El peor impuesto de todos
Hay una frase en inglés que me gusta mucho. Dice así: "Inflation is taxation without legislation", algo que en castellano se traduciría, palabras más, palabras menos, en: "La inflación es un impuesto sin legislación atrás". Es una picardía, claro, pero sirve para ilustrar quizás el peor mal de nuestros tiempos como argentinos: la inflación como impuesto cotidiano; la forma en la que nuestro salario se vuelve cada día más endeble, dejándonos, mes a mes, un poco más pobres. La Argentina no es el único país que la sufre pero es, quizás, el mejor de sus exponentes a escala global. Este año, sin embargo, empezó con varias sorpresas: los Estados Unidos y su inflación del 8 por ciento anual podrían ser un número para festejar en nuestras tierras (¿hace cuánto que no tenemos inflación de un dígito?) pero representan un signo de preocupación en economías más estables que no están acostumbradas a variaciones bruscas en los precios. El famoso "Dollar Store", que vende artículos por US$ 1 o menos tuvo que remarcar precios: ahora las cosas salen unos centavos por encima del famoso billete con la cara de George Washington. The times, they are a-changing.
Para los ahorristas argentinos también significó un golpe, aunque muchos todavía no se enteraron. Así las cosas, la moneda más amada por los argentinos, el dólar, se depreció mientras juntaba polvo en los colchones locales. Los inversionistas más sofisticados tuvieron que encontrar en Cedears, plazos fijos UVA y otra serie de instrumentos una forma de escaparle a la pérdida que significó comprar dólares y dejarlos estar. Claro que los argentinos juegan a la inflación en "Hard Mode", como dirían los gamers. No solo tienen que preocuparse por la inflación del dólar o el euro, en caso de querer convertir sus ganancias en moneda dura, sino que tienen que hacer cuentas muy finas con una inflación que este año podría llegar, según consultoras privadas, al 70 por ciento. Todo un récord, inclusive para la Argentina que está acostumbrada a esta clase de sucesos. La nota de tapa de esta edición está dedicada a ese número que nos es esquivo: ¿llegará, el peor de los impuestos, al temido 70 por ciento? Tratamos de llevar un poco de claridad a un fenómeno que ya es típicamente argentino. De bajar el gasto, por ahora, ni hablemos. Gracias por acompañarnos en un nuevo aniversario. Hasta la próxima.