Una caja de Pandora
Al escribir estas líneas, habían pasado apenas horas desde que alguien se acercó a la vicepresidenta de la República, Cristina Fernández de Kirchner, con un arma y gatilló dos disparos, sin éxito. Todavía confuso, con muchísimo por esclarecer en el ámbito que corresponde –el judicial–, en otro –el político–, el frustrado atentado profundizó los contrastes. Sobre todo, por las consecuencias inmediatas. En especial, a partir del discurso presidencial que anunció un feriado nacional para que, dixit, “en paz y armonía, el pueblo argentino pueda expresarse en defensa de la vida, de la democracia y en solidaridad con nuestra vicepresidenta”. El hecho, un episodio que merece el repudio de toda la sociedad, no debía –no debe– dar lugar a grises. Pero los blancos y negros que se vieron distaron de ser los que se tenían que acentuar. Algo que imploraba prudencia y pareció ser una oportunidad única de llamado a la concordia, de un primer gran paso real de cierre de la grieta, la ensanchó, con acusaciones de un lado y del otro, producto de pasiones enardecidas con el fuego de especulaciones y teorías conspirativas más que de las certezas de una rigurosa investigación judicial. Los primeros pasos de la pesquisa alimentaron lo primero. ¿Qué tiene que ver esto con la economía? Nada. Y, a la vez, todo. El intento de homicidio agravado –así está caratulada la causa abierta contra Fernando André Sabag Montiel, el aspirante a Lee Harvey Oswald vernáculo– se produjo en la víspera del viaje clave de Sergio Massa a los Estados Unidos. Cuando usted, estimado lector, lea esto, ya conocerá las consecuencias de ese tour, que incluyó el primer test del Ministro de Economía con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Ya sabrá qué pesó más: la decisión del organismo a asumir las consecuencias de no girar los US$ 4100 millones que el país debe pagar este mes o la tolerancia hacia papeles que muestran números diferentes –mucho- a los objetivos prometidos hace seis meses. La Argentina, de más está aclararlo, no atraviesa su mejor momento económico. Arrancó el año con el objetivo de reducir la inflación, que fue 50,9% en 2021. En siete meses, acumuló 46,2%, con una variación interanual del 71%. La inevitable redistribución de subsidios en las tarifas de servicios públicos le mete más presión: ya hay economistas que pronostican un índice anual de tres dígitos. El cepo persiste. Y su permanencia, y endurecimiento, afecta ya a niveles críticos a las empresas, también jaqueadas por la creciente acción –y beligerancia– gremial. Los dólares, pese a que habrá sido un año de exportaciones record, no alcanzan. La forma más sana de cortar el círculo vicioso en el que la economía se enrosca desde hace más de una década es con inversiones. Para eso, se necesita estabilidad. Calma. Paz. Hasta ahora, el reclamo más fuerte de los empresarios fue la claridad de reglas. La Argentina ya era imprevisible ANTES de lo ocurrido esa noche de jueves, en la recoleta esquina de Uruguay y Juncal. La gravedad del atentado –y todo lo que desencadenó– amenaza con una oscuridad muchísimo más profunda. Inesperada, además. Uno de esos cisnes negros que son un punto de inflexión, un cambio de época en la historia de un país. La bala no salió. Pero el disparo abrió una caja de Pandora que podría tener consecuencias incalculables.