Apertura (Argentina)

Jugar a otro nivel

- Pablo Labarta.

La industria argentina del videojuego se prepara para despegar. Las nuevas plataforma­s de creación, distribuci­ón y financiaci­ón nivelaron la cancha para que los estudios del mundo compitan por una parte del mercado. Pero, ¿están listos para crear proyectos millonario­s? Ya no es un nicho. Hoy, en la Argentina, además de materias primas, se exportan videojuego­s. Quizás resulte difícil creerlo pero el país es parte de una de las industrias de mayor crecimient­o a escala global.

La pelea por hacerse de una parte de la torta es a matar o morir; lo que esen

tá en juego, un botín jugoso. En 2018 los videojuego­s generaron ventas por más de US$ 138.700 millones, según la consultora especializ­ada Newzoo. El país sigue acumulando logros, entre los cuales se encuentran diversos títulos independie­ntes, herramient­as de desarrollo nacional, carreras universita­rias orientadas al sector y los primeros proyectos realmente ambiciosos.

Sin embargo, el camino es cuesta arriba: la falta de inversión privada y la escasez de profesiona­les empantanan el camino de los estudios de videojuego­s locales para que se embarquen en grandes epopeyas.

El primer videojuego argentino fue creado en 1982, cuando Enrique Arbiser y su sobrino Ariel hicieron una versión digital del tradiciona­l juego de cartas argentino, “el truco”. El verdadero hito, sin embargo, arribó dos décadas más tarde con el desembarco de la empresa francesa pionera en videojuego­s mobile, Gameloft, que se transformó en la escuela de una primera generación de desarrolla­dores.

Era la prehistori­a del videojuego: no había, entonces, cursos o talleres y menos aún carreras universita­rias que formasen profesiona­les para su producción comercial. “No había nada: ni forma de distribuir los juegos ni herramient­as para crearlos. Todo tenía que hacerse desde cero”, cuenta Pablo Testa (46), hoy ingeniero en Software para Electronic Arts (EA), empresa líder con un marketcap de US$ 36.000 millones.

El gran salto

Las puertas del gran mercado global se terminaron de abrir cuando se pasó de los juegos físicos a los digitales. Hoy, las distribuid­oras como Steam, junto a otras como el App Store de Apple y Play Store de Google, permiten que se publiquen juegos sin realizar grandes inversione­s en materia de distribuci­ón. En Steam se publican más de 20 juegos por día y en Android y IOS alcanzan los 25 juegos por hora, según informan

las mismas plataforma­s. Al igual que Netflix aumentó la oferta de películas y series en todos los mercados, Steam se convirtió en el marketplac­e dominante, con 20 por ciento del mercado digital de PC, que alcanzó los US$ 33.000 millones en 2018, según la consultora especializ­ada Gameindust­ry. Steam tiene cada vez más competenci­a. Discord, un servicio de voicechat para gamers, lanzó su propia tienda online y suscripció­n de videojuego­s, y Epic Games, el estudio detrás del hit

Fortnite, también abrió su propia plataforma de distribuci­ón.

A la nueva forma de vender se le sumaron los nuevos modelos de financiaci­ón, especialme­nte el crowdfundi­ng,o

financiami­ento colectivo digital, y las distintas modalidade­s de Early Access, un modelo de negocio donde los jugadores pagan por un producto no terminado para acceder antes y participar de la fase de prueba del juego.

Estas nuevas prácticas permiten que se formen nuevos estudios independie­ntes, algunos pequeños y otros medianos, para probar suerte en el modelo creativo. Dentro de este grupo se encuentra Coffee Powered Machine (CPM), una empresa que nació en 2010 y es responsabl­e de Okhlos, un juego donde un filósofo emprende la misión de reclutar rebeldes para terminar con la tiranía de los dioses del Olimpo, a quienes no les interesa el bienestar de los mortales. Esta épica interactiv­a fue craneada por dos personas: el artista Roque Rey Ordóñez y el programado­r Sebastián Gioseffi.

El empujón se los dio su socio, Devolver Digital, el publisher de moda de

títulos independie­ntes. Al igual que las editoriale­s de libros, esta clase de empresa se encarga de gestionar la distribuci­ón y el marketing de proyectos de videojuego­s. El “delirante” concepto de Okhlos encontró a su público gracias a la presencia internacio­nal que le dio Devolver y logró transforma­r la inversión inicial de $ 10.000 de ambos socios en una facturació­n anual de US$ 90.000. “El futuro de la Argentina como industria depende del desarrollo de productos propios e innovadore­s”, aventura Rey Ordóñez.

Similar es el caso de Avix, un estudio de videojuego­s móviles de La Plata cuyos principale­s títulos, “Thumb Fighter” y “Turn Right”, ya acumulan más de un millón de descargas por mes en IOS y Android. El mercado mobile es, sin lugar a dudas, el más competitiv­o de todos. El formato requiere de una cultura de desarrollo diferente, orientada a la adquisició­n y la retención de una amplia variedad de jugadores.

“Es un mercado donde el consumidor busca contenido nuevo constantey si tu juego no ofrece eso, no se actualiza o suma algo nuevo cada dos o tres semanas, se van y se bajan otra cosa”, cuenta Nicolás Castez, cofundador de la empresa. El suyo es un caso excepciona­l: el estudio supo llegar a la cima de algunos rankings nacionales del Google Play Store.

Los estudios con más trayectori­a también crecieron. NGD, el primer gran estudio nacional, “subió de nivel” en 2017 con la producción de “Master of Orion”, un proyecto de US$ 10 millones, lo que en la industria se conoce como un videojuego AAA —triple A, similar al blockbuste­r cinematogr­áfico— de producción íntegramen­te nacional.

Alcanzar ese hito impulsó la facturació­n de NGD a $ 40 millones en ese mismo año. “Queremos hacer un IP — cuenta Martín Cao, CEO de la empresa— pero exploramos coproducci­ones para generar experienci­a y nos aporta financiera­mente hacia el destino final”.

“Las IP son proyectos de alta gama que implican un desarrollo integral y donde las empresas son dueñas y participan de las ganancias. Antes el capital llegaba en forma de pagos por servicios, pero ahora son inversione­s reales que apuestan al talento argentino y nos acercan a un modelo más parecido al de Canadá o Alemania”, detalla Martina Santoro, fundadora del estudio Okam y expresiden­te de la Asociación Argentina de Desarrolla­dores de Videojuego­s (ADVA).

Más allá del juego

El ecosistema estuvo madurando durante 10 años a sus creativos y desarrolla­dores. El surgimient­o tanto de proyectos profesiona­les de grueso calibre como de éxitos independie­ntes y de productos corporativ­os eficientes despejó las dudas sobre el valor de los cerebros argentinos. Sin embargo, con la pasión no alcanza.

Uno de los impulsores del nacimiento de nuevos proyectos audiovisua­les interactiv­os fue el acceso a las herramient­as de desarrollo, del que la Argentina es en parte responsabl­e. Unity y Unreal Engine son dos de las plataforma­s más conocidas para crear videojuego­s. A esta clase de herramient­as se las conoce como motores y se encargan de ejecutar la lógica del juego y darles vida a los universos virtuales que crean los desarrolla­dores. El año 2017 fue un periodo de crecimient­o para un tercer motor: Godot. Este fue desarrolla­do y sigue siendo trabajado por el argentino Juan Linietsky, programado­r, consultor, cofundador de NGD y actualment­e la persona encargada de mantener el engine para toda su comunidad.

La historia del motor argentino comenzó en 2007, cuando Linietsky y Ariel Manzur, cofundador del estudio Okam, comenzaron a darle forma. “Tenía armada mucha tecnología propia que usaba para hacer juegos, entonces hace cuatro años decidí publicarlo en Github”, cuenta Linietsky. Con el tiempo se multiplica­ron los usuarios, incluyendo a empresas locales y extranjera­s, y vivir del desarrollo del motor se volvió una opción. “Desde el año pasado que le dedico todo mi tiempo a Godot, ahora puemente

do vivir de esto. Fue a partir de buscar sponsors y donaciones, algunas a través de la plataforma de financiami­ento colectivo Patreon”, cuenta el desarrolla­dor. A su vez, Linietsky también acelera la industria dedicando parte de su tiempo a la docencia en un rubro donde los profesiona­les con experienci­a son muy solicitado­s y el tiempo resulta escaso.

Repensando el rompecabez­as

El camino al Olimpo de los videojuego­s tiene algunas piedras adicionale­s. Para Alejandro Iparraguir­re, coordinado­r de Videojuego­s en el Ministerio de Cultura y cofundador de Fundav, falta ver al sector como un todo y aceptar la interacció­n con otros jugadores, como el Estado. “Siempre tuve una mirada holística de los videojuego­s. Tiene que funcionar todo amalgamado: los privados, la educación y el Estado”, sintetiza. “El Gobierno tiene que instrument­ar los videojuego­s porque su trabajo es colaborar en políticas de Estado y fomentar industrias productiva­s, en este caso culturales y creativas. Es imposible que el sector privado lo haga solo, porque cualquier industria crece a partir de un programa de política de Estado”, explica. Los desarrolla­dores se conocen, pero con eso no alcanza. Iparraguir­re piensa que hay dos claves para sostener el crecimient­o: la profesiona­lización y la inversión. “¿Qué pasa si llega el capital para hacer un triple A e invierten US$ 10 millones? ¿Está la gente para responder? El inversor tiene que saber que la apuesta que haga contempla una idea lógica y coherente. Si no tiene seguridad no va a invertir y no se va a profesiona­lizar el sector”, resume el experto.

La industria del gaming local adquirió la suficiente experienci­a. Pero, como todos los gamers saben, el level up significa que todo lo que viene es más desafiante, más peligroso y es más fácil fallar. Aunque, claro está, las recompensa­s son más tentadoras. El tiempo dirá si los estudios argentinos puede subir un nivel más y montar una maquinaria global de IP propias que, año a año, sean consistent­emente exitosas en exportar ideas y talento argentino al mundo.

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Martina Santoro, fundadora del estudio Okam (arriba). Andrés Chilkowski y Martín Cao, de NGD, uno de los primeros grandes estudios del país (abajo).
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Alejandro Iparraguir­re, coordinado­r de Videojuego­s en el Ministerio de Cultura.

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