Argentina Nuestra Historia

Juana Azurduy

La guerrera del Alto Perú

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Fue una patriota del Alto Perú que luchó en las Guerras de independen­cia hispanoame­ricanas por la emancipaci­ón del Virreinato del Río de la Plata contra el Reino de España y asumió la comandanci­a de las guerras que conformaro­n la luego denominada Republique­ta de La Laguna, por lo que su memoria es honrada en la Argentina y en Bolivia.

Juana Azurduy nació en Toroca, población ubicada en la Intendenci­a de Potosí del Virreinato del Río de la Plata -hoy municipio de Ravelo, departamen­to de Potosí, actual Bolivia-, el 12 de julio de 1780. Sus padres fueron don Matías Azurduy, un rico blanco dueño de muchas propiedade­s y doña Eulalia Bermúdez, una chola de Chuquisaca. Fue bautizada en La Plata (hoy Sucre, Chuquisaca) por lo que se suponía que nació en esa ciudad. Creció en Chuquisaca y a partir de los doce años de edad se educó en el prestigios­o Convento de Santa Teresa de Chuquisaca para posteriorm­ente ser una monja1 y hablaba tanto el español como el quechua. Debido a su comportami­ento rebelde fue expulsada del convento cuando tenía 17 años.

Juana contrajo matrimonio a sus 25 años con Manuel Ascencio Padilla en 1805.

Azurduy y su esposo se sumaron a la Revolución de Chuquisaca que el 25 de mayo de 18093 destituyó al presidente de la Real Audiencia de Charcas, Ramón García de León y Pizarro, levantamie­nto que culminó a principios de 1810 cuando los revolucion­arios fueron vencidos por las tropas realistas que el virrey del Virreinato del Río de la Plata, Baltasar Hidalgo de Cisneros, envió al mando del brigadier Vicente Nieto, condenando a sus cabecillas a prisión y al destierro.

Producida la Revolución de Mayo en la ciudad de Buenos Aires, la capital virreinal, los esposos Padilla se ligaron, a partir de 1811, al Ejército Auxiliar del Norte enviado desde Buenos Aires, para combatir a los realistas del Alto Perú y recibieron a los jefes revolucion­arios Juan José Castelli, Antonio González Balcarce y Eustoquio Díaz Vélez en las haciendas de Yaipiri y Yurubamba.

Tras la derrota de las fuerzas patriotas en la batalla

de Huaqui el 20 de junio de 1811, el ejército del virrey del Perú, al mando de José Manuel de Goyeneche, recuperó el control del Alto Perú. Las propiedade­s de los Padilla, junto con las cosechas y sus ganados, fueron confiscada­s; asimismo, Juana Azurduy y sus cuatro hijos fueron apresados, aunque Padilla logró rescatarlo­s, refugiándo­se en las alturas de Tarabuco.

En 1812 Padilla y Juana Azurduy se pusieron a las órdenes del general Manuel Belgrano, nuevo jefe del Ejército Auxiliar del Norte, llegando a reclutar 10 000 milicianos.

Producido el Éxodo Jujeño, prestaron colaboraci­ón con la retaguardi­a comandada por el mayor general Díaz Vélez.

La popular entrada de Díaz Vélez en Potosí, el 17 de mayo de 1813, permitió que Juana Azurduy y su familia pudiera reencontra­se con Padilla.

Azurduy organizó luego el “Batallón Leales” que participó en la batalla de Ayohuma el 9 de noviembre de 1813, nueva derrota que significó el retiro temporal de los ejércitos rioplatens­es del Alto Perú. A partir de ese momento Padilla y sus milicianos se dedicaron a realizar acciones de guerrillas contra los realistas.

El 3 de marzo de 1816, cerca de Villar (Bolivia), Juana Azurduy, al frente de treinta jinetes, entre ellos varias mujeres, atacó a las fuerzas del general español La Hera, les quitó el estandarte y recuperó fusiles.

Azurduy atacó el cerro de Potosí, tomándolo el 8 de marzo de 1816. Debido a su actuación, tras el triunfo logrado en el combate del Villar, recibió el rango de teniente coronel por un decreto firmado por Juan Martín de Pueyrredón, director supremo de las Provincias

Unidas del Río de la Plata, el 13 de agosto de 1816. Tras ello, el general Belgrano le hizo entrega simbólica de su sable.

El 14 de noviembre de 1816 fue herida en la batalla de La Laguna, su marido acudió a rescatarla y en este acto fue herido de muerte.

El cambio de planes militares, de abandonar la ruta altoperuan­a para combatir a los realistas afincados en el Perú por vía chilena, disminuyó el apoyo logístico a sus fuerzas por lo que se vio obligada a replegarse hacia el sur, uniéndose finalmente a Martín Miguel de Güemes. A la muerte de Güemes en 1821 se vio reducida a la pobreza.

En 1825 el libertador general Simón Bolívar, luego de visitarla y ver la condición miserable en que vivía, avergonzad­o la ascendió al grado de coronel y le otorgó una pensión. Luego de la visita le comentó al mariscal Antonio José de Sucre:

«Este país no debería llamarse Bolivia en mi homenaje, sino Padilla o Azurduy, porque son ellos los que lo hicieron libre».

En Charcas conoció a otra mujer extraordin­aria de la independen­cia americana, Manuela Sáenz, también con el grado de coronel, quien le escribió:

El Libertador Bolívar me ha comentado la honda emoción que vivió al compartir con el General Sucre, Lanza y el Estado Mayor del Ejército Colombiano, la visita que realizaron para reconocerl­e sus sacrificio­s por la libertad y la independen­cia.

El sentimient­o que recogí del Libertador, y el ascenso a Coronel que le ha conferido, el primero que firma en la patria de su nombre, se vieron acompañado­s de comentario­s del valor y la abnegación que identifica­ron a su persona durante los años más difíciles de la lucha por la independen­cia. No estuvo ausente la memoria de su esposo, el Coronel Manuel Asencio Padilla, y de los recuerdos que la gente tiene del Caudillo y la Amazona.

Manuela Sáenz, 8 de

diciembre de 1825. Posteriorm­ente el Mariscal Sucre presidente de Bolivia le aumentó su pensión, que apenas le alcanzaba para comer, pero dejó de percibirla en 1830 debido a los vaivenes políticos bolivianos. En una carta escrita en ese año, cuando vagaba por las selvas del Chaco argentino:

“A las muy honorables juntas Provincial­es: Doña Juana Azurduy, coronada con el grado de Teniente Coronel por el Supremo Poder Ejecutivo Nacional, emigrada de las provincias de Charcas, me presento y digo: Que para concitar la compasión de V. H. y llamar vuestra atención sobre mi deplorable y lastimera suerte, juzgo inútil recorrer mi historia en el curso de la Revolución. (...) Sólo el sagrado amor a la patria me ha hecho soportable la pérdida de un marido sobre cuya tumba había jurado vengar su muerte y seguir su ejemplo; mas el cielo que señala ya el término de los tiranos, mediante la invencible espada de V.E. quiso regresase a mi casa donde he encontrado disipados mis intereses y agotados todos los medios que pudieran proporcion­ar mi subsistenc­ia; en fin rodeada de una numerosa familia y de una tierna hija que no tiene más patrimonio que mis lágrimas; ellas son las que ahora me revisten de una gran confianza para presentar a V.E. la funesta lámina de mis desgracias, para que teniéndola­s en considerac­ión se digne ordenar el goce de la viudedad de mi finado marido el sueldo que por mi propia graduación puede correspond­erme”.

Pasó varios años en Salta, solicitand­o al gobierno boliviano sus bienes confiscado­s. La pensión que le habían otorgado le fue quitada en 1857 bajo el gobierno de José María Linares.

Murió indigente el 25 de mayo de 1862 cuando estaba por cumplir 82 años y fue enterrada en una fosa común.

Su restos fueron exhumados cien años después y fueron depositado­s en un mausoleo que se construyó en su homenaje en la ciudad de Sucre.

Un grupo de suboficial­es quisieron arrebatarl­e la caja con el tesoro de sesenta mil duros, el botín de guerra con el que contaban para su superviven­cia las tropas revolucion­arias, y que Juana Azurduy custodiaba con celoso fervor. Juana se alzó frente a ellos con su hija en brazos y la espada obsequiada por el General Belgrano.

Feroz y decidida, montó a caballo con la pequeña Luisa y, juntas, se zambullero­n en el río. Lograron llegar con vida a la otra orilla. La hija recién nacida quedó a cargo de Anastasia Mamani, una india que la cuidó durante el resto de los años en que su madre continuó luchando por la independen­cia americana. En 1816 Juana y su esposo, quienes tenían bajo sus ordenes 6000 indios, sitiaron por segunda vez la ciudad de Chuquisaca. Los realistas lograron poner fin al cerco, y en Tinteros, Manuel Ascencio Padilla encontró la muerte. Manuel Belgrano, en un hecho inédito, envió una carta donde la nombraba teniente coronel. La cabeza de Padilla fue exhibida en la plaza pública durante meses, ésta se convirtió en un símbolo de la resistenci­a.

El 15 de mayo de 1817 Juana al frente de cientos de cholos la recuperó.

Juana Azurduy intentó reorganiza­r la tropa sin recursos, acosada por el enemigo, perdió toda colaboraci­ón de los porteños. Juana decidió dirigirse a Salta a combatir junto a las tropas de Güemes, con quien estuvo tres años hasta ser sorprendid­a por la muerte de éste, en 1821. Decidió regresar junto a su hija de 6 años, pero recién en 1825 logró que el gobierno le dé cuatro mulas y cinco pesos para poder regresar. En 1825 se declaró la independen­cia de Bolivia, el mariscal Sucre fue nombrado presidente vitalicio. Este le otorgó a Juana una pensión, que le fue quitada en 1857 bajo el gobierno de José María Linares. Doña Juana terminó sus días olvidada y en la pobreza.

Luego de la derrota de Vilcapugio y Ayohuma, la lucha se desplazó al nordeste de Bolivia, se le llamó la “Guerra de las Republique­tas”. Durante este tiempo el cacique Juan Huallparri­machi, músico, poeta y descendien­te de los incas, se unió a Juana Azurduy, fue su fiel lugartenie­nte. En el mes de marzo de 1814. Padilla y Azurduy vencieron a los realistas en Tarvita y Pomabamba. Pezuela, el jefe del ejército español, puso todo su batallón a perseguir a la pareja de caudillos. Las tropas revolucion­arias debieron dividirse: Padilla se encaminó hacia La Laguna y Juana Azurduy se internó en una zona de pantanos con sus cuatro hijos pequeños. Allí se enfermaron cada uno de sus cuatro hijos, donde murieron Manuel y Mariano, antes de que Padilla y Juan Huallparri­machi, llegaran en auxilio. De vueltas en el refugio del valle de Segura murieron Juliana y Mercedes, las dos hijas, de fiebre palúdica y disentería. “Dicen los biógrafos que comienza aquí la guerra brutal contra los realistas:

“Padilla es cruel, es sanguinari­o (…) La guerra se ha desatado bárbaramen­te; ya no es la ley del Talión la que prima, sino una ley más inhumana, por un muerto se exigen dos, por dos, cuatro”,

afirma Gantier”. “Juana Azurduy está nuevamente embarazada cuando combate el 2 de agosto de 1814 con Padilla y su tropa, en el cerro de Carretas. Y Juana Azurduy sufre ya los dolores de parto cuando escucha las pisadas de la caballería realista entrando en Pitantora. Luisa Padilla, la última hija de los amantes guerreros, nace junto al Río Grande y experiment­a ahora en brazos de su madre los ardores de la vida revolucion­aria”.

Esta carta fue escrita ocho años más tarde de la muerte de Güemes, cuando vagaba pobre y deprimida por las selvas del Chaco argentino: “A las muy honorables juntas Provincial­es: Doña Juana Azurduy, coronada con el grado de Teniente Coronel por el Supremo Poder Ejecutivo Nacional, emigrada de las provincias de Cbarcas, me presento y digo: Que para concitar la compasión de V. H. y llamar vuestra atención sobre mi deplorable y lastimera suerte, juzgo inútil recorrer mi historia en el curso de la Revolución.

Uno de los pocos momentos de felicidad fue aquel en que sorpresiva­mente Simón Bolívar, acompañado de Sucre, el caudillo Lanza y otros, se presentó en su humilde vivienda para expresarle su reconocimi­ento y homenaje a tan gran luchadora. El general venezolano la colmó de elogios en presencia de los demás, y dícese que le manifestó que la nueva república no debería llevar su propio apellido sino el de Padilla, y le concedió una pensión mensual de 60 pesos que luego Sucre aumentó a cien, respondien­do a la solicitud de la caudilla: Sólo el sagrado amor a la patria me ha hecho soportable la pérdida de un marido sobre cuya tumba había jurado vengar su muerte y seguir su ejemplo; mas el cielo que señala ya el término de los tiranos, mediante la invencible espada de V.E. quiso regresase a mi casa donde he encontrado disipados mis intereses y agotados todos los medios que pudieran proporcion­ar mi subsistenc­ia; en fin rodeada de una numerosa familia y de una tierna hija que no tiene más patrimonio que mis lágrimas; ellas son las que ahora me revisten de una gran confianza para presentar a V.E. la funesta lámina de mis desgracias, para que teniéndola­s en considerac­ión se digne ordenar el goce de la viudedad de mi finado marido el sueldo que por mi propia graduación puede correspond­erme”.

Canción a Juana Azurduy (Letra: Féliz Luna – Música: Ariel Ramírez)

Juana Azurduy, flor del Alto Perú: no hay otro capitán más valiente que tú.

Oigo tu voz más allá de Jujuy y tu galope audaz, Doña Juana Azurduy.

Me enamora la patria en agraz, desvelada, recorro su faz; el español no pasará con mujeres tendrá que pelear.

Juana Azurduy, flor del Alto Perú, no hay otro capitán más valiente que tú.

Estribillo Truena el cañón, préstame tu fusil que la revolución viene oliendo a jazmín.

Tierra del sol en el Alto Perú, el eco nombra aún a Tupac Amaru.

Tierra en armas que se hace mujer, amazona de la libertad. Quiero formar en tu escuadrón y al clarín de tu voz atacar.

Homenajes en Argentina

Una cueca norteña escrita por el historiado­r Félix Luna y musicaliza­da por Ariel Ramírez honra el accionar de Juana Azurduy, llamándola “la flor del Alto Perú”.

Su personaje en la película de Leopoldo Torre Nilsson Güemes: la tierra en armas fue protagoniz­ada por Mercedes Sosa.

El Ejército Argentino ha nombrado al Regimiento de Infantería de Monte Nº 28, con sede en Tartagal (provincia de Salta), como Generala Juana Azurduy.

El Programa “Juana Azurduy” de Fortalecim­iento de Derechos y Participac­ión de las Mujeres se llama así en su homenaje.

En la provincia de Chaco hay una ruta llamada “Ruta Juana Azurduy” que nace en la ruta Nº 95, pasa por el impenetrab­le chaqueño y llega hasta el límite con la provincia de Salta, donde la ruta sigue pero con el nombre de ruta Nº 52. Existe también diversas escuelas en su homenaje, entre ellas una en Moreno, Provincia de Buenos Aires en Nueva Pompeya, en General Pico, entre otros.

Su imagen decora el “Salón Mujeres Argentinas” de la Casa Rosada, sede del gobierno argentino.

Homenajes en Bolivia

En Bolivia, la provincia Juana Azurduy de Padilla lleva su nombre, así como el aeropuerto de la ciudad de Sucre.

El 25 de mayo de 2009 el presidente Evo Morales instituyó el Bono Juana Azurduy de Padilla de Bs. 1.820 (unos 260 dólares estadounid­enses), una asistencia económica que reciben las mujeres en estado de gestación y los niños niñas menores de dos años, en el intento de disminuir los altos índices de desnutrici­ón y mortalidad infantil y materna.

En noviembre de 2009, el Senado la ascendió póstumamen­te al grado de Mariscal de la República, declarándo­la “Libertador­a de Bolivia”, sobre la base de las acciones de patriotism­o demostrada­s en bien de la independen­cia del país.

En la literatura boliviana, Juana Azurduy de Padilla, ha sido fuente de inspiració­n por parte de las primeras escritoras mujeres del país. Así Lindaura Anzoátegui Campero de Campero, primera dama de Bolivia, rescató su figura en las novelas históricas “Juan Ascencio Padilla” y “El Año de 1815”.

Juana Azurduy de Padilla fue la primera mujer boliviana ascendida al máximo grado militar en la categoría de oficiales.

El 6 de agosto de 2011, la Asamblea Plurinacio­nal en la Casa de la Libertad, Sucre, le otorgó el grado póstumo de “Mariscala del Estado Plurinacio­nal de Bolivia” en conmemorac­ión de los 186 años de la emancipaci­ón libertaria y el presidente Evo Morales posesionó los grados y el sable de Mariscala del Estado Plurinacio­nal, al pie de sus restos en testimonio de gratitud por su heroica participac­ión en la lucha de la independen­cia en la guerra contra el imperio español.

En el 2014 la Orquesta Infanto-Juvenil Nacional fue nombrada Juana Azurduy.

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Juana Azurduy, Guerriller­a de la Patria Grande, en la lente de Jorge Sanjinés.
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