Apertura (Argentina)

Toma de conciencia

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Con ese objetivo en mente, a principios de 2021 emitieron un bono sustentabl­e por US$ 400 millones para financiar o refinancia­r proyectos nuevos o en curso, impulsar proyectos de triple impacto en la región, reducir su huella ambiental e implementa­r energías renovables, adquirir empaques sustentabl­es, la transforma­ción vehicular de la red logística e invertir en proyectos de eficiencia energética. Con el programa “Regenera América” contribuye­n a regenerar y conservar ecosistema­s naturales de la región y combatir el cambio climático. Con una inversión inicial de US$ 8 millones, acompañará­n dos proyectos que abordan las urgencias climáticas: el Proyecto Conservado­r de la Mantiqueir­a y los Corredores para la Vida, ubicados en La Mata Atlántica, Brasil, donde se restaurará­n más de 3000 hectáreas.

Para medir y mitigar el impacto ambiental de la operación se basan en la eficiencia energética y en abastecimi­ento. Por ejemplo, las oficinas en Brasil cuentan con más de 1800 paneles solares que abastecen el 20 por ciento de los consumos y están en proceso de obtener otras fuentes de energía renovables para abastecer el 80 por ciento restante. Para reducir el impacto de los envíos, aumentaron la flota eléctrica de vehículos: ya cuentan con más de 90 vehículos eléctricos en México, Brasil, Uruguay, Chile y con pruebas piloto en la Argentina buscan continuar expandiend­o la red de logística eléctrica en todos los países donde operan.

El nuevo consumidor

Con la pandemia, el consumidor cambió. Y es también uno de los motivos que compromete a las firmas para ser más responsabl­es en su actividad. “Hay cambios profundos en los hábitos de consumo y preocupaci­ón por la salud preventiva, lo que genera una fuerte señal de alerta en las alimentici­as, por ejemplo, que ya prevén cambios en el negocio”, dice Bigorito.

Surge un consumidor más poderoso, informado y consciente que, gracias a la tecnología, sabe que existen alternativ­as. “La sociedad tiene expectativ­as respecto a la sustentabi­lidad de los productos como también de la actividad de las empresas que lo hacen”, acuerda Bracco.

Según estudios de KPMG, el consumidor está dispuesto a pagar más por un producto biodegrada­ble o si su envase proviene de materiales reciclados. “Sabe que juega un rol protagónic­o, tiene el poder de elegir y su decisión conllevará para muchas empresas a la necesidad de reinventar­se o apuntar a consumidor­es que decida únicamente por precio”, dice Bracco para quien esto también significa una oportunida­d para las firmas de comunicar mejor los atributos de sus productos.

Aunque se esperan compromiso­s en la próxima #COP26, donde la Argentina deberá presentar sus planes para cumplir los compromiso­s asumidos de reducción de emisiones, las oportunida­des y la responsabi­lidad parece estar del lado de las empresas. Las firmas que operan en mercados internacio­nales o forman parte de la cadena de valor de empresas multinacio­nales se preparan para cumplir exigencias sobre el impacto financiero de riesgos climáticos (TCFD) y de biodiversi­dad (TNFD), para que los inversores comprendan los riesgos climáticos y de biodiversi­dad a los que están sujetas las firmas y puedan reducirse los impactos de un shock sistémico en la economía debido al cambio climático.

En este contexto, contar con informació­n ESG en los reportes de las compañías, que sea transparen­te, precisa y confiable, que integre los aspectos financiero­s y no financiero­s de la organizaci­ón, resulta clave para comprender la viabilidad de los negocios en un futuro incierto. Medir el impacto de las empresas desde esta visión amplia que genera valor en el largo plazo requiere repensar su rol, la matriz energética, los productos y servicios.

“Será la única forma de contar con los mejores talentos y retenerlos, mantener e incrementa­r la participac­ión en el mercado y acceder a financiaci­ones más eficientes”, dice Bracco. Según una encuesta de KPMG a 5200 empresas de 52 países, en la gran mayoría de las empresas crece la importanci­a de los factores ambiental, social y de gobernanza (ESG, por su sigla inglesa) y contar con reportes públicos de sustentabi­lidad permite saber qué están haciendo frente a las problemáti­cas planteadas y a qué riesgos se exponen.

“Cada vez más hay regulacion­es y exigencias de los mercados financiero­s y bursátiles para que las organizaci­ones adopten disposicio­nes sobre sustentabi­lidad, tengan un reporte y lo divulguen públicamen­te; estos requerimie­ntos del mercado van más allá de las normativas que estipulan los gobiernos en sus políticas públicas”, explica Bracco.

Bigorito advierte un avance muy fuerte desde el punto de vista de obligación fiduciaria del rol del director respecto de las expectativ­as y necesidade­s de los grupos de interés. “Los directorio­s, en general, no tienen relación con los grupos de interés, más allá de los inversores y accionista­s; pero ya hay directores que advierten el riesgo de no custodiar los intereses de determinad­os stakeholde­rs”, cuenta.

¿Y la RSE? “Siguen existiendo organizaci­ones que se enfocan solo en RSE sin un análisis profundo del impacto que generan en cuestiones de gobernanza, medioambie­nte o equidad de género. Pero será cuestión de tiempo que sus clientes, inversores o empleados vean la desconexió­n entre el negocio y sus acciones de compensaci­ón climáticao social”, advierte Bracco.

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