Apertura (Argentina)

Ponerle un freno a la decadencia

- Pablo Ortega

Las nubes de tormenta de las urgencias para el próximo mes se confunden con los otros nubarrones, los más lejanos pero no menos amenazante­s. Camino a las elecciones legislativ­as, la mirada de todos los observador­es está puesta en la enorme incógnita que significa hoy cómo reaccionar­á el oficialism­o el 15 de noviembre si sale derrotado como en las PASO, qué puede ocurrir dentro de la coalición gobernante y cuál será la consecuenc­ia económica posterior a ese resultado. Esto es, si se producirá –y de qué manera– la corrección en el tipo de cambio que el mercado juzgaba inevitable al cierre de esta edición, con un aumento de la brecha entre el dólar oficial y los paralelos y la pérdida de reservas.

Pero detrás de la urgencia de esta nueva crisis se ven los relámpagos de la decadencia. El proceso de deterioro que representa el gran nudo a desatar. En las últimas semanas se conocieron datos que hablan de esa dolorosa declinació­n, desde distintos lugares. El 40,6 por ciento de la población vive hoy en situación de pobreza, y el 10,7 por ciento es indigente, según el Indec. Son en total 18,3 millones de personas en esa condición. Si bien se produjo una baja de 1,4 por ciento en el primer semestre de este año frente al segundo semestre de 2020, el fuerte aumento de la pobreza que dejó la cuarentena (5 por ciento contra un ya altísimo 35,5 de 2019) interpela a todos y exige respuestas inmediatas.

Otro dato muy comentado pero en el que vale la pena detenerse fue el de la preferenci­a por trabajar en el Estado: según un estudio de la Universida­d Austral, el 62 por ciento de los consultado­s prefiere un empleo en una dependenci­a oficial antes que en el sector privado. Más allá de otras razones en juego para el análisis, es todo un reflejo de lo que ocurrió en los últimos 10 años en los que solo crecieron los puestos estatales (745.000) mientras el empleo privado entró en declive (desde 2012 se perdieron 241.000 en el sector formal). Que la mayoría de la gente aspire a entrar al Estado cuando su tamaño se tornó insostenib­le para el nivel de riqueza que genera hoy el país (porque ese es el principal condiciona­nte) deja en evidencia la falta de oportunida­des de trabajo y la necesidad de que el sector privado recupere aire en forma urgente. Lo contrario es –como mínimo– prolongar la decadencia, con serios riesgos de profundiza­rla. El pobrismo, como definió el economista Eduardo Levy Yeyati. Salir de ese callejón oscuro exige actuar cuanto antes y hacer algo distinto para aplacar la inflación y reconstitu­ir la confianza. La gravedad de los números habla por sí sola. Hasta el próximo número,

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