Veinte años no es nada... pero pasó mucho
Qué lindo que es estar en Mar del Plata…”. En mi mente, se fusiona el hit setentista del dúo Juan y Juan con la inmortal entonación gardeliana de “Volver”. El Coloquio de IDEA de 2022 fue especial por muchas razones: el primero 100 por ciento presencial pospandemia, la vuelta del evento a La Feliz… La situación del país, arrastrada cada vez más por la inflación hacia la oceánica profundidad de la incertidumbre. Había, no obstante, una atmósfera de caras sonrientes en el Sheraton, donde se acumulaban charlas distendidas. “No me lo quería perder: me estoy reencontrando con gente a la que no veía hacía tres años”, me cuenta un empresario, ex CEO de empresas importantes de industria pesada, de esas en las que cualquier decisión se mide en decenas de millones de dólares y, hoy, se aventura en su propio proyecto personal. Lo dice con entusiasmo genuino, casi adolescente. Cada uno tenía su motivo para que fuera especial. El mío: volvía a estar después de varios (muchos) años. Se cumplían, además, 20 del primero que cubrí. En aquel momento, no había pasado todavía un año desde el apocalíptico colapso de la convertibilidad. Todavía se oían ecos del “Que se vayan todos” y el empresariado hizo un intento por empezar a hacer oír su voz, con cierto esbozo de renovación. Una de las presencias más esperadas era la de Luis Pagani, presidente de la recién fundada AEA, uno de los legados que dejó esa crisis en el establishment. “Hay que poner a la Argentina por delante. No estoy acostumbrado a hablar. Pero hay que salir de la zona de confort y tener voz, aportar el grano de arena para que las cosas empiecen a cambiar”. No lo dijo él, sino Luis Pérez Companc. Dos décadas después y sobre un escenario. En aquel 2002, Pagani bajó la escalinata con estela de estrella de rock: un enjambre de luces, cámaras, micrófonos, grabadores y anotadores revoloteando a su alrededor. Con ausencia presidencial –Eduardo Duhalde, precursor de una tradición que continuó el matrimonio Kirchner–, la otra presencia esperada era el clásico cierre con el Ministro de Economía. Había expectativa porque Roberto Lavagna explicara cuánto duraría el veranito que disfrutaban después del estallido con el que habían empezado el año. Es que, como ahora, cruzaban el umbral hacia lo desconocido: un ciclo electoral, con la perspectiva segura –en aquel caso, predefinida– de un nuevo gobierno. Así como “Ceder para crecer”, fue la consigna de 2022, en aquel momento, la palabra era "refundación". En ambos, la necesidad de hacer hoy para cosechar mañana. En 2022, mientras los CEO de las automotrices develaban sus ambiciosos proyectos de largo plazo, calculaban si tenían que frenar sus plantas en esas horas por falta de insumos. “El empresario está preocupado por la estabilidad de las reglas de juego”, me dice Roberto Murchison, presidente de IDEA. “La viveza criolla nos llevó a la pobreza criolla”, le oí a su padre, Guillermo, presidente del Coloquio de 2006, el primero vaciado de presencia oficial, después de que Néstor Kirchner hizo tronar el escarmiento el año anterior (“Coto… yo lo conozco”). Con dudas, rumores, idas y vueltas, ahora, hubo presencia presidencial. Alberto Fernández recordó que él es él y cerró el evento, en el que hubo gobernadores y diputados, muchos, aspirantes a sucederlo. También Sergio Massa, a través de una entrevista grabada, porque estaba en los Estados Unidos. Atravesar el desierto del corto para llegar a la Tierra Prometida del largo plazo. La preocupación común, de ayer y hoy. Eliminar incertidumbre política; mejorar el poder adquisitivo del salario; el acuerdo con el FMI; tarifas; reforma tributaria; falta de crédito; respeto por las instituciones y la división de poderes. Apuntes de los tópicos discutidos, bajo el reflector y en los pasillos, en… 2002. Parafraseando a Le Pera y Gardel, “20 años no es nada”. Aunque haya pasado mucho..