Las reglas de la magia
Parte del atractivo de la literatura fantástica está en la capacidad del autor de crear mundos enteros con buen ojo para el detalle. Harry Potter, El señor de los anillos, Los juegos del hambre... todos son éxitos entre el público porque cumplieron con esa norma a la perfección: "Construí un mundo y después contá tu historia". Parte del atractivo está, entonces, en esas reglas que hacen a la verosimilitud de un relato. A nadie se le ocurriría ir contra ellas porque ese mundo creado se derrumbaría en pedazos; nadie creería en él. Reglas claras conservan la magia, lo sabemos todos los lectores. Y aunque la realidad argentina no es un cuento para niños la analogía sirve también para explicar algunas de las últimas noticias del mundo económico: el entendimiento con el FMI, las relaciones y potenciales inversiones con China en infraestructura clave, las reglas de los organismos crediticios para calcular un riesgo país récord y calificarnos como un lugar riesgoso para la inversión son todos movimientos dentro de un juego mucho más grande que, como en aquellos cuentos fantásticos, también tiene reglas. Esa serie de delimitaciones que pone el mundo son las que a la Argentina le faltan para atraer inversiones del sector privado, crear empleo genuino y convertirse en un buen deudor; de esos sobre los que se tiene certeza de pago mucho más que 24 horas antes de que venza un acuerdo y el país caiga en default.
Las empresas son también protagonistas de este relato. Para poder crecer no puede haber cambios precipitados de reglas; inexplicables giros en la trama. Un poco eso fue lo que pasó en el baile entre Mercadolibre y el Banco Central en el último mes y que contamos en nuestra nota de tapa: un volantazo con pocos ganadores pone en peligro 10.000 puestos de trabajo que este año iban a impulsar las fintech en la Argentina. No es poca cosa: durante la pandemia, las billeteras virtuales se convirtieron en protagonistas ineludibles de la vida cotidiana frente al papel y esos saldos que dejaban los usuarios, que hasta el 1 de enero se depositaban en bancos y daban unos puntos de interés a los ahorristas, ahora sirven para poco más que pagar las cuentas. En un país con 50,9 puntos de inflación anuales se pierde otra batalla a favor del bolsillo. La analogía con la Argentina no es muy rebuscada: en el mundo —en las finanzas, la economía, los negocios— tienen que existir reglas claras para tener la capacidad de poder contar nuestra historia al mundo. Y que ese relato lleno de príncipes, doncellas, magos y monstruos finalmente tenga un final feliz.