Apertura (Argentina)

El año ya empezó… y con todo

- Juan Manuel Compte

En la mañana del 1º de enero, minutos antes de las 10, muchos argentinos dormían. Varios, quizás, no hacía tanto que se habían ido a acostar; otros ya estaban levantados; y alguno, tal vez, lidiaba con las secuelas de los brindis. Alberto Fernández tomó su celular. Abrió su cuenta de Twitter y empezó a teclear. “Convoqué a los señores gobernador­es que acompañaro­n al Estado Nacional en su planteo contra la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”, escribió, “para que, en conjunto, impulsemos el juicio político al presidente de la Corte Suprema, Horacio Rosatti, para que se investigue su desempeño”. El aterrizaje del éxtasis mundialist­a ya había sido brusco. Apenas 48 horas después del desbordado recibimien­to a los Campeones del Mundo, el Gobierno había pateado el tablero. Más allá de quién tenga razón –la Casa Rosada o la Ciudad–, lo grave era el mensaje: un Poder Ejecutivo que se niega a acatar un fallo de la Corte Suprema y arengó a sus gobernador­es afines a embestir contra el máximo tribunal. Es cierto: después, decidió cumplir. Pero a su manera: con bonos. En los hechos, prácticame­nte lo mismo: el fallo no me gusta; lo cumplo si quiero y como quiero. Cuando se habla de insegurida­d jurídica, pocos ejemplos tan nítidos como un presidente que, en un sistema republican­o, no respeta la máxima expresión del Poder Judicial. Con su tuit,

Fernández se empeñó en gestar una crisis institucio­nal. Sabiendo, además, que no tiene los votos en el Congreso para que prospere, lo que plantea más preguntas que respuestas sobre su objetivo. Como entona el hit mundialist­a: “No te lo puedo explicar porque no lo vas a entender”. El Presidente tuiteó recién levantado, minutos antes de embarcar hacia Brasil. Asistió a la asunción de Lula. El domingo 8, una semana después, el brasileño sufrió un tsunami verdeamare­lo que arrasó con las sedes de los tres poderes de su país, hasta entonces, sueño de noche de verano de las más afiebradas mentes bolsonaris­tas. Sofocada en menos de 24 horas, esta crisis promete consecuenc­ias, dada la grieta política –y social– en ese país. No es un dato menor. Con una Argentina hipnotizad­a hasta octubre con el “Gran Hermano” electoral, mucho del crecimient­o económico proyectado para este año -2 por ciento, después de 5,5 puntos en 2022, difundió el Banco Mundialse basa en Brasil. Un país con más integració­n financiera al mundo y en el que cualquier brisa de inestabili­dad provoca estornudos cuyos síntomas son resfríos de este lado de la frontera. Se fue 2022; llegó 2023. Y el año ya empezó con todo.

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