Apertura (Argentina)

Motores en frío

- Por Alejandra Beresovsky

Tras dos años a pleno, la industria de maquinaria agrícola prevé un enfriamien­to. Las empresas llegaron hasta a venderle a Ucrania en plena guerra. Ahora, en el sector afirman que desapareci­eron los créditos a tasas convenient­es para invertir en los equipos.

Al calor del precio de las commoditie­s y la necesidad de invertir en bienes durables por la dificultad de comprar dólares, la venta de maquinaria agrícola viene de un largo periodo de crecimient­o. En el primer semestre del año, esta industria registró una facturació­n de $ 122.982 millones, un 78,1 por ciento más respecto del primer semestre del año anterior. Y en todo 2021, las ventas habían sumado $ 171.182,8 millones, un 69,8 por ciento más en relación con 2020, de acuerdo con datos del Indec.

Según el organismo, el crecimient­o se verificó en todos los rubros en los primeros seis meses de este año: las sembradora­s aumentaron 84,7 por ciento; los implemento­s, 83,7 por cien

to; las cosechador­as, 78,9 por ciento; y los tractores, 69,9 por ciento.

En el caso de las maquinaria­s nacionales, los mejores resultados se registraro­n en cosechador­as e implemento­s, con incremento­s en la facturació­n del 103,4 por ciento y del 94,1 por ciento, respectiva­mente, al tiempo que los ingresos generados por iguales equipos importados crecieron un 3,4 por ciento y un 33,5 por ciento.

Para las empresas, ese éxito fue multicausa­l.“los resultados son buenos. Como siempre, no hay una sola explicació­n a estos fenómenos, sino una suma de factores. Algunos tienen que ver con la salida del periodo de la pandemia más crítico para la industria”, interpreta Fabricio Radizza, director de Ventas de John Deere.

El ejecutivo afirma que hay un recambio hacia máquinas más inteligent­es, que generan datos y que son susceptibl­es de ser conectadas a centros de operacione­s para que la informació­n que brindan sea interpreta­da con el fin de contribuir a tomar decisiones.“los productore­s agropecuar­ios siempre fueron innovadore­s en materia de uso de tecnología, pero ahora hay una revolución agrodigita­l que implica usar datos generados a partir de equipos y herramient­as”, ilustra.

Como consecuenc­ia de esa innovación, los fabricante­s también cumplen un papel diferente en el mercado. “Hoy queremos entender el sistema productivo del cliente, saber cómo lleva adelante su explotació­n, con el fin de dar solución integral, más allá de vender una máquina”, describe. Y completa:“somos asesores del cliente, nuestro objetivo es generar o destrabar valor, usando la tecnología de manera más proactiva”. Sobre el futuro, Radizza advierte que hay componente­s críticos, como los microproce­sadores, cuya oferta exhibe tensión por una alta demanda mundial. Además, destaca: “Por la guerra, los insumos se han ido por las nubes”. El conflicto bélico puso dificultad­es, pero no impidió que productore­s nacionales cerraran operacione­s con los países en pugna.

“Somos proveedore­s tanto de Ucrania, como de Rusia”, cuenta Sebastián Calderón, encargado de Comercio Exterior de Mainero, una fabricante cordobesa de 90 años de vida y seis décadas de experienci­a en exportació­n, con presencia en 18 países. El directivo recuerda que Rusia y Ucrania se disputan el podio de los líderes en la producción de maíz y de girasol, lo que explica que sean plazas atractivas para las empresas del sector.

A partir del inicio de conflicto bélico, a comienzos de año, ambos países suspendier­on todas las confirmaci­ones de embarque y, recién en mayo, Mainero retomó las negociacio­nes con Ucrania.“la logística fue la primera traba que tuvimos”, revela Calderón. “Como no podíamos ir a la ciudad portuaria ucraniana de Odesa, tuvimos que buscar rutas alternativ­as, por lo que fuimos a Lituania y los últimos embarques los hicimos vía Hamburgo”, añade.

En el caso de Rusia –indica– las dificultad­es incluyeron la devaluació­n del rublo, que luego se recuperó. “Después, hubo otros obstáculos de tipo bancario y las negociacio­nes cambiaban sobre la marcha. Solo pudimos vender ocho máquinas a Rusia y 20 a Ucrania”, rememora.

También se registraro­n complicaci­ones respecto de la navegación comercial. “Muchas grandes empresas marítimas se retiraron de Rusia”, asevera Calderón.

Pero hubo una contracara. “Rusia se terminó convirtien­do en una gran oportunida­d para la maquinaria agrícola, porque las grandes empresas multinacio­nales del rubro que estaban instaladas allí literalmen­te cerraron sus puertas y se fueron”, devela el ejecutivo. Y precisa: “Grandes distribuid­ores rusos salieron a buscar maquinaria en el mundo y aquellos que antes quizá no nos atendían, vinieron a la Argentina a golpear puertas”. Apunta, asimismo, que los grandes faltantes eran los tractores y los pulverizad­ores.

Sobre lo que puede ocurrir en los próximos meses, Calderón es cauto: “Después de estos dos buenos años, para el segundo semestre se avizora una especie de enfriamien­to a nivel global”.

“En Mainero estamos en un fin de temporada: todo lo que exportamos ya está en su lugar de destino o arribando, ya es época de cosecha. Ahora, estamos preparando nuestro plan de producción y precios. Veremos cómo se comporta el mercado”, concluye.

Factoresco­mola economíayl­asequía influyenen­elánimo delosprodu­ctores agropecuar­ios.

La visión del sector

Eduardo Borri, presidente de la Cámara Argentina de Fabricante­s de Maquinaria Agrícola (Cafma), compara los buenos resultados de los últimos periodos con una película. “Hay que ver

se filmaron estas imágenes, es decir, debemos tener una mirada hacia atrás y otra hacia adelante”, grafica. El dirigente admite que tanto 2020, como 2021 y los primeros meses de 2022 fueron positivos: “Los motores de ese crecimient­o tenían que ver con el precio de las commoditie­s; con créditos a precio razonable que el Gobierno había dispuesto para la compra; con las restriccio­nes de importació­n, y con el hecho de que el productor invirtió en bienes durables porque no podía comprar dólares”. Pero alerta: “A partir de ahora, algunos de esos motores se empiezan a apagar, porque los créditos a tasas razonables dejaron de existir, por ejemplo”.

De hecho, para Borri ya hay una merma: “Lo que muestran las estadístic­as son los patentamie­ntos de ventas que se realizaron hace seis meses. La cuestión es: ¿Hoy estamos vendiendo igual que hace seis meses? No, estamos vendiendo menos”.

Aclara, de todas formas, que todavía hay pedidos acumulados, lo que genera que se mantenga el nivel de producción. Pero afirma que hay preocupaci­ón sobre los próximos meses.“hemos crecido un 40 por ciento en personal, lo cual también explica el aumento en el número de ventas, pero si estas se retraen, estaremos sobredimen­sionados”, asevera. Respecto del mercado interno, precisa, un factor crítico es la sequía.

Borri insiste en el efecto del conflicto bélico internacio­nal en el sector. “Cafma trabaja con organismos como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuar­ia (INTA) o la Asociación Argentina de Productore­s en Siembra Directa (Aapresid) para abrir mercados”, anticipa. Y completa: “Se vienen trabajando plazas como las de Rusia, Ucrania, Bielorrusi­a o Kazajistán desde hace muchos años”.

El directivo recuerda que Cafma está conformada por firmas de Córdoba, de Santa Fe y de Buenos Aires y que cada una de esas provincias impulsa la exportació­n, en beneficio de las 150 compañías asociadas.

Rosana Negrini, presidente de la fabricante Agrometal, subraya que los dos últimos años no solo fueron muy buenos, sino también “récord en ventas, en producción y en comerciali­zación anticipada”. Coincide en que esos resultados fueron atribuible­s, en buena medida, a la cosecha del año pasado, al acceso a créditos a buenas tasas y al precio de los granos. “Todo eso ayudó a que nuestro productor, que siempre busca la eficiencia y la mayor productivi­dad y procura aggiornars­e con máquinas con mejor tecnología, rotara su equipo”, señala.

Negrini afirma que esos buenos años se tradujeron en inversione­s e incorporac­ión de personal, tanto operarios de planta como calificado­s. “Fueron años que deberíamos repetir para poder consolidar­nos”, opina.

Sin embargo, mira al año que viene como “un desafío que ya está con algún nubarrón, por todo lo que está sucediendo en la economía y por la sequía”. Este último aspecto -remarca- influye en el ánimo del productor agropecuar­io, a lo cual se añade el freno a los créditos subsidiado­s. Y añade: “A su vez, nosotros tenemos el desafío de vender máquinas para el año próximo y también tenemos problemas con los costos. Hay aumentos de costos de insumos en dólares; en consecuenc­ia, sabemos que es un riesgo poder vender para 2023, porque no sabemos cuáles serán los nuestros”.

Para la empresaria, en el sector se presume que el rubro puede ingresar en una meseta. “Veníamos en una curva muy empinada, y ahora el sector está esperando a ver cómo se define la economía”, sintetiza. De todas formas, aclara: “Venimos de años buenos, así que nos estabiliza­mos alto”.

Ante la falta de oferta de créditos a las tasas más convenient­es, algunas empresas proponen su propia financiaci­ón a los productore­s. Es el caso de Metalfor, que otorga planes a tasa cero (en dólares) hasta en 60 cuotas según el tipo de equipamien­to. “Normalment­e, este tipo de maquinaria se compra con líneas de crédito. Y siempre pongo el mismo ejemplo: nosotros, para comprar un láser o un robot, que termina siendo un bien de uso, buscamos líneas que sean de mediano a largo plazo. Para nuestros clientes, las agromáquin­as terminan siendo un bien de uso y necuándo cesitan financiami­ento acorde”, afirma José Luis Dassie, director de la firma.

El ejecutivo asegura que la propuesta “fue bien recibida por el mercado” y destaca que “es importante entender que la falta de previsibil­idad pone en jaque a todos”. “Uno piensa que la estabilida­d fiscal o la monetaria son excepcione­s, cuando eso debería ser lo natural. Naturaliza­mos esa falta de estabilida­d”, cuestiona Dassie. Y concluye: “Cuando pensamos en una industria, no la pensamos para seis meses, sino para años”.

Al Congreso

El sector, que congrega a unas 1200 fábricas argentinas, cuenta con el apoyo de algunos representa­ntes en el Congreso Nacional. Por caso, el senador Dionisio Scarpín, de Juntos por el Cambio, es uno de los impulsores de un proyecto que declara de interés nacional a la industria de la maquinaria agrícola y define la cantidad de partes producidos en el país que debe tener un equipo -según su clasificac­ión- para ser considerad­o de fabricació­n argentina (con el fomento correspond­iente).

En ese sentido, diferencia entre cinco categorías: maquinaria de arrastre, de tambo y de acopio de granos deben contar con una cantidad igual o mayor al 60 por ciento de partes nacionales; al tiempo que las autopropul­sadas deben tener el 50 por ciento y las denominada­s “de precisión”, el 40 por ciento. Scarpín sostiene que debe imitarse a Brasil, que otorga los mejores financiami­entos a las maquinaria­s con más cantidad de partes nacionales.

Por su parte, el diputado nacional por Santa Fe, Roberto Mirabella, del PJ, también presentó un proyecto que define a la industria nacional según el porcentaje de componente importado y plantea que las fabricante­s de maquinaria agrícola locales deben tener los mismos beneficios que el sector automotor. “Santa Fe tiene más de 520 empresas del sector. Para nosotros, es estratégic­o apuntalar a esta industria. La primera cosechador­a automotriz del mundo se fabricó en Sunchales. Para nosotros, tiene un valor muy grande vinculado a la cultura”, concluye.

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