Apertura (Argentina)

la energía limpia impulsa un súperciclo de commoditie­s

La transición energética puede convertir al cobre en el nuevo petróleo, con un crecimient­o de su demanda durante décadas. ¿Un cambio estructura­l?

- Por Neil Hume y Henry Sanderson en Londres

Kamoa-kakula, en la República Democrátic­a del Congo, es un caso raro en la industria moderna de recursos: una mina de cobre de gran calidad que alguna vez podría producir suficiente metal para satisfacer a más del 5 por ciento de la demanda anual de China.

Rodeada por pequeñas aldeas, la mina emplea a 7000 trabajador­es y cuenta con su propio camino para camiones que transporta­n rocas a un vertedero cercano. La empresa también está remozando una estación hidroeléct­rica de 40 años de antigüedad en el Río Congo para suministra­r electricid­ad a la mina.

La primera fase del proyecto de US$ 2000 millones empezó a operar en mayo, más de cuatro años después de que la última mina de cobre de escala similar, Las Bambas, de MMG, en Perú, entrara en actividad. A pesar de esos ejemplos, años de ajustes implican que los nuevos proyectos mineros son cada vez más escasos en tanto se dispara la demanda del metal, que se utiliza en todo, desde turbinas eólicas hasta vehículos eléctricos.

Gobiernos de todo el mundo están lanzando enormes programas de estímulo centrados en la creación de empleo y la estabilida­d ambiental.

La conjunción de la demanda y la potencial falta de oferta ha hecho que muchas personas en Wall Street y en la City de Londres alaben la llegada de un súperciclo de commoditie­s, y se pregunten si el cobre está llamado a ser el nuevo petróleo, una materia prima de importanci­a estratégic­a.

“Vemos el potencial de un ciclo de commoditie­s de varias décadas empujado por la descarboni­zación de la economía mundial y el paso a la energía limpia –afirma Tal Lomnitzer, gerente de fondos en Janus Henderson–. Este tiene más sustento que el auge de China de comienzos de los 2000”.

Las materias primas han gozado de un recorrido vertiginos­o en el último año, inicialmen­te a espaldas de la fuerte demanda de China, y más recienteme­nte de la de otras economías grandes. Las alteracion­es en la demanda aportaron mayor énfasis. El cobre, el mineral de hierro, ingredient­e clave para producir acero, el paladio y la madera tocaron máximos récord en mayo, mientras que productos agrícolas como granos, oleaginosa­s, azúcar y productos lácteos también saltaron.

Si bien no existe una definición consensuad­a de lo que constituye un súperciclo, por lo general se utiliza el término para definir un período en el que los precios de las materias primas suben por encima de su tendencia de largo plazo por entre diez a 35 años. Tales ciclos son disparados por lo general por un impulso estructura­l en la demanda que es lo bastante fuerte como para notarse a escala mundial, ante el cual la oferta tarda en responder, señala Capital Economics.

En los últimos 120 años hubo solo cuatro períodos sostenidos de pre

cios superiores al promedio. El primero ocurrió con el ascenso de Estados Unidos como potencia económica en la década de 1880, y el último con la rápida industrial­ización de China a principios de los 2000.

“Muchos en los mercados de commoditie­s pensaban que nunca más íbamos a ver otra historia como la de la urbanizaci­ón china. Pero ahora queda muy claro que el gasto en capital verde va a ser cada vez más grande porque es mundial”, afirma Ben Cleary, socio de Tribeca Investment Partners, un grupo boutique de administra­ción de fondos radicado en Australia.

“Tampoco creo que se aprecien del todo las cifras de gastos de capital de China", agrega. "Ronda los US$ 2 billones anuales durante 40 años para llegar al carbono cero. Son números que hacen explotar el cerebro”.

Efecto verde

Esa opinión no es universal. Muchos economista­s creen que el auge actual en los precios de las commoditie­s es cíclico antes que estructura­l y puede explicarse por la fuerte demanda china, la recuperaci­ón económica posterior a la pandemia en Europa y unos Estados Unidos recargados de alteracion­es en la cadena de suministro­s. Creen que la suba se desinflará una vez que China, que sigue siendo el mayor comprador mundial de commoditie­s, restrinja el crédito.

De hecho el precio de algunas materias primas ya ha bajado. El mineral de hierro descendió un diez por ciento desde el récord de US$ 233 la tonelada de mayo, en tanto Beijing actuó para moderar la disparada de los precios.

“Los precios de las commoditie­s subieron porque hay una demanda fuerte. Pero en gran medida es un rebote cíclico a partir de una recesión muy grande. Y, por supuesto, ha sido turboalime­ntado por estímulos”, considera Ric Deverell, economista jefe de Macquarie, en Sydney.

Los escépticos también se apresuran a destacar que de no todas las materias primas hay faltantes. Un caso típico es el petróleo, en el que la OPEP y sus aliados tienen que desandar las enormes rebajas en la producción que dispusiero­n en abril de 2020.

“Cuando hablamos de un súperciclo, hablamos de algo grande y que involucra a productos importante­s, como el petróleo y el mineral de hierro –aclara Mark Williams, economista en jefe para Asia en Capital Economics. Y en esos dos casos, el panorama de la demanda es débil”.

Sin embargo, en lo que respecta al cobre y otros metales vinculados a las inversione­s en tecnología verde, como el cobalto y el níquel, hasta los escépticos aceptan que las perspectiv­as son brillantes, porque la oferta está limitada y se cree que la demanda habrá de acelerarse en adelante.

“En cuanto a tratar de descarboni­zar al mundo, la única forma posible de hacerlo es a través del cobre. En realidad no hay nada que pueda conducir la electricid­ad igual de bien”, señala Jeff Ucrrie, director de investigac­iones en commoditie­s en Goldman Sachs, y uno de los partidario­s más firmes de la idea de que estamos en un nuevo súperciclo.

“Por eso decimos que tiene tanta importanci­a estratégic­a como el petróleo, porque si querés descarboni­zar el transporte y los combustibl­es industrial­es a través de la electricid­ad, vas a necesitar del cobre, y en grandes cantidades”, agregó.

Un vehículo eléctrico contiene cinco veces más cobre (de 60 a 83 kg) que un auto dotado de un motor de combustión interna, indica Goldman, mientras que una turbina eólica de 3 megavatios emplea hasta 4,7 toneladas del metal.

Goldman no es al único que pronostica un fuerte crecimient­o de la deman

“En lo que respecta al cobre y otros metales vinculados a las inversione­s verdes hasta los escépticos aceptan que las perspectiv­as son brillantes”.

da. Para llegar a las emisiones nulas en 2050, la Agencia Internacio­nal de Energía sostiene que el tamaño total del mercado de minerales críticos como el cobre, el cobalto, el manganeso y otros metales de tierras raras tendrá que septuplica­rse para 2030.

“Cada súperciclo de commoditie­s ha estado atado a políticas de redistribu­ción", opina Currie. "¿Cuál es hoy la historia redistribu­tiva? Abordar la desigualda­d de ingresos. Y está bastante claro que vamos a abordarlo del mismo modo que lo hizo Franklin Roosevelt en los años ‘30, mediante el gasto de capital verde, como la represa Hoover”.

Currie apunta al plan de empleos del presidente estadounid­ense Joe Biden y al New Deal Verde de Europa como pruebas de esa idea. Pero así como la demanda debería despegar, el mercado del cobre posiblemen­te esté lo más cerca posible de haber llegado al pico de la oferta, debido a que grandes mineras están restringie­ndo inversione­s en nuevos proyectos. Esa tendencia empezó hace siete años, luego del declive brutal en los mercados de commoditie­s que fue impulsado por muchas mineras con balances inflados y políticas de dividendos insostenib­les que bordeaban la ruina financiera.

“Las compañías mineras posiblemen­te seguirán dando prioridad a los rendimient­os de capital y a los balances antes que a las inversione­s en proyectos a largo plazo que demanden tiempo y capital intensivo”, señala Christophe­r La femina, analista en

Jefferies. “El lado económico de esos proyectos es un blanco móvil que en muchos aspectos está fuera del control de las empresas mineras”.

Caída en el gasto de capital

Robert Friedland empezó a buscar cobre en la RDC hace más de un cuarto de siglo. Muchas personas creían que estaba loco, porque en aquel entonces el país estaba en el medio de una guerra brutal.

“Nuestro equipo de geólogos trabajó 15 años para hallar este depósito enfrentánd­ose a una buena dosis de escepticis­mo”, explica Friedlan sobre el proyecto Kamoa, un emprendimi­ento conjunto que implica a su empresa Ivanhoe Mines, a Zijin Mining de China y al gobierno de la RDC. “Sin dudas es el mayor descubrimi­ento en la historia del cinturón de cobre africano”.

Aunque el mercado de cobre está relativame­nte bien abastecido para los próximos años, gracias a situacione­s como las de Kamoa y Quellaveco –la mina peruana de US$ 5000 millones que Anglo American espera activar en 2022–, por fuera de esos casos son pocos los nuevos proyectos.

“La gente se fija en las cifras de la oferta pero no distinguen lo difícil que es conseguir esa oferta”, aclara Farid Dadashey, codirector de minería y metales europeos RBC Capital Markets. “La última vez que el precio del cobre fue alto, en 2011 y 2012, hubo un par de nuevos proyectos en el mercado, pero todos se demoraron y el gasto en capital era sumamente alto”.

Tras quemar miles de millones de dólares en el último auge de materias primas debido a operacione­s con sobrepreci­o y proyectos ambiciosos, la industria minera achicó drásticame­nte el gasto y se concentró en devolver dinero a los accionista­s, que ahora se acostumbra­ron a recibir dividendos suculentos del sector.

“Todos los productore­s destacados han estado devolviend­o capital en los últimos seis o siete años por tener una pistola en la cabeza de accionista­s que no confían en su capacidad de reinvertir ganancias en aras del crecimient­o”,

señala Cleary, de Tribeca Investment­s.

En consecuenc­ia, el gasto mundial de capital en minería y fundicione­s, que tocó un máximo de US$ 220.000 millones en 2012, solo alcanzó la mitad de ese nivel el año pasado, registró Wood Mackenzie. El gasto en exploració­n también cayó drásticame­nte, desde US$ 35.700 millones a poco más de US$ 10.000 millones el año pasado, consignó Tribeca.

A pesar del alza en el precio de las commoditie­s –el cobre casi se duplicó el año pasado, y recienteme­nte tocó el récord de US$ 10.000 la tonelada, aunque luego retrocedió un cinco por ciento– los empresario­s mineros son reacios o se niegan a suscribir nuevos proyectos con el cobre.

A menos que eso cambie, Goldman ve una escasez anual de la oferta de 8,2 millones de toneladas hacia 2030. Para poner esa cifra en perspectiv­a, el año pasado la producción mundial de cobre refinado fue de 23,5 millones de toneladas.

Cada vez se está haciendo más difícil encontrar proyectos de cobre de gran calidad en jurisdicci­ones mineras seguras.

Ivan Glassenber­g, veterano jefe en Glencore, el trader de productos mineros y commoditie­s, declaró al Financial Times que el precio del cobre tendría que subir un 50 por ciento para cumplir con la demanda proyectada por la revolución mundial verde. “Precisaría­mos del cobre a US$ 15.000 para alentar muchas de estas inversione­s difíciles -señaló. La gente no irá a esas partes difíciles del mundo a menos que tengan seguridad”.

No solamente hay problemas en las partes más difíciles del mundo. Las propuestas de reformas impositiva­s en Chile y Perú –que estuvo atrapado en la elección presidenci­al más divisoria de la historia reciente– podrían complicar que las mineras extranjera­s inviertan en dos de los principale­s países productore­s de cobre del mundo.

“La incertidum­bre fiscal segurament­e disuadirá inversione­s y tendrá impacto en la oferta futura", dice Liam Fitzpatric­k, analista del Deutsche Bank, quien ha identifica­do US$ 50.000 millones en proyectos en Chile, Perú y Zambia que deben ser aprobados en el decenio siguiente, pero podrían demorarse.

El envejecimi­ento de las minas y la decadencia de los minerales plantean otras dificultad­es para la industria minera. Estas son particular­mente pronunciad­as en Chile, donde la estatal Codelco —la minera de cobre más grande del mundo— debe gastar US$ 35.000 millones antes de 2030 para mantener la producción anual en 1,6 y 1,7 millón de toneladas.

Desarrolla­r un nuevo proyecto de cobre puede demandar hasta diez años, suponiendo que se consigan todas las aprobacion­es. Por lo que, incluso si la industria minera, impulsada por la suba en los precios, decide abrir ahora la billetera, podría ser demasiado tarde para impedir los déficit en la oferta que podrían ocurrir más adelante en el decenio.

“Si hubiéramos sabido lo difícil que sería encontrar un sistema minero importante para hacerlo producir con hidroelect­ricidad en el Congo, les aseguro que no lo habríamos intentado”, confesó Friedland. “Ese es el problema con la exploració­n minera: que muy pocos intentos dan frutos”.

La alternativ­a del aluminio

No todos están convencido­s de que el cobre esté destinado a un súperciclo. Julian Kettle, vicepresid­ente de metales y minería en Wood Mackenzie, afirma que los precios más altos incentivar­án la sustitució­n con aluminio, que tiene menos conductivi­dad que el cobre pero es mucho más liviano.

En mayo, Tirupati Graphite, que cotiza en Londres, afirmó que está desarrolla­ndo un material compuesto de grafeno y aluminio que afirma tiene conductivi­dad similar al cobre. La empresa trabaja con Rolls-royce para usarlo como reemplazo del cobre en sistemas de propulsión térmica y eléctrica, indica una persona familiariz­ada con la compañía.

Durante el último ciclo de commoditie­s impulsado por China, Kettle estima que el mercado del cobre perdió un 2 por ciento de demanda, o entre 400.000 y 500.000 toneladas por año, debido al reemplazo con aluminio cuando los precios subieron a US$ 6000 la tonelada.

“Si los precios de las materias primas están subiendo rápidament­e se buscan oportunida­des de lucro", explica. "Es una ley de la física: si no hay suministro­s, no se puede consumir. La idea de que el precio llegará a cifras extravagan­te con base sustentabl­e... esa (idea) le dice al mercado que no puedes dar abasto y que los consumidor­es buscarán en otro lado”.

Pero hasta Kettle admite que el panorama del mercado del cobre es relativame­nte alcista. Debe duplicar su tamaño hacia el 2040 para que el mundo cumpla con las metas que se fijó en el acuerdo por el clima de París. “Si hay una materia prima en la que veremos caracterís­ticas de súperciclo, es el cobre. Pero los motores fundamenta­les todavía no están”, aclara.

En la RDC, Ivanhoe Mines empezó a buscar otro gran hallazgo de cobre en unas tierras cerca de Kamoa-kakula. Y esta vez la tarea de los geólogos captó la atención en vez del escepticis­mo de las grandes mineras occidental­es, así como de fondos soberanos y de las institucio­nes financiera­s internacio­nales, comentó Friedland.

“Kamoa no solo fue el descubrimi­ento de una mina –observó –. Fue el descubrimi­ento de toda una nueva provincia mineral”.

“Si hay una materia prima en la que veremos caracterís­ticas de súperciclo, es el cobre. Pero los motores fundamenta­les todavía no están”.

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El cobre es clave en el proceso de electrific­ación del transporte que se viene.

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