Un tiempo que no tenemos
Pese a las promesas de planes plurianuales, el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para refinanciar los vencimientos que queman seguía sin definiciones al cierre de este número, en una jugada extrema que acrecentó la preocupación del mundo económico. Nunca se entenderá –racionalmente al menos, sin considerar la especulación política– por qué el Gobierno demoró tanto en acordar con el FMI y no lo hizo durante lo peor de la pandemia en 2020, cuando las condiciones eran otras. La economía estaría hoy en una posición de menor fragilidad y habría más dólares en el Banco Central (al renegociarse los pagos que hubo que afrontar en 2021). Se perdió y se sigue perdiendo un tiempo muy valioso que la Argentina no tiene. Las reservas están en un límite, los vencimientos de deuda apremian y la incertidumbre resulta cada vez más agobiante. Pero la desconexión con las consecuencias de postergar las soluciones y no contar con un plan sigue siendo la regla. Lo mismo que las señales contradictorias. Ese tiempo que no se tiene es el que necesita el sector privado para planificar mínimamente una inversión y construir un escenario para los próximos años. Porque el crecimiento debe ser motorizado por la inversión privada y las exportaciones, y el primer paso es recrear la confianza. Pero la realidad insiste en que esa frase tan elemental no pierda vigencia.
Fuera del plano político, la palabra tiempo también sirve para dar un salto hacia otra realidad, la de cientos de miles de personas en el mundo que empezaron a replantearse su forma de vida luego de la pandemia y están renunciando a sus trabajos, cansados de las exigencias corporativas y los horarios inflexibles. El fenómeno, que arrancó con fuerza en los Estados Unidos y otros países a mitad de 2021, comienza a llamar la atención de las empresas y es el tema de nuestra nota de tapa. Hay, en el fondo, un cuestionamiento al modelo de trabajo de 9 a 18 y a las demandas que ello acarrea. La posibilidad de trabajar de manera remota y desde cualquier lugar, incluso otro país, actuó como disparador de este cambio de mentalidad, que busca un nuevo equilibrio de las prioridades. En la Argentina, la corriente adquiere otras características dada la situación económica pero los especialistas advierten que ya no serán las empresas las que elijan al candidato, sino al revés. El tiempo es uno solo y hay que saber administrarlo, parecen decir esos candidatos que se animaron a “la gran renuncia” para recuperar un balance en sus vidas. Quieren de vuelta ese tiempo que no tenían. Hasta el próximo número,