Las cubiertas siguen ardiendo
Cosas de la tecnología, la charla, que debía ser a través de una de las aplicaciones más usadas, terminó siendo una videollamada de Whatsapp. Durante cerca de una hora, Pablo Di Si describía desde Washington, adonde ya se había asentado definitivamente, los sueños y desafíos que enfrenta en su nuevo destino. A fines de julio, Volkswagen lo designó presidente y CEO de Volkswagen Group of America y CEO de Volkswagen Region North America. Cargos que se resumen en una responsabilidad: liderar hacia el éxito a la automotriz alemana en uno de los dos mercados del mundo en los que más apuesta crecer, en particular, con sus vehículos eléctricos. La idea era hablar para la nota de tapa de esta edición. Que Di Si, un argentino que voló alto en la industria automotriz global, compartiera los objetivos y desafíos que enfrentará para cumplir con el Sueño Americano. Pero la actualidad argentina –imprevista, irreverente y, por eso, eternamente atractiva–, siempre encuentra la forma de filtrarse. Al mismo tiempo que se realiza, en el Ministerio de Economía, Sergio Massa recibía a la cadena de valor de la industria automotriz para esbozar algún intento de solución que reactivara la producción de vehículos: a esa altura, ya habían sido dos las automotrices que habían parado por falta de cubiertas, a un costo de más de 1000 vehículos diarios y US$ 20 millones en exportaciones perdidas cada 24 horas. Gestos de incredulidad en su rostro cuando se le cuentan algunas propuestas oídas en esa reunión, transmitidas online vía mensaje de texto por testigos in situ. Cuando parece que está mal, el país siempre encuentra la forma de estar peor. Por más que, durante mucho tiempo, fueron muchas las voces que profetizaron el final. El conflicto entre el Sutna y las tres plantas de cubiertas que hay en el país –Bridgestone, Fate y Pirelli– acumuló cinco meses de paros, bloqueos e, incluso, la toma de un ministerio. Más de 30 audiencia fracasadas hasta que en la número 36, finalmente, hubo paz forzada. Para la paritaria vencida se acordó algo que, en esencia, no difirió mucho a lo que en mayo habían propuesto las empresas. El gremio se garantizó un 10% por encima de inflación. Lo celebró como un triunfo. Incluso, pese que arrió la bandera que había enarbolado durante toda su lucha: el pago al 200% de las horas trabajadas en fines de semana. Más allá del número, lo relevante fue la señal. Con pronósticos de inflación del 100%, días después, La Bancaria renegoció su paritaria en un 94%. Y Pablo Moyano prometió que el paro que lideró su amigo Alejandro Crespo sería “un poroto” al lado de lo que podrían hacer sus camioneros.