El desafío de ser profeta en su tierra
El 17 de enero, Javier Milei habló ante el World Economic Forum (WEF). Fiel a su estilo e historia personal, el Presidente fue con todo, como el arquero que sale con los puños a sacar la pelota o la cabeza del rival. “Hoy estoy acá para decirles que Occidente está en peligro”, arrancó. “Aquellos que supuestamente deben defender los valores de Occidente”, dijo, “se encuentran cooptados por una visión del mundo que, inexorablemente, conduce al socialismo, en consecuencia, a la pobreza”. Defendió las virtudes del capitalismo y fustigó la agenda 2030, brújula moral que, equivocados o no, tienen gobiernos y empresas de todo el mundo. Les recordó a los líderes globales que, cuando “abrazó las ideas de la Libertad”, la Argentina fue “primera potencia mundial” (sic) y citó como su faro intelectual, su “máximo prócer”, a Alberto Benegas Lynch (h). Milei repitió su leitmotiv horas después, en X, en el que celebró que “Davos” y el hashtag “#Argentinafarodelmundo” eran tendencias. Difundió felicitaciones varias que recibió: de la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, al inversor de Silicon Valley Marc Andreesen; de la presidenta del Consejo de Ministros de Italia, Giorgia Meloni, a, por supuesto, sus venerados Elon Musk y Donald Trump. Reprodujo en los días siguientes las repercusiones en distintos medios. En diálogo con The Wall Street Journal, aventuró que, por la velocidad de sus logros, la dolarización podría llegar antes de lo esperado. Milei aterrizó en Ezeiza con el pecho inflado, entusiasmado con su autopercepción de haber sido ungido como nuevo líder del mundo libre. Pero, a su vuelta, enfrentó un paro general y una crisis ministerial que promete no haber sido la última. El tratamiento de la ley ómnibus costó sangre, sudor y el capítulo fiscal, consecuencia directa de su raquitismo legislativo. El DNU sigue enfrentando las primeras escaramuzas de su guerra legal. Los “golpistas de reposera” pusieron fecha: marzo, abril… No es casual: según la hoja de ruta oficial, recién entonces pasará el tsunami inflacionario y, a la vez, empezarán a ingresar los dólares de la cosecha.
“No la ven”, el nuevo caballito de batalla de Milei para descalificar a sus críticos. A aquellos que no entienden que a Luis Caputo “habría que hacerle un monumento”. O los que no comprenden los beneficios de la caída de los pasivos remunerados del BCRA. La gente, los “argentinos de bien”, por ahora, sólo sienten los costos de ese sacrificio. Y los que, mes a mes, a medida que se les agote el crédito, necesitarán ver para seguir creyendo. Que el Presidente, tan adepto a las citas bíblicas, no olvide el desafío que significa ser profeta en su propia tierra.