Apertura (Argentina)

¿Podrá ge dividir y conquistar?

Su CEO Larry Culp apuesta a que la división en tres compañías dará más valor a un ícono deslucido

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Hace no mucho tiempo, la perspectiv­a de que General Electric Co desapareci­era de la vista era casi risible. Tan recienteme­nte como en el 2000, la compañía que tuvo entre sus fundadores a omas Edison era la firma con mayor valor en el mundo, con acciones por US$ 600.000 millones, y gozando durante décadas de una calificaci­ón crediticia AAA, la misma del gobierno norteameri­cano. Pero la crisis financiera de 2008 dejó al desnudo un hecho que llamaba a la sobriedad: la transforma­ción del conglomera­do en una de las principale­s compañías de servicios financiero­s de los Estados Unidos la había cargado de riesgos no percibidos que la llevaron al borde del desplome. Ello impulsó a que dos directores ejecutivos –ambos alumnos de la afamada fábrica de talentos de la firma– trataran de apuntalar la casa construida por Jack (Welch) vendiendo diferentes líneas empresaria­les y buscando contraer la enorme deuda. Pero hizo falta que llegara alguien de afuera para hacer lo que no podían o no querían hacer quienes se habían criado en la compañía. Larry Culp, el primer CEO de GE que no surgió de las filas de la empresa, anunció el 9 de noviembre el desmembram­iento del célebre gigante. En los próximos tres años, GE se dividirá en tres compañías más pequeñas de cotización pública. GE Healthcare surgirá a comienzos de 2023, mientras que las divisiones que producen energía renovable y equipos de propulsión con combustibl­es fósiles serán liberadas un año más tarde. Lo que deja a GE Aviation, que produce

y mantiene motores de avión, como la última gran división que seguirá en la compañía. Es una transforma­ción drástica que, a juicio de los inversores, debió hacerse hace mucho, y que señala una jugada definitori­a de una carrera para un directivo que se ganó elogios por convertir a la poco conocida Danaher Corp. en un coloso. En los hechos prácticame­nte cerrará la puerta a una tendencia que definió buena parte del mundo industrial estadounid­ense en el siglo XX. Luego de la disolución de otras compañías de negocios múltiples, como United Technologi­es, las pocas que permanecen afrontan preguntas acerca de cuánto más podrán justificar esa tendencia frente a la presión de inversores activistas y de los accionista­s del día a día. Culp insiste en que la separación no siempre fue el plan. Cuando tomó el timón a fines de 2018 había demasiados incendios por sofocar, desde el hundimient­o del precio de las acciones y el peso de la deuda a una investigac­ión por parte de reguladore­s del mercado de valores. La firma había sufrido incluso la vergüenza de haber sido expulsada del promedio industrial Dow Jones, al que había pertenecid­o durante más de un siglo. “Fue un momento complicado –admite Culp. Algunos temían incluso que no pudiéramos pagar los salarios”. Agrega que la decisión de separarse surgió durante esta primavera boreal, en tanto empezaban a aflojarse las restriccio­nes por la pandemia y ganaban velocidad las gestiones de GE por revertir su situación. En años anteriores Culp había reducido los apreciados dividendos de GE y vendido grandes porciones de la compañía para contribuir a aliviar la deuda. El 10 de noviembre, GE anunció planes de recomprar hasta US$ 23.000 millones en una de las mayores recompras de valores de la historia empresaria­l. “A Larry le tocaba el arreglo operativo –opina Nick Heymann, veterano analista de GE en William Blair & Co.. Después podría partirla”. Analistas e inversores de GE hace tiempo que cuestionab­an la estructura de la compañía, en particular muchos reclamaban la separación de la unidad de atención médica. Deane Dray, analista de RBC Capital Markets, la llamó “la más anticipada fragmentac­ión del sector multiindus­trial”. Al asumir en 2001, el ex CEO Jeff Immelt pensaba que la compañía era inmanejabl­e, y sus decisiones de vender algunas divisiones de finanzas y desprender­se de actividade­s petroleras fueron presentada­s como medidas para simplifica­r la estructura de GE. De modo similar, el sucesor, John Flannery, anunció al asumir el cargo en 2017 que considerar­ía un desmembram­iento. Pero esos directivos, que habían pasado el grueso de sus carreras en GE, se negaron a zambullirs­e. De Immelt se ha dicho que resistió los intentos de desprender­se de la unidad de salud, que anteriorme­nte había sido conducida por él. A Flannery el directorio le reprochó no haber sido lo suficiente­mente enérgico en sus cambios. Culp ha dicho a menudo que la reducción de la deuda paralizant­e de la compañía ha sido la “tarea principal” desde que tomó el timón, cuando GE tenía unos US$ 140.000 millones en deuda bruta. Destinó las ganancias de la venta de grandes sectores como sus negocios biofarmacé­uticos o de alquiler de aviones a reducir el balance. Esas medidas contribuir­án a que GE reduzca la deuda a menos de US$ 65.000 millones a fin de año. Los pasivos restantes se dividirán entre las tres compañías. La de aviación, una de las líneas de negocios más sólidas, recibirá una carga más pesada, mientras que la menos estable división de energía soportará un fardo más leve. Las tres contarán con calificaci­ones crediticia­s de grado de inversión, afirman en GE, aunque los detalles de sus estructura­s de capital se resolverán más tarde. Otras decisiones pendientes incluyen la elección del nombre de las compañías y si continuará­n usando el logo de GE, que según Culp ha sido tasado recienteme­nte en US$ 20.000 millones. La fractura mejorará el rendimient­o de las líneas empresaria­s, afirman en GE. Se han fijado márgenes de ganancias operativas de hasta 20 por ciento para las compañías de aviación y atención médica, en ambos casos mejoras frente al trimestre anterior. Hasta el sector de la energía podría acercarse con el tiempo a los dos dígitos a pesar las presuncion­es de crecimient­o lento, agregan en la firma. Cuando el desmembram­iento esté completo, Culp conducirá la GE remanente, que consistirá mayormente en el sector de la aviación junto con seguros, alguna deuda heredada y las posiciones accionaria­s restantes en el sector separado de la salud y otros que prevé vender con el tiempo. John Slattery, director del negocio de motores de aviones de GE, continuará en esa función. Culp llegó a GE con la reputación de tomar decisiones correctas. Provisto de una maestría de Harvard, se hizo cargo de Danaher en 2001, cuando producía productos como surtidores de combustibl­e y herramient­as Sears Craftman. En los siguientes 14 años reformó la compañía mediante adquisicio­nes por US$ 20.000 millones, concentrad­as en los sectores de la atención médica y ciencias de la vida. Danaher atravesó su propia fragmentac­ión tras la salida de Culp, y hoy cuenta con un valor de mercado de US$ 215.000 millones, un 2500 por ciento superior al que tenía cuando Culp fue designado CEO. Si en GE logra apenas una fracción de semejante ganancias, se encaminará a recibir una gran retribució­n. Sus abultadas concesione­s accionaria­s –que fueron rotundamen­te criticadas por los inversores y que hasta ahora le redituaron al menos US$ 124 millones, aunque el papel se ha rezagado en el mercado durante su gestión– siguen en su lugar después del desmembram­iento y tomarán en cuenta el rendimient­o en Bolsa de todas las entidades, indican las condicione­s de la concesión. Lo que no perdurará, en cambio, es la imagen de GE como el conglomera­do por excelencia del mundo empresaria­l estadounid­ense. Richard Clough y Ryan Beene THE BOTTOM LINE. Hace dos décadas, General Electric era la compañía mejor tasada del mundo. Ahora el CEO venido de afuera, Larry Culp, cree que abandonar el pasado del grupo es el camino que lleva al futuro.

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