Necesidad de definiciones
Los movimientos del sucesor de Macri son seguidos con atención por empresarios, inversores y en el denominado “círculo rojo”. Reconocen sus esfuerzos por ofrecer señales que tranquilicen el escenario de corto plazo, pero también advierten la necesidad de definiciones respecto al rol que la propia Cristina llevará adelante. Algunos creen que tendrá un papel secundario tras la asunción de Alberto y que se concentrará en la actividad parlamentaria, limitando los movimientos de su propia tropa. Otros, la mayoría en rigor, descreen de la
imagen de “leona herbívora” con la que desde algunos sectores caracterizan el futuro político de CFK. Allí, entre los más desconfiados, sospechan de una tensión creciente dentro de Todos y prevén que más temprano que tarde el vínculo entre el binomio presidencial terminará estallando por los aires. Sostienen que es imposible imaginar una “Cristina de salida” en términos políticos y que es su propio estilo de liderazgo la mayor amenaza para la viabilidad del gobierno de la coalición todista.
El temor de ruptura de la dupla de los Fernández es a la par el gran peligro que acecha el escenario económico en el corto plazo. Las razones son palpables. El triunfo de Todos se consumó a partir de la decisión de una mayoría electoral dispuesta a castigar a la gestión macrista por sus profundos errores en la gestión económica. Esa misma mayoría, articulada por sectores medios bajos y bajos muy golpeados por la recesión, la suba de precios, la caída de ingresos y la pérdida de empleo, parece haber observado en Alberto algunas condiciones de “piloto de tormenta” para capear el difícil momento, aunque lejos está de haberle concedido un cheque en blanco. Aguarda respuestas en el corto plazo y admite que su capacidad de espera es bastante limitada.
El nuevo presidente no la tiene nada fácil. Puede agradecerle a Macri algunos “favores” de las últimas semanas, como la decisión de profundizar el cepo cambiario que dispuso apenas se confirmó su derrota electoral. Pero Fernández sabe bien que su margen de acción para dar respuestas es muy acotado y que no hay soluciones mágicas que ofrecer. Ante sus íntimos no oculta el diagnóstico pesimista sobre el escenario económico real, que comparte incluso con Cristina y con el electo gobernador bonaerense, Axel Kicillof. “Está muy preocupado”, repiten los que lo ven a diario, los mismos que rechazan cualquier expectativa de una recuperación contundente de la economía en los próximos meses. Allí la lógica que se impone vuelve a ser la del “paso a paso”: resolver de a uno los temas más complejos (renegociación de la deuda, recomposición del nivel de reservas, mejora en los ingresos de los sectores más empobrecidos y vulnerables) de manera de ir revirtiendo el contexto recesivo y generando una tendencia al crecimiento económico que a la vez incentive el nivel de inversiones.
En el albertismo son conscientes de que esos objetivos requerirán de tiempo, lo que hoy no les sobra, especialmente por la fuerte expectativa social y el deterioro en el nivel de vida de los sectores de ingresos fijos. En ese sentido, la gran apuesta en la que viene trabajando el futuro presidente desde su inicial triunfo electoral en las PASO de agosto es la de sellar en el cortísimo plazo un acuerdo de congelamiento de precios y salarios para intentar contener expectativas por lo menos durante el primer año de gestión. Para llevar adelante ese propósito y durante toda la campaña electoral, Alberto destinó un esfuerzo especial a consolidar un estrecho vínculo con los principales sectores sindicales, una conversación que involucró tanto a los miembros de la conducción de la CGT; a poderosos jefes sindicales hoy fuera de esa estructura, como Hugo Moyano y Sergio Palazzo; y a los referentes de las dos CTA. Todos espacios que ahora se replantean la alternativa de volver a transitar en una única central. También el diálogo alcanzó a los sectores empresarios industriales y algunos de comercio y servicios, que Todos imagina como parte del mismo acuerdo social.
Las dudas, en cambio, se abren en torno a la actitud de los movimientos sociales más combativos que conforman un actor clave en el control de la protesta social callejera. El margen para esperar respuestas es allí muy limitado, por lo que el nuevo gobierno deberá articular algún esquema de solución alternativo y rápido, que evite que el caos le estalle en las manos.
Alberto sabe que la luna de miel para él no durará ni 100 días y necesita llegar a febrero con un escenario de paz social asegurado. Confía contar con el compromiso unánime dentro de Todos para lograrlo y descuenta que Cristina hará que cunda el ejemplo.
Noviembre 2019