Treinta y ocho años, el mismo sueño
En 1983, dos veinteañeros (Marcelo Longobardi y Gabriel Griffa) que se conocieron en una fiesta de casamiento decidieron fundar una revista para canalizar muchas de las inquietudes que compartían y soñaban impulsar. La “Apertura política, económica y social” (tal su nombre completo inicial) del primer número, con su tapa de una cadena alrededor de una cabeza y el título “¿Qué censura la censura?”, marcó el tono de lo que vendría en los años siguientes: un espacio dedicado a la política, la economía, la cultura y el debate, con un ideal detrás: una Argentina próspera y moderna, republicana e integrada al mundo, que rescatara los postulados liberales de Juan Bautista Alberdi y dejara atrás el estancamiento económico en el que se encontraba. La democracia estaba a horas de retomar su senda el 10 de diciembre de 1983 y las ansias de libertad y progreso renovaban la atmósfera. Hacia el final de esa década, la revista dejó el foco principal en la política para concentrarse en los negocios y la economía. Tomando el ejemplo de revistas internacionales como Businessweek, empezó a reflejar lo que ocurría en el mundo de las empresas con un lenguaje propio y descontracturado para la época y se transformó en líder en la materia. Fue la primera en dedicarle su nota de tapa, por ejemplo, a los grandes grupos y nombres locales, desde Bunge & Born, Techint, Perez Companc y Bulgheroni a Macri, Fortabat o Soldati, por ejemplo. Pero en muchos otros enfoques resultó pionera. APERTURA les dio visibilidad a ejecutivos, banqueros, dueños de fondos de inversión, abogados, contadores, economistas, consultores y todos aquellos profesionales que son protagonistas en sus respectivas actividades. Habló por primera vez de la Responsabilidad Social Empresaria cuando no era aún una preocupación extendida –y desde ese momento publica un informe anual más otro reporte sobre medioambiente y triple impacto. Se acercó a las universidades y mostró la evolución de los contenidos académicos en maestrías y posgrados. Impuso en el mercado rankings de reputación como Las 100 mejores empresas en imagen y Los mejores empleadores. Y, de la mano de esa preocupación original por resaltar la iniciativa privada, contó la historia de cientos de emprendedores en sus inicios. Repasar la colección de la revista es encontrarse con la primera nota que dieron en su garaje o pequeña oficina de los comienzos muchos –pero muchos– de los que hoy son referentes. La gente que hace y arriesga, en todos los contextos. Hasta aquí, una breve e incompleta historia. Resulta inevitable pensar en las circunstancias económicas de los últimos 38 años que también quedaron plasmadas en las páginas. Como una prueba amarga de esa frase que se popularizó en el último tiempo (“Argentina, un país donde todo cambia en 20 días pero nada cambia en 20 años”), la agenda de problemas actuales se parece a la de las primeras ediciones con un agravante: el lamentable retroceso sufrido en términos de pobreza y bienestar en las últimas cuatro décadas. El ciclo eterno de crisis recurrentes llevó al país a crecer mucho menos que sus vecinos en ingreso per cápita y alejó con cada vuelta la necesaria estabilidad para emprender un proceso de desarrollo consistente y creíble. Tras haber explorado los extremos de la hiperinflación, la recesión con caídas récord, el endeudamiento o los picos de desempleo, las asignaturas pendientes siguen ahí, más vivas que nunca, desde un punto de partida mucho peor. Por eso hoy, en medio de una situación crítica, se necesita construir nuevamente una propuesta de futuro que revierta las expectativas negativas y permita proyectar. Consensos mínimos para empezar a recomponer la confianza –aunque la palabra consenso esté manoseada– y continuidad de políticas en el mediano plazo. Todo lo que no se intentó en el último tiempo y se viene eludiendo. Trescientos treinta números después, el sueño –de APERTURA, de una Argentina diferente– es el mismo.