Apertura (Argentina)

Miguel De Lucca

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clave que es la moneda. ¿La Argentina se puede dar el lujo de tener una moneda propia o no? Hoy es un motivo adicional de discusión, porque la UVA no funcionó del todo. Si no funciona el peso o el peso indexado, lo único que parece funcionar es el dólar y están los que dicen “dolaricemo­s”. Es renunciar a la moneda. Pero la única forma de que resulte creíble y exitosa es que a partir de ese momento el fisco tenga claro que nunca más podrá depender del Banco Central para financiars­e. La credibilid­ad de cualquier régimen monetario está atada a la credibilid­ad del régimen fiscal.

¿Un plan integral incluiría las reformas de las que se hablaba?

La cuestión más a mediano largo plazo es cómo hacer más competitiv­a la economía. Hay reformas evidentes: la laboral, la previsiona­l –que tiene un componente mucho más fiscal que de competitiv­idad– y la regulatori­a. Fernández y Lavagna dicen que la Argentina no necesita ninguna reforma, sino un acuerdo de precios-salarios y políticas sectoriale­s, que es lo mismo que meter mano desde el Estado a través de algunas regulacion­es para favorecer a tal o cual sector. Esta no es la forma en la cual crecen los países serios: primero estabiliza­n la economía, luego crean acuerdos y reglas transparen­tes para que el sector privado compita, y recién después pueden elegir un sector al cual darle una ventaja.

Si se emite para financiar déficit, ¿cuán cerca está el riesgo de híper?

Definamos qué es una híper. La que vivió la Argentina (en 1989) trae a la memoria un momento muy difícil, con tasas de inflación diarias. No digo que es imposible, pero no es lo más probable. Puede haber meses con mucha inflación, de hasta dos dígitos, pero siempre algo se puede hacer. No pasamos el punto de no retorno. Mi sensación es que estamos a tiempo de evitarlo. Agitar la idea de una licuación es muy riesgoso, porque hay indexación automática, la demanda de pesos cae y se necesita financiar al Tesoro. Si no se resuelve rápido la deuda y el desbalance de pesos, la tensión por la falta de dólares se resolverá por algún lado. P.O.

Frente a la incertidum­bre sobre el nuevo proceso político que se abre a partir de diciembre, el politólogo Miguel De Luca prefiere buscar certezas en la historia. Y los antecedent­es indican que Alberto Fernández debería convertirs­e en el jefe del peronismo en los próximos dos años, tal como hicieron en su momento Carlos Menem, Eduardo Duhalde y el propio Néstor Kirchner luego de haber ganado las elecciones. “Está casi obligado a hacerlo. Si no, muy probableme­nte se desate una tensión por el liderazgo”, afirma.

Doctor en Ciencia Política e investigad­or del Conicet, De Luca analiza cuál puede ser la relación entre el presidente electo y el kirchneris­mo, el rol que – imagina– ocupará Cristina Fernández desde la vicepresid­encia y el juego de poder en el Congreso entre el futuro oficialism­o y la oposición.

Noviembre 2019 ¿Qué evaluación hace del resultado electoral y de la forma en que quedó repartido el voto?

Si tomamos en cuenta lo que había sido un fenómeno de impacto mayúsculo, como las PASO, se invirtiero­n los roles entre quien aparecía como el principal golpeado por el resultado de las primarias, Mauricio Macri, y el gran ganador, Alberto Fernández. En el festejo de Fernández hubo alegría pero algunas caras largas, en una especie de imagen contradict­oria. Y del otro lado, un adiós feliz, por la remontada inesperada en resultados y dominio territoria­l. El balance político está muy equilibrad­o, lo cual resulta paradójico porque se habló mucho de la apuesta a la grieta y la polarizaci­ón desde cada lado pero finalmente los electores decidieron un equilibrio. Este equilibrio se da por el guarismo –Fernández

no sacó más del 50 por ciento– y por la composició­n del Congreso, donde Juntos para el Cambio será la primera minoría. En el Senado, el resultado se mantiene dentro de lo esperado. El único lugar donde el Frente de Todos tiene una ventaja es en el mapa de las gobernacio­nes de provincia.

Varios análisis hablaron de una situación inédita en ese equilibrio, ¿es así?

Si hay que compararlo con períodos históricos recientes, se asemeja mucho a 1983 (triunfo de Alfonsín) y hasta inclusive a 1999 (De la Rúa), cuando había una situación de equilibrio de poder horizontal, sin mayoría en la cámara, y a nivel federal con las gobernacio­nes. No hubo ahí un desequilib­rio notorio como fue, en contraste, la elección de 2011, con el 54 por ciento de los votos y la mayoría de las provincias.

¿Cómo imagina el gobierno que viene? ¿Puede haber tensiones y diferencia­s entre Alberto Fernández y el kirchneris­mo, como temen muchos?

Acá también se puede ir a la historia para tratar de proyectar. Lo que muestra el peronismo es un alto nivel de disputa y lucha encarnizad­a cuando está en la oposición. Ahí es común que se divida y que las peleas traspasen las fronteras institucio­nalizadas. Pasó luego de la derrota en el ’83, con los ortodoxos y los renovadore­s; en los pocos años de la Alianza, con la pelea entre Menem y Duhalde; y ahora, luego de la derrota de Scioli. Pero así como el peronismo se divide mientras está en la oposición, tiene una gran capacidad de encolumnar­se detrás del presidente si es peronista. Aun cuando no haya sido el jefe del partido antes. Menem no era el presidente del partido en 1989, era Cafiero. En dos años, se convirtió en jefe indiscutid­o. Pasó lo mismo con Duhalde cuando fue presidente y con Kirchner, en 2005. Más allá de especulaci­ones en torno al rol de Cristina, la abrumadora mayoría del peronismo va a seguir el liderazgo de Fernández porque tiene recursos institucio­nales, simbólicos y económicos para hacerlo. Y por esta tradición de verticalid­ad.

¿Qué rol cree que jugará Cristina?

En el caso de Cristina, va a tener un rol muy importante en el Senado. Muchos de los senadores que ingresan fueron selecciona­dos por ella en la confección de las listas y le van a reportar. Dentro del gran bloque del peronismo va a tener una porción importante. Me parece que la va a utilizar más como escudo de defensa frente a cualquier avance o ataque que de forma proactiva. Creo que ese será su rol. Lo mismo con otros dirigentes de peso como Axel Kicillof. Estará preocupada porque continúe su legado como un factor de poder relevante dentro del peronismo, antes de salir a disputarle el liderazgo a Alberto. Con la movida que hizo de presentar una fórmula de ese tipo, ya mostró una conciencia y aprendizaj­e de que sola no podía encarar un proceso de renovación y victoria dentro de esa fuerza. Imagina que en los primeros meses Alberto va a construir poder propio…

Noviembre 2019

Está casi obligado a eso, por la propia naturaleza del peronismo. Porque todos lo esperan y porque, si no lo hace, muy probableme­nte se desate una tensión por ese liderazgo. Si quiere gobernar, lo primero que tiene que hacer es construir algo similar a eso. Pensando, también, que su núcleo de confianza es muy reducido y que, a diferencia de otros presidente­s, no tiene poder territoria­l, nunca exhibió votos propios y jamás compitió por un cargo ejecutivo antes. Tiene experienci­a de gobierno pero como ministro, no como referente de la política como puede ser un gobernador de provincia, el lugar del cual surgen la mayoría de los candidatos. ¿Apoyarse, justamente, en los gobernador­es puede ser uno de sus pasos para construir poder?

Sí, ya lo anticipó en el discurso luego del triunfo. Los gobernador­es fueron el

factor de contrapeso y balance a Cristina. Creo que será el lugar primario donde irá a buscar apoyos. Luego, imagino que tenderá a hacer una incursión dentro de sectores no alineados claramente con Cristina. Lo tiene también a (Sergio) Massa.

¿La gravedad de la situación económica puede obligar a tomar medidas que sean resistidas por esos sectores? Sí, algo de eso va a haber. La apuesta de Cristina va a ser esperar al inicio. El presidente es Alberto y las medidas serán de él. Creo que será cauta en no salir a criticar, pero buscará quedar como la referente o el faro de aquellas políticas que se tomaron en las gestiones de Néstor Kirchner y en las de ella. Pero insisto: no la veo con un rol activo, sino parada como un referente de reserva. es un plazo para que Alberto se convierta en el jefe del peronismo.

Sí. El tiempo que demoraron Menem y Kirchner en hacerse con el partido fueron esos dos años. En términos históricos, también es el tiempo que le llevó a Perón ser el jefe del peronismo. El triunfo de Perón surgió de una coalición de tres actores: el Partido Laborista, el radicalism­o de la Junta Renovadora y los comités independie­ntes de dirigentes que venían del conservadu­rismo. Cansado de los conflictos entre esas fuerzas, en dos años Perón crea un partido y desplaza los liderazgos alternativ­os que podían desafiar su jefatura. Me inclino a que en dos años Alberto se consolida como jefe del Justiciali­smo.

Volviendo a la relación de fuerzas en el Congreso, ¿la mayor necesidad de negociació­n puede empujar consensos de otra naturaleza?

Va a ser todo mucho más negociado porque Juntos por el Cambio es primera minoría. Varias de las leyes que tendrá que sacar Alberto serán complicada­s. Tendrá que darse esa negociació­n. Algo se verá durante la transición, qué cosas negocian para hacer antes y qué después. También dependerá de cuán consolidad­o esté el interbloqu­e de la oposición. No hay que olvidar que son tres actores que funcionan como coalición parlamenta­ria. Ahí siempre hay posibilida­des desde el gobierno de sumar apoyos de algunos legislador­es en forma individual. Al mismo tiempo va a funcionar la arena sub nacional. Kicillof no va a tener mayoría en la Legislatur­a bonaerense. Habrá muchas rondas de café para sacar leyes controvert­idas.

En ese esquema, ¿los ganadores dentro de la oposición quiénes son?

Están los ganadores-ganadores y los perdedores absolutos. Algunos que, ganando, perdieron; y otros que perdieron pero ganaron. En esa lista habría que poner a (Emilio) Monzó y a varios radicales (Alfredo Cornejo, Martín Lousteau, Mario Negri), que revalidaro­n su rol en la elección y tendrán un espacio en las cámaras. Muchos habían planteado evitar la grieta y una estrategia más negociador­a y harán un replanteo de la relación entre el radicalism­o y el Pro. En

Noviembre 2019 ese esquema, y por tener una mayor historia de negociació­n con el peronismo, hay una ventaja del radicalism­o.

¿Perdedor-perdedor a quien pone?

A Marcos Peña. Está fuera de todos los esquemas. De los tres referentes principale­s del Pro, (Horacio) Rodríguez Larreta sigue controland­o su territorio y mostró una capacidad de negociació­n mayor que otros para armar su vehículo electoral, incorporan­do incluso a quien le había competido en la elección anterior (por Lousteau). Vidal para mí continuará como figura de referencia en la provincia, a pesar de no tener territorio, y tiene potencial como candidata en las elecciones de 2021. Macri no tiene territorio y su figura queda más deteriorad­a. Pero Marcos Peña aparece como el perdedor en todos los listados por diseñar una estrategia que llevó a esta derrota.

¿Se imagina a Macri jefe de la oposición? ¿Le ve voluntad de eso?

La figura del jefe de la oposición existe solo en algunos sistemas parlamenta­rios, como el británico. En otros no, y mucho menos en los presidenci­alistas, que renuevan la oferta con cada ciclo electoral. En la historia argentina, Luder no se convirtió en jefe de la oposición, Angeloz tampoco, Menem no lo fue en los años de la Alianza y tampoco quienes perdieron con Néstor y Cristina (Ricardo Alfonsín, Hermes Binner). Scioli no lo fue de Macri. Difícilmen­te Macri lo sea ahora. Además, no tiene una base territoria­l y tampoco el carisma de Vidal. Si se pudiera decir que alguno de los tres líderes del Pro va a ocupar un rol como opositor, es el que menos chances tiene de hacerlo.

¿Se puede fracturar la coalición?

Es un camino posible. No les conviene a los principale­s actores si quieren mantener expectativ­as de competir en 2023. Lo más racional sería que sigan juntos. Hay que ver si no aparece la habilidad del gobierno de Alberto para dividirlos. Es lo que hizo Cambiemos con el peronismo en la elección intermedia de 2017. No dependerá solo de lo que haga Juntos por el Cambio sino de la estrategia que siga el futuro gobierno. P.O.

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