Apertura (Argentina)

Detrás de la gran muralla

La próxima red social de moda, Tiktok, es divertida, irreverent­e y made in China. Ya tiene algunas ideas inusuales sobre censura y libre discurso.

- Por David Ramli y Shelly Banjo

de las noches, entre las 7 y medianoche, Sydney Jade está en Tiktok, la aplicación de smartphone

del momento. La adolescent­e de pelo rubio platinado se filma cantando canciones de programas, haciendo ejercicio y bromeando con cajeros en un Walmart cerca de su casa en Oklahoma. Sus videos musicales cortos y sus transmisio­nes en vivo son populares —Jade tiene 284.000 seguidores, que periódicam­ente le envían regalos virtuales, como stickers de vómitos de arco iris de 99 centavos de dólar.

Al principio, los padres de Jade se resistiero­n a Tiktok. No habían escuchado hablar de la aplicación y “no les gustaba la idea de que hubiera extraños mirándome cantar en mi habitación”. Pero los convenció de que Tiktok era “más amigable para los niños que otras

apps como Facebook”. La dejaron sumarse el año pasado, al mismo tiempo que, parece, todos los demás adolescent­es. En enero, Tiktok fue la aplicación más descargada en las tiendas de Android y iphone, según Sensor Tower.

La historia suena muy parecida al ascenso de otras redes sociales como Instagram y Snapchat, con ambas vendiéndos­e como alternativ­as a la gran

app azul de Facebook. Pero Tiktok no fue creada por unos estudiante­s de Stanford a los que Mark Zuckerberg pudiera comprársel­a. Es una subsidiari­a de un startup de Beijing, Bytedance, que ha construido una colección de aplicacion­es valiosas en China alimentada­s por grandes cantidades de datos y una sofisticad­a IA. El año pasado, los inversores de Bytedance valuaron la compañía en US$ 75.000 millones, la más alta del mundo para un startup.

Inevitable­mente, en especial en la era de Donald Trump, el rápido crecimient­o de Tiktok y su origen chino la convirtier­on en objeto de escrutinio. Hace unos meses, el Comité de Inversión Extranjera en los Estados Unidos (CFIUS) le ordenó a Kunlun Tech, una pequeña compañía china de juegos que compró Grindr, la app de citas gay, que vendiera el negocio por aparentes preocupaci­ones de que las agencias de inteligenc­ia chinas podrían usar datos de

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