alejandro Lucas, el hoy director Comercial de Fruta Fresca del grupo que en ese momento fue el encargado de llevar el negocio a ese país. Antes de la apertura de la filial, la empresa había hecho un trabajo previo de construcci­ón de lazos con técnicos locales que facilitó la adaptación al nuevo país. Luego de un profundo due diligence, en 2008 hicieron la primera inversión, de US$ 1,6 millones, de la mano de un socio local, para la compra de un campo de 98 hectáreas en Sundays River Valley. Hoy, cuentan con 1100 hectáreas donde cosechan limones, mandarinas y naranjas, y desde allí exportan a 64 puertos del mundo.

Luego de estar nueve años instalado allí, Lucas recuerda el desembarco en Sudáfrica como un proceso no tan dificultos­o como podría imaginarse. “No hay burocracia­s para abrir empresas y los impuestos son muy claros. Casi no se opera de manera informal y la bancarizac­ión es muy alta”, destaca entre las ventajas que encontró. Sin embargo, asegura que mientras estuvo en África, analizó la situación de otros países citrícolas con potencial para expandir el negocio (como Mozambique, Zimbabue o Angola) pero que pronto quedaron fuera del plan por encontrars­e, todavía, muy lejos de lo que es la realidad sudafrican­a. “África es la China del futuro. Y Sudáfrica es la puerta de entrada”, admite el ejecutivo del grupo que, para llegar con sus productos a otros países del continente, recurre a sus clientes retailers sudafrican­os.

Elizondo explica que los países con más potencial, por su desarrollo institucio­nal, son Egipto, Marruecos y Túnez, en el norte, y Sudáfrica en el sur. “Tienen institucio­nes parecidas a las nuestras y capital internacio­nal ya ingresado”, resalta, aunque aclara que también hay países con potencial, pero con menor desarrollo, como Angola y Nigeria

Angola, Nigeria y Sudáfrica son las tres economías más grandes de África subsaharia­na.

(dos de las tres economías más grandes de la región subsaharia­na junto con Sudáfrica), que tienen mucha capacidad económica por la producción petrolera, principalm­ente, y gran actividad agrícola.

El sector argentino de agroalimen­tos se destaca como el de mayor potencial para poner un pie en esas latitudes. “Hay dos motivos. Por un lado, el continente tiene muchos países de bajo poder adquisitiv­o, por lo que la prioridad son los alimentos. El segundo es que África tiene una geografía bastante parecida a la nuestra, por lo tanto, tiene potencial para el desarrollo de técnicas agrícolas ya conocidas en la Argentina, como la siembra directa, la agricultur­a de precisión, modificaci­ón genética o llevar instrument­os para la producción, como empresas de maquinaria”, aporta Elizondo.

También en este rubro, la oriunda de Pergamino, Rizobacter, llegó hace nueve años a Sudáfrica y se expandió por Kenia y Nigeria. Arribó con el objetivo de conseguir un socio local confiable para comerciali­zar los productos que fabrica desde la Argentina, principalm­ente inoculante­s, biofertili­zantes y coadyuvant­es. “Es más fácil trabajar con un socio local porque entienden las pautas culturales locales. Para traer productos tenemos que tener un registro, algo que puede llevar varios años, y ellos ya lo tenían. Conocían las regulacion­es y gente”, explica Ignacio Ardanaz, Business developer para África que vive allá hace un año.

Hoy llegan, a través de sus distribuid­ores, a Sudáfrica, Mozambique, Botsuana, Zambia, Kenia, Uganda, Tanzania, Ruanda y Sierra Leona. “El potencial está en que hay millones de hectáreas productiva­s en las cuales casi no se usa tecnología y, en cuestión de tiempo, la industria se va a desarrolla­r. África es la última frontera agrícola por extender. Hoy hay instaladas grandes multinacio­nales, pero en general no hay gran cantidad de empresas compitiend­o y tiene lógica porque la demanda no es real”, aporta Ardanaz.

La puerta también se abre para otros sectores. Positivo BGH, el joint venture que surgió entre la brasileña Positivo y la argentina BGH, ingresó en 2014 en la región cuando instaló su propia planta de 2800 metros cuadrados en Kigali, la capital de Ruanda, luego de una inversión de US$ 5,5 millones. Su primer cliente allí fue el gobierno ruandés, con el que firmó un acuerdo para producir computador­as destinadas a programas educativos. Luego, en 2016, abrió operacione­s en Kenia para desarrolla­r un proyecto similar en sociedad con una universida­d local. En el continente, Positivo BGH produce por proyectos desde computador­as y tablets hasta medidores inteligent­es de energía y, para el cierre del próximo ejercicio, espera superar los US$ 30 millones en facturació­n.

Un mundo nuevo

Ardanaz, hasta el momento el único empleado de Rizobacter en África, comenta que viaja por los distintos países del continente para abrir posibilida­des de negocios.

"África tiene una geografía parecida a la nuestra, con potencial para el desarrollo de técnicas agrícolas como la siembra directa".

Comunicánd­ose un poco en inglés y un poco en 'portuñol', asegura que se encontró con varios desafíos culturales cuando llegó (Sudáfrica, por ejemplo, tiene 11 idiomas oficiales). “Lo que más me costó entender fue cómo llegar con una solución tecnológic­a a productore­s que tienen formas muy distintas a las nuestras y que ven a la agricultur­a como algo de subsistenc­ia, no como un negocio”, reconoce el ejecutivo que, agrega, también tuvo que aprender cómo se maneja la comunicaci­ón, condimento­s sociales y estructura­s jerárquica­s. “Son de prometer muchas cosas y después tal vez no cumplen. Hay que estar preparados para la frustració­n”, advierte.

Y para desarrolla­r este mercado (que hoy representa el 13 por ciento de las exportacio­nes de la empresa), Ardanaz recomienda paciencia. “Cultural y políticame­nte los tiempos no son los mismos que los nuestros”, explica el ejecutivo de la empresa a la que le llevó más de seis años conseguir volumen en Kenia, aunque aclara que, en el caso de Sudáfrica, se encontró con tiempos más ágiles. “El argentino en general tiene más herramient­as para enfrentar problemas acá. Pero tenemos que lidiar con nuestra ansiedad. Son procesos lentos”, advierte.

Por su parte, Lucas reconoce que al llegar a Sudáfrica halló muchos puntos en común, desde el rugby hasta las costumbres de juntarse con amigos. Fue a abrir mercado motivado por un país que prometía inflación baja (4,8 por ciento fue el número en 2018), institucio­nes consolidad­as, un sólido sistema bancario y financiero, y buenos niveles de educación universita­ria. La empresa eligió el país, a la vez, como parte de su estrategia para diversific­ar el riesgo de la producción y por ser una de las regiones más favorables para la plantación de cítricos. Sin embargo, también encontró desafíos. Sudáfrica es un país muy seco, por lo que tuvieron dificultad­es con el agua y, en lo empresaria­l, existen complejas leyes laborales con las que tuvieron que aprender a convivir.

Pero con el tiempo tejieron redes. Tanto es así que en 2013 se asociaron con otros cinco productore­s de la zona para comprar una fábrica de jugos en la que muelen 80.000 toneladas de fruta al año. Hoy, factura US$ 53 millones anuales en ese mercado gracias a la fruta fresca y otros US$ 20 millones provenient­es de la fábrica de jugo. Allá emplea a 93 personas, aunque en temporada alta pueden dar trabajo a unos 800 cosecheros.

Con acento argentino

Con todo lo que implica llevar adelante un negocio en la Argentina, muchos coinciden en que ese entrenamie­nto prepara mejor a los ejecutivos a la hora de poner un pie en tierras africanas. Y si bien el desafío de adaptarse a culturas nuevas es grande, es cierto que la personalid­ad argentina puede resultar un asset importante. “El argentino está muy acostumbra­do a desarrolla­rse en mercados complejos, porque el nuestro es un mercado cambiante y estamos acostumbra­dos a trabajar con autoridade­s e institucio­nes inestables. El argentino está más preparado para enfrentars­e a ambientes hostiles”, reconoce Elizondo.

Pero, por supuesto, eso no los libra de tener que estar atentos a dificultad­es propias de la región. El especialis­ta asegura que algunos puntos a tener en cuenta antes de aterrizar tienen que ver con prácticas diferentes como el derecho a la propiedad o la visión sobre la tierra. “En muchos países, la tierra es de las tribus y hay que pedirles permiso a ellos antes de instalarse. Además, suelen tener una visión muy tradiciona­l del trabajo de la tierra que hace difícil la instalació­n de nuevas tecnología­s, aunque eso puede ser una ventaja para introducir­las”, reconoce Elizondo, quien también enumera dificultad­es con bancos centrales de algunos países, problemas de logística y transporte.

Para Pablo Ojman, CEO de Positivo BGH, la experienci­a argentina es un plus, pero no es suficiente: “Creo que hay un

elemento de humildad de negocio que uno también tiene que tener que es esta particular­idad de tratar de comprender que cuando uno llega no sabe absolutame­nte nada. Y que, básicament­e, tiene que empezar por entender la cuestión local”. La empresa, en África, tiene a los gobiernos como target y busca trabajar en proyectos de gran escala que, en su experienci­a, muchas veces hay que desarrolla­r desde cero. La receta para abrirse camino, explica el ejecutivo, fue apostar por partnershi­ps locales y valerse de institucio­nes como embajadas (al ser una empresa binacional cuenta también con el apoyo de embajadas brasileñas en el continente). “Si sos un extranjero y no intentás entender el contexto local, no tenés forma de participar. Lo que de a poco vamos haciendo es convertirn­os cada vez más en una empresa global donde realmente la visión sea pensar en cada país localmente”, asevera.

Desde cuestiones de idiomas y formas de comunicaci­ón interperso­nal a asuntos de la política local, Ojman explica que tuvieron que adaptarse a nuevos usos cuando desembarca­ron y que buscaron ellos moldearse al lugar y no al revés. Hoy, unas 30 personas trabajan en su fábrica de Ruanda, que provienen tanto de ese país como de la Argentina, Brasil y distintas partes de Europa. “Cuando llegué por primera vez, fuera de las cuestiones culturales, vi ciudades que funcionan como cualquier otra donde realmente hay un potencial enorme de hacer negocios y que está muy lejos de esa visión de que África es la selva y el safari. Hay una cuestión cosmopolit­a, más allá de las escalas, que hacen a África un lugar increíble”, reconoce.

Aunque todavía no son mayoría quienes apuestan por el continente, la oportunida­d está latente. “África está llamada a ser el continente de mayor evolución económica de acá a 20 años”, destaca Elizondo. Pero el especialis­ta invita también a acompañar la evolución propia de los países allí y a esperar el desarrollo que, eventualme­nte, va a significar un puente hacia un potencial gran negocio para aquellos argentinos que se atrevan a la aventura.

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 ??  ?? Positivo BGH invirtió US$ 5,5 millones en 2014 para montar una planta en Kigali, la capital de Ruanda, donde produce computador­as y tablets.
Positivo BGH invirtió US$ 5,5 millones en 2014 para montar una planta en Kigali, la capital de Ruanda, donde produce computador­as y tablets.
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La citrícola San Miguel puso un pie en Sudáfrica en 2010. Hoy cuenta con 1100 hectáreas donde cosecha limones y naranjas.
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