Escenario político
El presidente electo se prepara para la Casa Rosada en un contexto de recesión y deterioro de los indicadores sociales. Gestionar la disputa interna en la coalición oficialista y ganar tiempo para ofrecer señales de recuperación económica, sus retos.
La transición hacia el nuevo gobierno que Alberto Fernández comandará desde el próximo 10 de diciembre está en plenitud. Su desembarco en la Casa Rosada formalizará en la práctica el nuevo mapa de poder político que emergió de las urnas el 27 de octubre, aunque habrá que aguardar para dilucidar la forma en que ese poder se repartirá puertas adentro del gobernante Frente de Todos. Que esa balanza se incline hacia una hegemonía kirchnerista o se apalanque en el dominio del peronismo tradicional será determinante para interpretar el sentido de los tiempos políticos que vienen en la Argentina. Pero también ese desenlace constituirá una respuesta contundente para quienes reclaman definiciones sobre el rumbo que emprenderá la política económica en los próximos meses.
El resultado de octubre comenzó a despejar algunas de esas incógnitas. En primer lugar, puso fin a los temores de aquellos que, descontando una repetición de la definición de las primarias, esperaban la emergencia de una nueva hegemonía. Contrariamente, las urnas terminaron por conformar un escenario de marcado equilibrio de poder, con un gobierno no mayoritario que estará forzado a negociar adhesiones en el Congreso para la sanción de sus principales iniciativas y una fuerte oposición que, como expresión de la voluntad del 40 por ciento de la ciudadanía y enrolada por ahora bajo el liderazgo de Mauricio Macri, hará valer la primera minoría que consolidará en la Cámara de Diputados cuando se consume el recambio de poder.
Ya hay varias señales de que el electo presidente tomó nota de esa coyuntura y encomendó a sus hombres de confianza aceitar el diálogo con los referentes de Juntos por el Cambio para consensuar una primera agenda legislativa que se abordaría tras la convocatoria a sesiones extraordinarias. Sus urgencias se concentran allí en la definición del presupuesto del próximo
Noviembre 2019 año, los planes de renegociación de la deuda y la estructura administrativa y ministerial que Fernández imagina que acompañará su gestión.
La foto de un Congreso hiperpolarizado es otro dato clave que emergió de las urnas, aunque su supervivencia en el tiempo es otro cantar y en gran medida dependerá estrechamente de lo que ocurra con la correlación de fuerzas entre los heterogéneos espacios de poder que comulgan dentro de la coalición gobernante. También habrá que ver cuán estable se mantiene la comunión entre el PRO y el radicalismo en la gestión diaria como principal espacio de oposición. Por lo pronto, en el albertismo más puro todos los gestos apuntan a que su principal desafío en el primer tramo de la gestión será alejar todo peligro que amenace la de por sí difícil convivencia entre los intereses del peronismo tradicional, que expresan gobernadores, intendentes y sindicalistas, y los planteos de la dirigencia que solo responde a la voz de la electa vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
“El objetivo primero y único es garantizar el cogobierno interno, el resto ya se verá”, repiten como un mantra en el Frente de Todos. Es su gran apuesta de corto plazo. Afirman que la conformación del gabinete que secundará a Alberto apuntará a asegurar ese equilibrio de poder dentro de la alianza gobernante, evitando cualquier decisión que pueda ser interpretada como una alteración de ese balance. Las medidas del primer semestre de la nueva administración buscarán profundizar en la misma línea del mensaje. Como intentó plasmar el propio futuro mandatario en las dos fotos post-elección: la del festejo junto a la primera línea de la tropa K apenas se contaron los votos y la de dos días después en Tucumán en compañía de los referentes más poderosos de la estructura del PJ. Es claro que pragmatismo es, para Fernández, casi como un segundo apellido.