Treinta, veinte, diez, cero
Los años terminados en uno de los últimos 30 dicen mucho sobre la historia económica argentina reciente, la marcada inestabilidad y el círculo vicioso de decadencia del que el país no logra salir. En 1991 arrancaba la convertibilidad, el plan que logró bajar la inflación durante una década y transformar la economía pero engendró inconsistencias que derivaron en el estallido social de 2001, la peor crisis de la que se tenga memoria. Lo sucedido ese fatídico diciembre de corralito, 39 muertos y cinco presidentes en una semana permanece muy fresco en el recuerdo, aunque se estén cumpliendo ahora 20 años. Y el fantasma que cíclicamente acecha al sistema bancario sobre hipotéticas corridas cuando se agrava el panorama –ocurrió de nuevo hace pocas semanas– da prueba de ello. El 2011 es otro mojón de ese recorrido, pero por otros motivos. Fue el último año en el que la economía exhibió un alto crecimiento y el pico de consumo per cápita en muchos rubros. También, el final de un ciclo muy favorable de casi 10 años en el que la Argentina experimentó condiciones internacionales excepcionales y logró crecer a tasas altas, como el resto de la región. A partir de 2012, los fundamentos de ese “modelo” –que ignoró los desequilibrios crecientes que venían acumulándose– empezaron a crujir.
Y desde entonces la economía se encuentra empantanada en el barro del estancamiento, con indicadores macro y sociales que empeoraron drásticamente y una herencia de fracaso que nadie logra revertir. El cero es el momento crítico actual, con las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en pleno proceso y una enorme incertidumbre sobre lo que puede ocurrir. ¿Qué cabe esperar para 2022 y 2023? Es el tema de nuestra nota de tapa, en la que economistas, politólogos y empresarios trazan escenarios posibles. Con un piso de inflación de más del 50 por ciento, ajustes inevitables (tarifas, tipo de cambio) y encontronazos políticos dentro del oficialismo, la preocupación de los protagonistas consultados fue unánime. Ya no se puede perder más tiempo ni postergar decisiones. De ayer a hoy, casi no hay casos en el mundo de semejante retroceso económico y de cambios de orientación tan abruptos que no hacen más que acentuar la desconfianza. La materia pendiente sigue siendo encontrar un modelo consistente sin alquimias ni distorsiones que aglutine consensos y sea sostenible. Cuanto antes. Hasta el próximo número,