El nuevo susto rojo
El Instituto Nacional de Salud y el FBI están purgando a los científicos chinos de las instituciones de investigación estadounidenses. Dejando de lado los temas de libertad civil, esta no es la forma de curar el cáncer.
El Instituto Nacional de Salud y el FBI están purgando a los científicos chinos de las instituciones de investigación de EE.UU.
El dossier sobre investigación de cáncer de Xifeng Wu estaba lleno de intriga, por momento parecida a la de un thriller de espías. Contenía el descubrimiento que ella había compartido de forma impropia información confidencial y había aceptado media docena de roles de consultoría en instituciones médicas en China. Podría haber capeado esas acusaciones, pero había una calumnia mucho más problemática: fue marcada como un doble agente oncológico.
En las últimas décadas, la investigación de cáncer se volvió cada vez más globalizada, con científicos alrededor del mundo juntando datos e ideas para estudiar de forma conjunta una enfermedad que mata a casi 10 millones de personas al año. Las colaboraciones internacionales son una parte intrínseca del programa Moonshot del Instituto Nacional de Cáncer de los Estados Unidos, el bombardeo de US$ 1000 millones del gobierno para duplicar el ritmo de descubrimientos de tratamientos para 2022. Un slogan: “El cáncer no tiene fronteras”.
Excepto, resulta, las fronteras alrededor de China. En enero, Wu, epidemióloga ganadora de premios y ciudadana estadounidense naturalizada, renunció como directora del Centro de Salud Pública y Genómica Transnacional del Centro de Cáncer MD Anderson de la Universidad de Texas luego de una investigación de tres meses sobre sus lazos profesionales con China. Su renuncia, y las partidas de tres otros científicos chinos del centro basado en Houston, surgen del impulso del gobierno de Trump de oponerse a la influencia china en las instituciones de investigación de los Estados Unidos. El objetivo es restañar el bien documentado y costoso robo de China de la innovación y el know how estadounidenses. Sin embargo, el efecto colateral es obstaculizar la ciencia básica, la investigación que subyace a los nuevos tratamientos médicos. Todo está mercantilizado en la guerra fría económica con China, incluyendo la lucha para encontrar una cura para el cáncer.
Detrás de la investigación que llevó a la salida de Wu —y otras situaciones similares en el resto del país— está el Instituto Nacional de Salud, en coordinación con el FBI. “Incluso algo que está en el espacio fundamental de investigación, que absolutamente no está clasificado, tiene un valor intrínseco”, dice Lawrence Tabak, principal director del NIH, explicando su acercamiento. “Este material pre-patentado es el antecedente a la creación de propiedad intelectual. En esencia, lo que se hace es robar las ideas de otras personas”.
El NIH, el financiador público más grande del mundo de investigación biomédica básica, tiene un enorme poder sobre la comunidad de investigación de salud. Ubica cerca de US$ 26.000 millones al año en donaciones federales; casi US$ 6000 millones de esos fondos van a investigación de cáncer. En una audiencia de junio, los funcionarios de NIH le dijeron al Comité de Finanzas del Senado que la agencia había contactado a 61 instituciones de investigación por un desvío sospechado de información propietaria por parte de los receptores de los fondos y refirió 16 casos, muchos involucrando lazos no revelados con gobiernos extranjeros, por posibles acciones legales. Formas de trabajar que antes fueron alentadas por el NIH y muchas instituciones de investigación, particularmente MD
Anderson, ahora son cuasi criminalizadas, con agentes del FBI leyendo emails privados, frenando a científicos chinos en aeropuertos y visitando a las personas para preguntarles sobre su lealtad.
A Wu no la acusaron de robar las ideas de nadie, pero sí fue acusada de instigar y asistir de forma secreta la investigación de cáncer en China, una actividad no americana en el clima político de hoy. Pasó 27 de sus 56 años en MD Anderson. Un mes después de renunciar, dejó a su marido y sus dos hijos en los Estados Unidos y aceptó un trabajo como decana de una escuela de salud pública en Shanghai.
Este es el primer recuento detallado de lo que le pasó a Wu. Ella declinó ser entrevistada para este artículo, citando una queja pendiente que interpuso contra la Comisión de Oportunidad Igualitaria de Empleo de los Estados Unidos. Su historia está basada en entrevistas y documentos provistos por 14 colegas estadounidenses y amigos, y registros obtenidos a través del Acta de Información Pública de Texas.
Los historiadores tendrán que decidir si la historia de Wu y otros se convierte en el punto de inflexión en el que las instituciones de investigación estadounidenses se pusieron serias sobre la avaricia china por la propiedad intelectual americana, o un peligroso bandazo hacia el camino de la paranoia y los perfiles raciales. O ambos. Pero los últimos eventos muestran que las personas chinas en los Estados Unidos, incluyendo a ciudadanos estadounidenses, son objeto de vigilancia del FBI.
En un discurso en abril en New York, Christopher Wray, el director del FBI, describió la razón del escrutinio. “China perfeccionó un acercamiento societal para robar innovación de todas las formas que puede de un conjunto amplio de empresas, universidades y organizaciones”, le dijo al Consejo de Relaciones Exteriores. Todos los hacen, según Wray: los servicios de inteligencia chinos; sus empresas estatales y las que él dijo eran “en teoría” privadas; y los 130.000 estudiantes de posgrado e investigadores chinos que trabajan y estudian en los Estados Unidos cada año. “China parece determinado a subir en la escalera económica robando a nuestras expensas”.
La retórica de Wray causó mucha ansiedad en la comunidad chino-americana, “porque muchos han sido interrogados por el FBI”, dice la diputada Judy Chu, demócrata de California que dirige la designación Asia Pacífico Americana de candidatos al Congreso. “Estoy muy preocupada por si lleva a una erosión de los derechos civiles chino americanos”.
Wu se graduó de la escuela de medicina en Shanghai y obtuvo su PHD en 1994 de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Texas en Houston. Se unió a MD Anderson mientras estudiaba el posgrado y ganó renombre por crear varios de los estudios cohortes con datos reunidos de cientos de miles de pacientes de Asia y los Estados Unidos. Lo cohortes, que combinan historias de pacientes con biomarcadores personales como características de ADN y descripciones de tratamientos, resultados e incluso hábitos de estilo de vida, son una mina de oro para los investigadores (algunos ejemplos del uso: Wu y su equipo mostraron que los mexicanos estadounidenses que duermen menos de 6 horas tenían un riesgo más alto de tener cáncer que los que dormían más, y que comer carne quemada como la barbacoa aumenta el riesgo de cáncer de riñón). En 2011, Wu hizo un salto y fue nombrada jefa de Epidemiología.
En el camino, Wu desarrolló lazos cercanos con investigadores y centros de cáncer en China. Fue alentada a hacerlo por MD Anderson. El presidente del centro a principios de los 2000, John Mendelsohn, lanzó una iniciativa para promover las colaboraciones internacionales. En China, MD Anderson forjó relaciones “hermanas” con cinco grandes centros de cáncer, cooperando en programas de análisis, pruebas clínicas y estudios básicos de investigación. Docenas de miembros de origen chino del cuerpo de docentes de MD Anderson participaron, ansiosos por contribuir su expertise para atender el enorme peso de los casi 4,3 millones de casos nuevos de cáncer al año que hay que en China.
Wu era una colaboradora modelo. Fue a conferencias médicas chinas, recibió a profesores chinos en Houston y publicó 87 papers de investigación con co-autores de 26 instituciones chinas. En total, es co-autora de cerca de 540 papers que han sido citados unas 23.000 veces en literatura científica.
“MD Anderson era casi una puerta abierta. La misión era ‘Terminar con el cáncer en Texas, América y el mundo’”, explica Oliver Bogler, VP senior de Asuntos Académicos del centro entre 2011 y 2018 y ahora COO del Instituto ECHO en la Universidad de Nuevo Mexico.
La globalización de la ciencia, en particular de la ciencia básica, tiene una gran envergadura. “Los profesores ya no ven más fronteras internacionales”, dice Adam Kuspa, decano de Investigación de la Facultad de Medicina Baylor en Houston. “Si alguien de otro país tiene una pieza del rompecabezas, quieren trabajar con ellos”. Las relaciones suelen empezar con conferencias académicas, se consolidan durante visitas para simposios o lecturas, y culminan con la investigación en papers. Desde 2010, el NIH ha ofrecido cerca de US$ 5 millones al año en fondos especiales para colaboraciones entre Estados Unidos y China, con 20 por ciento yendo a investigación de cáncer, y una contraparte en China aportó US$ 3 millones más al año. Los proyectos conjuntos produjeron papers sobre cáncer de alto impacto, según una revisión de NIH.
Para Kirk Smith, profesor en la Universidad de California en Berkeley que estudia los efectos sobre la salud de la
La lucha está realizada, del lado de China, por “toda la sociedad”, dijo el director del FBI, y EE.UU. necesita su propia respuesta de toda la sociedad.
polución del aire, los beneficios de la colaboración han sido sorprendentes. Nunca imaginó, en los ’80 cuando empezó a estudiar la contaminación del aire en China, que un día sus colegas chinos se convertirían en legisladores influyentes. En los últimos seis años, los socios de Smith presionaron por estándares que llevaron a reducciones en la contaminación de 21 a 42 por ciento en China. Los resultados también dieron frutos en los Estados Unidos. Hace 20 años, los científicos pronosticaban que la polución del aire en China causaría que California excediera sus estándares de aire limpio en 2025. Ahora eso no sucederá, dice Smith.
El trabajo de Wu, como mucha de la investigación académica en peligro, no es para desarrollar drogas patentables. La misión es reducir el riesgo y salvar vidas descubriendo las causas del cáncer. La prevención no es un producto. No es vendible. O robable.
Las sospechas sobre los científicos chinos en MD Anderson empezaron a echar raíces alrededor de 2014. El año anterior, un investigador chino en la Facultad Médica de Wisconsin en Milwaukee había sido arrestado con acusaciones federales de espionaje económico; los fiscales dijeron que había robado tres viales de una droga para el cáncer en la primera etapa de prueba de laboratorio (se declaró culpable de acceder a una computadora sin autorización y fue sentenciado a cuatro meses y medio de prisión). En ese entonces, MD Anderson estaba presionando para comercializar la investigación básica en drogas para el cáncer; hoy, el centro tiene alianzas y sociedades con casi tres docenas de laboratorios y otras compañías. Aumentó la seguridad. Y ajustó la mirada sobre los invitados extranjeros.
La cadena de eventos que llevó a la partida de Wu comenzó en 2017, cuando el FBI notificó al centro que estaba investigando “el posible robo de investigación e información propietaria de MD Anderson” (MD Anderson declinó hablar excepto para decir que no reportó el robo de propiedad intelectual). Un gran jurado federal siguió con una orden de allanamiento de cinco años de emails de algunos empleados. Un par de meses después, el centro desarmó su programa de investigación internacional y puso lo que quedaba de su brazo de proyecto colaborativo bajo un departamento de negocios. Bogler y sus excolegas dentro del centro dicen que el foco se movió de las colaboraciones de investigación hacia las oportunidades de negocios. Brette Peyton, vocera de MD Anderson, explicó en un email que los programas globales del centro no cambiaron.
En noviembre de 2017, el FBI pidió más información. El presidente del centro, Peter Pisters —con apenas un mes en el trabajo— firmó un acuerdo voluntario que le permitía al FBI buscar en las cuentas de la red de 23 empleados “por cualquier propósito… en cualquier momento, por cualquier duración de tiempo y en todas las locaciones”. ¿Todas las cuentas que se entregaron al FBI pertenecían a científicos chinos o chino-estadounidenses? MD Anderson se niega a contestar. “Como MD Anderson estaba cooperando con la investigación de seguridad nacional del FBI, y porque el FBI tenía el poder de emitir otra orden de allanamiento, elegimos proveer de forma voluntaria los emails pedidos”, dice Peyton.
Según Wray, el desafío de hoy de China hacia los Estados Unidos es algo a lo que la nación nunca se enfrentó. Mientras que la Guerra Fría fue peleada entre ejércitos y gobiernos, esta contienda está peleada, del lado de China, por “toda la sociedad”, dijo el director del FBI, y los Estados Unidos necesitan también una respuesta de toda la sociedad. ¿Pero qué significa eso en una sociedad con más de 5 millones de ciudadanos de descendencia china, muchos de los cuales trabajan en campos de tecnología y ciencia que se dicen que están bajo ataque?
El FBI les está diciendo a las empresas, universidades y hospitales —y a cualquiera con propiedad intelectual en juego— que tomen precauciones especiales al tratar con socios de negocios y empleados chinos que podrían ser lo que Wray denomina recolectores de información “no tradicionales”. Los funcionarios están haciendo presentaciones para brifear a los gobiernos locales, compañías y periodistas sobre la perfidia de China. Se están recortando las visas para estudiantes e investigadores chinos, y hay más ingenieros y empresarios chinos detenidos en los aeropuertos de Estados Unidos mientras los agentes de frontera inspeccionan y escanean sus aparatos digitales. El FBI está persiguiendo investigaciones de espionaje “que de forma casi invariable llevan a China” en casi todas sus 56 oficinas de campo, asegura Wray.
Hicieron algunos grandes arrestos. El año pasado, la agencia atrajo a Bélgica a un supuesto jefe de espías afiliado con el Ministerio de Seguridad Estatal de China, donde fue arrestado y extraditado a los Estados Unidos. El sospechado, Yanjun Xu, se habría hecho pasar por un académico y habría usado Linkedin para convencer a un ingeniero chino-americano de GE Aviation en Cincinnati de que fuera a China a dar una presentación sobre materiales de composición de la industria aeroespacial. El ingeniero llevó consigo algunos documentos confidenciales. Xu está esperando el juicio.
Los agentes federales también hicieron un número alarmante de arrestos que probaron no ser necesarios. Entre 1997 y 2009, el 17 por ciento de los acusados bajo el Acta de Espionaje Económico tenían nombres chinos. Entre 2009 y 2015, esa tasa se triplicó, a 52 por ciento, según Cardozo Law Review. A medida que los casos aumentaban, la evidencia del espionaje real iba detrás. Uno de cada cinco de los acusados con nombre chino nunca fue encontrado culpable de
espionaje o cualquier otro crimen serio entre 1997 y 2015 — casi el doble de la tasa de acusaciones erróneas entre los no chinos. La disparidad, escribió el autor del paper, Andrew Kim, académico visitante de la Facultad del Sur de Texas en Houston, refleja un supuesto sesgo entre los agentes federales y fiscales. “De la misma forma que los perfiles raciales de la gente afroamericana como criminal podría crear el crimen ‘manejar siendo negro’”, escribió Kim, “hacer perfiles de asiáticos-americanos como espías podría estar creando un nuevo crimen: ‘investigar siendo asiático’”.
En 2015, los agentes del FBI atacaron la casa de Filadelfia de Xiaoxing Xi, un médico de la Universidad Temple, y lo arrestaron a punta de pistola frente a su mujer y sus dos hijas por en teoría haber compartido tecnología de superconductores con China. La acusación fue retirada cinco meses después, luego de que los abogados de Xi probaran que el sistema era viejo y estaba disponible públicamente. Pero Xi dice que su vida nunca será la misma. Perdió a la mayoría de sus estudiantes y los fondos de investigación, y sigue con miedo de ser espiado. “Ver cómo algo tan trivial puede ser transformado en acusaciones criminales tuvo un impacto psicológico muy dramático”, asegura. “Estaba haciendo colaboración académica”.
La primavera (boreal) pasada, agentes del FBI en Houston, armados con un conjunto de emails de 23 cuentas, golpearon las puertas de al menos cuatro chino-americanos que trabajaban en MD Anderson, preguntándoles si ellos u otros tenían lazos profesionales con China. Los agentes estaban interesados en los científicos conectados con el Plan de Mil Talentos de China, una iniciativa gubernamental para repatriar a los académicos del exterior con trabajos bien pagos. Un informe del año pasado del Consejo de Inteligencia Nacional de los Estados Unidos dijo que el propósito subyacente del programa de reclutamiento es “facilitar la transferencia legal e ilícita de tecnología, propiedad intelectual y know how desde los Estados Unidos” a China.
“Les dije que no iba ser soplón de nadie”, cuenta una persona, quien se sorprendió al encontrar a dos agentes en su puerta trasera. Le dijeron que no hablara con nadie del encuentro y le preguntaron por los proyectos de investigación conjunta en China. Trató de explicar que no hay secretos en la ciencia básica, porque todo se publica. Durante la charla de dos horas, cuenta, los agentes estaban menos enfocados en temas de seguridad nacional que en el tema más interno de lealtad. Querían saber si él estaba más comprometido a curar el cáncer en China que en los Estados Unidos. El FBI dice que el bureau no puede iniciar investigaciones “basadas en la raza, etnia, nacionalidad o religión de un individuo”.
Ese junio, MD Anderson le dio al FBI otra carta de consentimiento, esta vez permitiéndole compartir cualquier “información relevante” de las cuentas de empleados del centro con el NIH y otras agencias federales. Eso señaló un foco nuevo para la supuesta investigación de seguridad nacional: conformidad con los requerimientos de fondos federal. Ahí fue cuando Wu se convirtió en blanco.
En cinco memos a Pisters, el presidente de MD Anderson, un funcionario de NIH cita docenas de emails de empleados asegurando que Wu y otros cuatro científicos violaron exigencias de confidencialidad en revisiones de becas y no cumplieron en revelar trabajo pago en China. “Como las donaciones de NIH son hacia las instituciones y no el investigador, les recordamos la gravedad de estas preocupaciones”, escribió Michael Lauer, director de Investigación Externa de NIH.
Las investigaciones de los empleados de MD Anderson fueron manejadas por el jefe de Compliance del centro, Max Weber, y su jefe, el abogado general Steven Haydon. A partir del consejo de su abogado, Wu, quien solía tener una relación combativa con la administración, declinó ser entrevistada por Weber pero entregó respuestas escritas. En ella reconocía fallas, pero que no habían sido engañosas. Admitió haber compartido propuestas de fondos de NIH con colegas en los Estados Unidos —para obtener ayuda con su carga de trabajo. Wu le dijo a Weber que solía usar administrativos de oficina e investigadores más junior para realizar tareas como descargar e imprimir propuestas de fondos y tipear y editar borradores de revisión. Weber concluyó que esto violaba las políticas éticas de MD Anderson.
Si eso es verdad, va en contra de una práctica común en la academia. “Si uno busca en MD Anderson o cualquier gran institución de investigación, va a encontrar personas con este tipo de problemas de compliance en todos lados”, asegura Lynn Goldman, decana de la Facultad de Salud Pública Milken en la Universidad George Washington. Asistir a los científicos senior con revisiones confidenciales de fondos es considerado “parte del proceso de mentoreo”, dice Goldman. “¿Está mal? Probablemente. ¿Es una ofensa capital? Difícilmente”.
Wu también admitió fallar en revelarle al NIH todos los nombres y afiliados de sus colaboradores chinos, como se requería. Le dijo a Weber que era porque había trabajado con muchos en Houston, cuando estaban visitando científicos en MD Anderson. En cualquier caso, sus afiliaciones en China estaban señaladas en los papers. Weber concluyó, en el reporte que le envió a Pisters, que los científicos visitantes eran igual “componentes extranjeros” y debían ser informados.
Wu reconoció haber aceptado varios títulos honorarios y posiciones en China, como profesora asesora en la Universidad Fudan, su alma mater —pero no le pagaron, aclaró. Mostró emails en los que decía que dos veces se había retirado de la consideración de Mil Talentos porque las posiciones implicaban muchos viajes. En su informe, Weber escribió que Wu falló en revelar trabajo compensado en varios centros de cáncer en China. No ofreció pruebas, pero incluyó potenciales salarios para ciertas posiciones, condicionados a “la performance del trabajo”, escribió. No ofreció evidencia.
Al final, Weber basó la mayoría de sus conclusiones a partir de las “inferencias adversas” que obtuvo de la insistencia de Wu en responder a sus preguntas por escrito. Por ejemplo, citó un artículo de 2017 en la web del Hospital Rujin de Shanghai que decía que Wu había sido homenajeada en una ceremonia luego de firmar un contrato para convertirse en
profesora visitante. “Dado que Wu no quiso aparecer en sus entrevistas, infiero que es verdad”, escribió Weber.
Pero una semana después de la aparición del artículo, Wu le escribió al presidente del Hospital Ruijin para decir que no podía aceptar antes de verlo con el comité de conflictos de intereses de MD Anderson. Doce días después, envió un borrador del contrato que especificaba que estaba sujeto a todas las reglas y regulaciones de MD Anderson, incluyendo las relacionadas a propiedad intelectual. “Si ustedes están de acuerdo, se lo envío a nuestra institución para que lo revisen”, escribió Wu. El hospital chino accedió y ella le envió el contrato a MD Anderson. Nunca escuchó una respuesta.
Weber no mencionó ninguno de esos emails en su informe. Wu fue suspendida sin sueldo esperando la acción disciplinaria. Renunció el 15 de enero. Y no ejerció su derecho a desafiar las conclusiones de Weber, explica Peyton. “Las subsiguientes protestas de inocencia son desafortunadas”.
Para los amigos y muchos colegas, el caso de Wu representa una exageración. No había evidencia, ni acusación, de que ella le hubiera entregado a China información propietaria, sea lo que significa ese término en epidemiología de cáncer. Debería haber tenido de la oportunidad de corregir sus revelaciones. “Las colaboraciones científicas inocentes pero significativas han sido representadas como corruptas y detrimentales a los intereses estadounidenses. Y nada podría estar más lejos de la verdad”, dice Randy Legerski, VP retirado del departamento de Genética de MD Anderson. Agrega Goldman, de George Washington: “Lo único que perdimos con China es nuestra inversión en Xifeng Wu”.
En una entrevista, Pisters no comenta sobre ninguna de las cinco investigaciones de investigadores chinos, pero dice que MD Anderson tuvo que actuar para proteger sus fondos de NIH, que sumaron US$ 148 millones el año pasado. El centro de cáncer tiene una “responsabilidad social” con los contribuyentes y sus donantes para proteger su propiedad intelectual.
Un sábado de marzo, cerca de 150 científicos y ingenieros de ascendencia china llenaron una sala de la Universidad de Chicago para un panel titulado “La nueva realidad que enfrentan los chino-americanos”. Los voceros del FBI y la oficina del fiscal general les confirmaron a todos que las múltiples capas de revisión del gobierno aseguran que los agentes siguen la ley, no los prejuicios.
El panelista Brian Sun, socio a cargo de la oficina de Los Angeles de Jones Day, disparó que la retórica inflamatoria de los fiscales en los casos de espías chinos alimentó el miedo público, solo para que luego las acusaciones colapsen. La audiencia se quedó sin aliento cuando describió la acusación de espionaje fallida de Sherry Chen, hidróloga del Servicio Nacional de Clima, acusada en 2014 de acceder a datos en diques estadounidenses para dárselos a China. En un momento los fiscales dijeron que la información podía ser usada durante épocas de guerra para provocar crímenes en masa. Resultó que los investigadores federales sabían que Chen tenía motivos laborales legítimos para ver los datos y nunca los pasó a China.
Nancy Chen, empleada federal retirada, cerró la reunión hablando sobre algo muy temido en una sala llena de académicos familiares con la larga historia de los Estados Unidos con las leyes y decretos que apuntan a inmigrantes asiáticos. “El mayor temor es que la historia se repita y los chino-americanos sean agrupados como los japoneses-americanos durante la 2° Guerra Mundial. El temor y la preocupación son reales”.
El agente del FBI le agradeció a Chen por sus comentarios y dijo que siempre es bueno saber la información “atmosférica”.
Hasta ahora, MD Anderson y la Universidad Emory, que despidió a dos profesores chino-americanos en mayo, son las únicas instituciones de investigación que se sabe que ya no tienen a múltiples científicos por supuestos problemas con las reglas del NIH. La Universidad de Wisconsin en Madison negó un pedido del FBI de archivos de computadoras de un profesor de Ingeniería chino-americano sin una orden judicial, según una fuente. Yale, Stanford y Berkeley, entre otras instituciones, publicaron cartas de apoyo a los miembros chinos del cuerpo docente. “Una sospecha automática según nacionalidad puede llevar a terribles consecuencias”, escribió en febrero Carol Christ, la decana de Berkeley.
La Facultad de Medicina Baylor, al lado de MD Anderson en Houston, recibió inquisiciones de NIH sobre cuatro miembros. No castigó a nadie, pero aprovechó para corregir problemas y educar a los docentes para que cumplan más, dice Kuspa, el decano de Investigación de la facultad. El FBI ya sacudió los nervios suficientes, explica. “Los científicos chinos vienen a verme temblando”. Luego de ir a varias reuniones informativas del FBI sobre la amenaza china, Kuspa se pregunta si el bureau entiende lo larga y dolorosa que es la investigación del cáncer. Pueden pasar dos décadas desde el descubrimiento de una molécula prometedora a la aprobación de un droga de quimioterapia. Incluso así, el progreso en el tratamiento se mide en meses de vida. ¿Realmente cuánta investigación básica sobre el cáncer se puede robar China?
“Luego de esas reuniones del FBI, bromeo con mi jefe: ‘Dan, parece que los chinos van a curar el cáncer. Yo compraría esa pastilla’”, dice Kuspa. “¿No se supone que eso es lo que tenemos que hacer —educar a todo el mundo para tener un acercamiento a la salud basado en hechos?”.
“Las colaboraciones científicas inocentes pero significativas han sido representadas como corruptas y detrimentales a los intereses americanos. Nada podría estar más alejado de la realidad”.