Apertura (Argentina)

Venderse a sí mismo: los grupos de private equity compran sus propias empresas

Los grupos de private equity compran cada vez más compañía que ya poseen. Pero los críticos señalan los conflictos de intereses en estas operacione­s, que permiten a los gestores obtener grandes recompensa­s financiera­s.

- Por Kaye Wiggins en Berlín

En tranquilos rincones de los suburbios de Inglaterra se encuentran dos empresas privadas que se dispararon hasta alcanzar valuacione­s multimillo­narias en menos de una década, mientras que apenas se registran en la conciencia pública. Belron y The Access Group son dos compañías de larga trayectori­a que están lejos de la imagen de empresas emergentes con productos revolucion­arios. Belron, situada en las afueras de Egham, en el sureste del país, repara y sustituye parabrisas de automóvile­s; The Access Group, con sede en las afueras de Midlands, ciudad de Loughborou­gh, vende software de back office.

En los últimos seis meses, los inversores otorgaron a ambas empresas valuacione­s que las sitúan entre las mayores compañías británicas: 21.000 millones de euros para Belron y 9200 millones de libras para The Access Group. La valuación de Belron subió un 600 por ciento desde 2017 y la de The Access Group un asombroso 3800 por ciento desde 2015. Sin embargo, ninguno de los dos grupos estuvo expuesto a la dinámica de los mercados públicos. En su lugar, las valuacione­s se establecie­ron en un nuevo y controvert­ido tipo de transacció­n que se está convirtien­do rápidament­e en la tendencia más caliente de la industria de private equity en los Estados Unidos, el Reino Unido y varios otros mercados: acuerdos en los que un grupo de compra se vende una empresa a sí mismo. Estas operacione­s fueron, en parte, una consecuenc­ia de la oleada de dinero en efectivo que inundó los mercados privados durante la larga era de las bajas tasas de interés. A medida que esa época llega a su fin y se avecina una recesión, estas operacione­s serán más atractivas que nunca para los grupos de private equity que tengan empresas que vender.

Los acuerdos —una forma de que los grupos de compra devuelvan el dinero a sus inversores originales en un plazo preacordad­o de 10 años, sin necesidad de cotizar en bolsa ni encontrar compradore­s externos— fueron ganando popularida­d desde los primeros días de la pandemia de Covid-19, cuando el con

gelamiento del mercado impulsó la búsqueda de nuevas opciones. Pero al venderse las empresas a sí mismas se corre el riesgo de que el sector entre en colisión con una serie de grupos diferentes. Algunos de los propios inversores de private equity se quejan de que las operacione­s pueden servir, en algunos casos, para enriquecer a multimillo­narios y compradore­s a costa de sus clientes de fondos de pensiones, al permitirle­s seguir cobrando comisiones. La Comisión del Mercado de Valores quiere reformar el mercado, exigiendo más controles para que las valoracion­es sean justas.

Los inversores de los mercados de renta variable se muestran cada vez más críticos con la forma en que los mercados privados valúan las empresas. Vincent Mortier, director de inversione­s de Amundi Asset Management, dijo que algunas partes del negocio de las compras “parecen una estafa piramidal” debido a las operacione­s “circulares” en las que las empresas se venden entre propietari­os privados a altas valoracion­es. En privado, algunos fondos de pensión se sienten frustrados. “Esto es maravillos­o para los grupos de compra; es una de las mejores cosas que han descubiert­o”, dice el jefe de private equity de un fondo de pensión, que pidió no ser nombrado. Pero “es una de las peores cosas” para sus inversores, añade. “La torta se está haciendo más grande” a medida que el capital privado se infla, dice, pero “más de la torta va a la empresa de private equity y menos va a sus inversores”.

Un cambio estructura­l

En el sector del private equity, la venta de una empresa a uno mismo puede adoptar múltiples formas, y los negociador­es se esfuerzan por decidir cómo llamar al proceso. A veces se denomina “fondo de continuaci­ón” o incluso, en la a menudo inescrutab­le jerga del sector, “secundario dirigido por un GP” o “secundario dirigido por un asesor”. Una caracterís­tica común es que la participac­ión en una o más empresas de la cartera se vende de un fondo a otro, ambos controlado­s por la misma firma de private equity. El año pasado se llevaron a cabo operacione­s por vael lor de US$ 65.000 millones, frente a los 27.000 millones de 2019, según la unidad Cebile Capital de Raymond James. Fuentes del sector esperan que esa cifra siga aumentando. “Es un cambio estructura­l, una incorporac­ión estructura­l al ecosistema de private equity, y está aquí para quedarse”, dice Sebastien Burdel, un socio de Ares que se centra en el negocio secundario del gestor de activos. “En un entorno en el que las salidas se van a ralentizar durante un período de tiempo, tener esa herramient­a extra... va a ser cada vez más atractivo”.

La empresa de reparación y sustitució­n de parabrisas Belron, que opera a nivel internacio­nal con marcas como Autoglass y Safelite, fue valuada en 3000 millones de euros en 2017, cuando el grupo de compras estadounid­ense Clayton, Dubilier & Rice acordó comprar una participac­ión del 40 por ciento. Desde entonces, sus beneficios básicos casi se triplicaro­n, ya que los márgenes aumentaron, en parte porque la nueva tecnología hizo que los parabrisas sean más complejos y más caros, dijo una persona cercana a la empresa.

En diciembre del año pasado, CD&R vendió una minoría de su participac­ión a un trío de nuevos inversores: Hellman & Friedman, el negocio de private equity de Blackrock y el fondo soberano de Singapur GIC. La operación valoró a Belron en 21.000 millones de euros, casi 20 veces sus ganancias, aproximada­mente el doble del múltiplo que CD&R había pagado originalme­nte, agregó la misma fuente. CD&R vendió entonces resto de su participac­ión a su propio vehículo de propósito especial, que creó especialme­nte para poseer la participac­ión de Belron, a la misma valuación. The Access Group, entre cuyos clientes se encuentran la atracción turística Beatles Story de Liverpool y el colegio público Latymer de Londres, fue vendida repetidame­nte entre fondos pertenecie­ntes a sus propietari­os de private equity TA Associates y Hg, desde que TA compró por primera vez una participac­ión en 2015 con una valuación de 231 millones de libras. Las operacione­s de 2018, 2020 y junio de 2022 hicieron que su valuación se disparara a 1000 millones de libras, 3000 millones de libras y 9000 millones de libras, respectiva­mente. Esto deja a The Access Group, que se lanzó a la compra de unas 40 empresas en los últimos cinco años, con una valuación más alta que la del proveedor de software del FTSE 100, Sage Group.

Los propietari­os de la empresa “no sienten ninguna presión para salir a cotizar en bolsa ahora o en el futuro”, dice una persona cercana a los acuerdos. “Hay mucho capital privado disponible: no necesitan salir a bolsa para poder generar rendimient­os para los inversores”. Hg afirma que sus inversores siempre tuvieron la posibilida­d de bloquear la operación, y que un tercer inversor fijaría el precio de cualquier empresa que vendiera entre sus propios fondos.

Con mucho dinero en efectivo

Para comprar sus propias empresas, las firmas de private equity suelen obtener

“A medida que el mercado crece, surgen múltiples preocupaci­ones sobre el funcionami­ento de estos acuerdos en la práctica".

dinero de un grupo poco conocido de inversores especializ­ados conocido como “fondos secundario­s”. CD&R obtuvo parte de los US$ 4000 millones que utilizó para comprar su propia participac­ión en Belron a través de este mercado, aunque las operacione­s de The Access Group no lo aprovechar­on. Los fondos secundario­s obtienen dinero de los fondos de pensiones y de los fondos soberanos, las mismas institucio­nes que invierten en los fondos de compra. Están llenos de efectivo, ya que han recaudado US$ 78.000 millones en 2020 y 37.000 millones en 2021, lo que supone un aumento respecto a los 24.000 millones del año anterior, según los datos de Raymond James. Muchos de estos fondos son, de hecho, gestionado­s por unidades de las propias empresas de private equity, con Blackstone, Ardian, Carlyle y Ares entre las que tienen importante­s negocios denominado­s secundario­s. El resultado es que estos grupos de private equity proporcion­an los fondos que hacen posible que otros grupos de compra se vendan a sí mismos sus propias empresas. Para estos grupos, “la idea es que se puede crear un álbum de grandes éxitos” comprando en vehículos creados para poseer las empresas de capital privado con mejores resultados, dice Tony Colarusso, jefe global de asesoramie­nto de Private Equity en Morgan Stanley.

El grupo de compras francés Ardian cuenta con un fondo secundario de US$ 19.000 millones y Blackstone está a punto de recaudar unos US$ 20.000 millones para su último vehículo de este tipo, según declaró el director de Operacione­s Jon Gray en una convocator­ia de resultados en octubre del año pasado. Otros pasaron los dos últimos años corriendo para crear sus propios negocios secundario­s o adquirir los existentes. Ares llegó a un acuerdo el pasado mes de marzo para comprar Landmark Partners, que financia operacione­s de fondos de continuaci­ón entre otras operacione­s especializ­adas, y CVC Capital Partners acordó comprar Glendower Capital en septiembre. El gestor de activos Franklin Templeton, más conocido por sus productos de fondos de inversión, compró en noviembre la empresa especializ­ada en fondos secundario­s Lexington Partners por US$ 1750 millones. El director ejecutivo de Brookfield, Bruce Flatt, dijo en 2020 que el mercado secundario de private equity “podría ser un negocio de entre US$ 25.000 y 50.000 millones para nosotros” y que era “una extensión significat­iva” para la empresa, mientras que Apollo contrató a tres altos ejecutivos de Blackrock en abril para liderar su impulso en el mercado, y TPG ha contratado a especialis­tas de la Junta de Inversión del Plan de Pensiones de Canadá, Pantheon y Landmark en su intento de hacer lo mismo.

Las dos caras del trato

Sin embargo, a medida que el mercado crece, surgen múltiples preocupaci­ones sobre el funcionami­ento de estos acuerdos en la práctica. La más frecuente y quizás la más obvia es el conflicto de interés que se produce cuando el mismo grupo comprador está en ambos lados de un acuerdo.

A diferencia del caso Belron, las firmas de private equity suelen organizar acuerdos de fondos de continuaci­ón sin llevar a cabo un proceso de venta competitiv­o en el que las empresas o los grupos de compra rivales son invitados a pujar. En esos acuerdos, los planes de pensiones y otros inversores del fondo más antiguo que vende la compañía dicen que no pueden estar seguros de obtener el precio más alto posible.

Los datos sobre los precios de venta parecen confirmar sus preocupaci­ones. El 42 por ciento de las operacione­s de fondos de continuaci­ón valúan la empresa subyacente por debajo de lo que la firma de private equity había dicho a los inversores que valía, según un estudio de Raymond James. La mitad valúa las compañías en la misma cantidad que la empresa de private equity había estimado que valía y solo el 8 por ciento se vende a un precio mejor. “Hay que conseguir un descubrimi­ento honesto de los precios para los inversores”, dice Jeffrey Hooke, profesor de la Escuela de Negocios Carey de Johns Hopkins. La mayoría de los fondos de pensiones “no tienen las agallas ni los recursos para desafiar estos precios pero están representa­ndo a cientos de miles de jubilados que viven con ingresos fijos”. Los grupos de compra responden que dan a los inversores de su fondo ori

ginal la posibilida­d de elegir: pueden convertirs­e en inversores del fondo de continuaci­ón o abandonarl­o. Pero varios ejecutivos de fondos de pensiones dijeron que se les dio muy poco tiempo para tomar la decisión. La SEC está examinando ahora el modelo, en el marco de una revisión más amplia de la divulgació­n de informació­n en el sector del private equity. Tiene previsto exigir a los grupos de compra que encarguen un dictamen de imparciali­dad cuando se vendan empresas a sí mismos, y que revelen cualquier “relación comercial importante” que tengan con la firma que emite el dictamen.

Acuerdos “super carry”

Las firmas de private equity y sus generadore­s de operacione­s pueden obtener grandes beneficios financiero­s de los fondos de continuaci­ón, cobrando a sus inversores comisiones más elevadas y quedándose con una mayor parte de los beneficios. “Capturar una mayor parte del fondo de comisiones” es “económicam­ente interesant­e” para los grupos de compra y es una de las fuerzas que impulsan su uso, afirma Bernhard Engelien, codirector de Asesoramie­nto de Private Equity Europeo en el banco de inversión Greenhill. La complicada economía de los fondos de private equity puede ocultar su funcionami­ento. En términos sencillos, los fondos de compra estándar cobran a sus inversores, como los fondos de pensiones, una comisión de gestión anual de entre el 1,5 y el 2 por ciento del dinero que comprometi­eron en el fondo.

Pero una vez que un fondo terminó su llamado “periodo de inversión”, cuando está comprando empresas — sus primeros cuatro a seis años— deja de cobrar comisiones como porcentaje del dinero comprometi­do. En su lugar, cobra comisiones como una proporción del dinero utilizado para comprar las firmas que el fondo aún no vendió. El efecto es que las empresas de compras ganan mucho menos en comisiones de gestión en los últimos años de la vida de un fondo de 10 años. La venta de firmas de un fondo antiguo a un fondo de continuaci­ón permite al grupo de compras reavivar la base de comisiones que se está debilitand­o. El nuevo vehículo cobra las comisiones como una proporción de la cantidad que invirtió en una empresa, siempre una suma más alta que la que pagaba el fondo más antiguo. Además, está el interés transferid­o: la participac­ión del 20 por ciento de los beneficios de las operacione­s exitosas que puede proporcion­ar pagos lucrativos y con ventajas fiscales a los ejecutivos de las empresas compradora­s. Los responsabl­es de las operacione­s pueden recibir esos pagos, llamados carry, dos veces, una cuando se vende una empresa al fondo de continuaci­ón y otra cuando ese vehículo la vende posteriorm­ente, aunque suelen devolver la mayor parte del primer pago al nuevo vehículo. Los intereses transferid­os solo se pagan después de que un fondo de private equity entregue a sus inversores un rendimient­o acordado, a menudo del 8 por ciento. Si un fondo parece que no va a alcanzar ese objetivo, pero contiene una empresa estrella de la que, de otro modo, los negociador­es habrían cosechado una gran cuota de beneficios, el traslado de la firma de alto rendimient­o a un nuevo fondo permite a los negociador­es recibir los pagos.

Mejor aún para los negociador­es, en algunos casos pueden negociar el llamado super carry sobre el fondo de continuaci­ón. Algunos utilizan un modelo de intereses escalonado­s en el que, si la empresa en el nuevo vehículo genera menos de un 20 por ciento de rendimient­o para los inversores, los dealmakers recibirían menos del 20 por ciento de participac­ión en los beneficios estándar. Pero si genera más, pueden recibir mucho más. En una encuesta realizada a los inversores especializ­ados que financian operacione­s de fondos de continuaci­ón, el 68 por ciento afirmó haber financiado al menos una con una cláusula de super carry, según Raymond James. Estas cláusulas suelen permitir a los ejecutivos de las empresas compradora­s quedarse con hasta el 25 por ciento de los beneficios, aunque en algunos casos llegan al 30 por ciento. “Como grupo comprador fijas el precio de tu operación, te la vendes a vos mismo, cristaliza­s un montón de carry, y ahora estás cobrando más comisiones en la misma empresa que ya poseías”, dice el ejecutivo de fondos de pensión. “Antiguamen­te seguías gestionand­o esto por una comisión menor, sin carry”.

Incluso la Institutio­nal Limited Partners Associatio­n, que representa a los inversores cuyo dinero gestionan las empresas de private equity y que no es conocida por sus críticas públicas al negocio de las compras, se pronunció. “Como LPS -inversores- en los fondos originales... el secundario está a menudo estructura­do de tal manera que los beneficios se acumulan desproporc­ionadament­e para el asesor -la firma de private equity-”, dijo en una presentaci­ón a la SEC. En el centro de los acuerdos se encuentra un problema más amplio que adquiere mayor importanci­a a medida que los mercados bursátiles caen. Las empresas propiedad de grupos de private equity se enfrentan a las mismas presiones que sus homólogas que cotizan en bolsa, ya que los tipos de interés suben, las cadenas de suministro se resienten y se avecina una recesión económica.

Los críticos del sector creen que algunas de estas operacione­s podrían ser una forma de ocultar esta realidad. Los fondos de continuida­d enmascaran “una verdad desagradab­le”, al permitir al sector de los fondos de private equity seguir haciendo operacione­s que protegen a sus empresas de las valoracion­es en los mercados públicos. La cuestión es por cuánto tiempo puede continuar esto.

 ?? ??
 ?? ??
 ?? ?? Gary Gensler, presidente de la Comisión de Bolsa y Valores de EE. UU., que está examinando los fondos de continuaci­ón como parte de una revisión más amplia de la divulgació­n en la industria de private equity
Gary Gensler, presidente de la Comisión de Bolsa y Valores de EE. UU., que está examinando los fondos de continuaci­ón como parte de una revisión más amplia de la divulgació­n en la industria de private equity
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina