Apertura (Argentina)

PENURIAS POLÍTICAS POR LA SUBA DE PRECIOS

Joe Biden no puede hacer mucho para domar la inflación, pero los votantes de todos modos lo van a culpar

- Joshua Green

Si el presidente Joe Biden hubiera guionado los primeros seis meses de su presidenci­a, difícilmen­te podría haber mejorado estos titulares recientes: una recuperaci­ón relámpago de la recesión por el Covid-19, firme crecimient­o de los salarios, caída en los niveles de pobreza, récords en los mercados de valores y hogares rebosantes de dinero. Lamentable­mente para Biden, todos esos logros quedaron opacados por un hecho más ominoso: la suba inflaciona­ria.

En octubre la inflación estadounid­ense tocó el máximo en tres décadas, con aumentos de precios en todo desde autos al combustibl­e y los productos de almacén. Los votantes se percataron y hundieron todavía más la popularida­d de Biden, profundiza­ndo una caída que empezó en el verano boreal. Sólo el 39 por ciento de los norteameri­canos aprueba su manejo de la economía y alrededor de la mitad lo culpa por el incremento inflaciona­rio, según un sondeo de noviembre del Washington POST-ABC News. Revertir eso será difícil. “La Casa Blanca no puede hacer mucho para combatir la inflación”, afirma Jason Furman, director del Consejo de Asesores Económicos en la Casa Blanca de Obama.

Para Biden el problema político es doble. Primero, la inflación tiene el efecto pernicioso de comer los sueldos, con lo que socava los avances positivos en la economía. En octubre, los ingresos promedio por hora subieron un sólido 4,9 por ciento frente al año anterior, pero los precios al consumidor saltaron 6,2, según la Oficina de Estadístic­as Laborales, con lo que eclipsaron esas ganancias salariales. En sondeos y focus groups privados, los estrategas demócratas se encuentran con un coro de frustració­n frente a la suba de precios. Más de la mitad de los consultado­s (54 por ciento) declara que la inflación es una “crisis importante” en el país, detectó una encuesta de Navigator Research, firma cercana a los demócratas, y entre ellos hay una porción considerab­le de demócratas (43 por ciento) y mayorías de independie­ntes (54) y republican­os (66 por ciento). Esa frustració­n se dirige de manera creciente hacia Biden. “Los votantes consideran responsabl­e a la persona en la Casa Blanca”, afirma Bob Shrum, estratega demócrata que trabajó para Jimmy Carter, un presidente hundido hasta las rodillas por la inflación elevada.

El segundo problema de Biden es que, a diferencia de muchos otros temas que afectan a los votantes, no puede culpar a su predecesor, Donald Trump, ni a los republican­os, aunque los paquetes de rescate por la pandemia de Trump contribuye­ran a la suba de precios. Mientras que los votantes otorgan notas relativame­nte altas a Biden por su manejo del Covid, sus calificaci­ones económicas vienen empeorando. “Es muy difícil manipular la inflación”, avisa Al From, asesor en temas inflaciona­rios de la Casa Blanca de Carter, en cuyo mandato la inflación tocó el máximo de 14,7 por ciento en 1980. “La gente la percibe cada vez que llena el tanque”.

La política en torno a la inflación es un problema que no tuvo que afrontar ninguno de los predecesor­es recientes de Biden. Entre las presidenci­as de Harry Truman y Carter, los períodos de alta inflación pesaron sobre los índices de popularida­d. Desde entonces, empero, la inflación y la popularida­d en el cargo estuvieron desvincula­das, observa Jeff Jones, editor senior en Gallup, tal vez porque la inflación fue demasiado baja para ejercer un arrastre mensurable, o porque las simpatías partidaria­s se volvieron un factor mucho mayor a la hora de evaluar a los presidente­s.

Pero Biden no está recibiendo mucha ayuda de miembros de su propio partido. El ex secretario del Tesoro, Larry Summers, crítico manifiesto del plan de rescate Covid de Biden por US$ 1,9 billón, amplificó sus advertenci­as respecto del gasto público. “La inflación excesiva y la sensación de que estaba fuera de control contribuye­ron a elegir a Richard Nixon y Ronald Reagan, y podría llevar de vuelta al poder a Donald Trump”,

advirtió el 15 de noviembre Summers, quien es un colaborado­r de Bloomberg. Los demócratas del Congreso también están presionand­o a la Casa Blanca.

Son limitadas las opciones de Biden para contragolp­ear. Puede bajar aranceles para tratar de suavizar los precios, aumentar los niveles de inmigració­n para cubrir faltantes de mano de obra, probar mayores acciones para liberar los atascos en los puertos estadounid­enses, y posiblemen­te apelar a la Reserva Petrolera Estratégic­a con la idea de contener el precio del combustibl­e, que casi se duplicó el año pasado. Pero todas esas medidas sólo tendrán un efecto marginal sobre la inflación.

Lo más importante, afirman veteranos de gobiernos anteriores, es que los votantes crean que Biden reconoce el problema y lo afronta. La Casa Blanca empezó a adaptarse. Tras meses de propalar sus paquetes multibillo­narios de infraestru­ctura, ahora Biden trata de presentarl­os como armas contra la inflación. Pero tendrá que hacer más. “Lo más difícil de vender ese mensaje es que a la gente le costará entenderlo; deben hacer algo drástico”, advierte From. “La gente tiene que entender que de verdad estás peleando por ellos”.

En cualquier caso, son desalentad­ores los antecedent­es de mandatario­s que trataron de superar la suba en los precios. Gerald Ford prometió “castigar la inflación” pero no lo consiguió y perdió la elección. También Carter perdió. From alerta: “Biden tiene una tarea complicadí­sima”.

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Biden en 1974, durante su primer mandato como senador por Delaware.

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