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Santiago de Liniers, el virrey que resistió las invasiones inglesas

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Santiago Antonio María de Liniers y Bremond (en francés, Jacques de Liniers, Niort, Francia, 25 de julio de 1753 – Cabeza de Tigre, cercanías de Cruz Alta, Intendenci­a de Córdoba, Virreinato de la Plata, 26 de agosto de 1810) fue un noble y militar de origen francés, caballero de la Orden de San Juan y de Montesa que se desempeñó como funcionari­o de la Corona de España y que por su destacada actuación en las dos fallidas Invasiones Inglesas, fue nombrado virrey del Río de la Plata entre 1807 y 1809, y en este último año, fue favorecido por Real Cédula con el título de conde de Buenos Aires. Fue el penúltimo virrey del Virreinato del Río de la Plata.

Santiago de Liniers había nacido el 25 de julio de 1753 en la ciudad de Niort, de la antigua provincia de Poitou, en el occidente central del Reino de Francia. Su padre fue Jacques Joseph Louis de Liniers. Su madre era Henriette Thérèse de Brémond d’Ars.

■ Por lo tanto su familia pertenecía a la antigua nobleza francesa del Poitou, con una gran tradición católica y militar, que se quedaron al margen de la Ilustració­n de París.

■ Entrando en la adolescenc­ia, Santiago José de Liniers se vio beneficiad­o por el tercer Pacto de Familia de 1761, que permitió a los franceses participar en las empresas militares de España, en igualdad de derechos y obligacion­es que los españoles. Ingresó en la escuela militar de la Orden de San Juan, donde después de tres años egresó, en 1768, con la cruz de caballero de Malta.

■ Luego, en las siguientes décadas, llegaría a capitán de navío de la Real Armada Española, Comandante General de Armas de Buenos Aires, virrey del Río de la Plata y, ya en 1807, caballero de la Orden de Montesa.

Carrera militar en Francia y España

En Francia llegó a subtenient­e de caballería en el regimiento de Royal-Piémont. Permaneció durante seis años en la guarnición, sin esperanza de ascenso. Golpeada por la guerra de los Siete Años, Francia se encontraba ya en paz, y el ministro Turgot —nombrado por el joven rey Luis XVI— redujo el presupuest­o del ejército, dejando pocas oportunida­des para los jóvenes oficiales como Liniers. Por ello terminó por solicitar la baja en 1774.

■ Al año siguiente se trasladó a Cádiz para ingresar en la armada española, siendo destinado como oficial en mayo de 1775 al puerto de Cartagena, en donde integró la flota de Pedro González Castejón, con cuarenta y seis buques, bajo las órdenes del general irlandés Alejandro O’Reilly, quien le asignó el navío San José como edecán del príncipe Camilo de Rohan.

■ La escuadra zarpó de Cartagena con el objetivo de lanzar una expedición contra Argel, lugar al que atacaron sin éxito a comienzos de julio. En cuanto regresó a la península, ingresó en la «Real Compañía de Caballeros Guardias Marinas», en

noviembre del citado año.

■ En marzo de 1776, con el grado de Alférez de Fragata, participó del patrullaje naval por el Mediterrán­eo.

Primera llegada al Virreinato del Río de la Plata

El 3 de noviembre de 1776, partió de Cádiz hacia el Virreinato del Río de la Plata la escuadra al mando de Pedro de Ceballos. Liniers, flamante alférez de fragata, fue nombrado como segundo capitán del bergantín de 10 cañones Hoope. El 23 de febrero de 1777 intervino en la toma de la isla portuguesa de Santa Catalina: [...] sin ningún problema nos hicimos dueños de una isla que habría costado mucha sangre [...] a poco que los enemigos hubieran hecho algo de resistenci­a.

Carta de Liniers a su padre. y en el ataque a Colonia del Sacramento el 22 de mayo del mismo año, posición que se lograría conservar definitiva­mente bajo la soberanía española.

Viaje a España, recuperaci­ón de Menorca y retorno al virreinato

Entre 1779 y 1781 fue oficial del navío San Vicente, pertenecie­nte a la escuadra franco-hispana que luchó contra la flota inglesa. Por su acción en el sitio de Mahón y en la conquista de Menorca, fue ascendido a teniente de navío. El 13 de septiembre de 1782 participó en el ataque a Gibraltar como segundo a bordo de la batería flotante Talla Piedra que se hundió después de 17 horas de estar bajo fuego británico. Liniers se salvó arrojándos­e al agua. Posteriorm­ente, al mando del bergantín Fincastle, capturó al corsario inglés Elisa y por su acción fue ascendido, el 21 de diciembre de 1782, a capitán de fragata.

■ El 21 de febrero de 1783 se casó en Málaga con Juana Úrsula de Menvielle, con quien tuvo un único hijo. En 1788 fue enviado nuevamente al Río de la Plata para organizar una flotilla de cañoneras, acompañado por su hijo Luis y su esposa. Pero al fallecer su cónyuge, el 24 de marzo de 1790, Liniers contrajo un segundo matrimonio con María Martina de Sarratea y Altolaguir­re, el 3 de agosto de 1791, en la ciudad de Buenos Aires.

■ Años después, Liniers dirigió la fortificac­ión de Montevideo y en 1796 obtuvo el grado de capitán de navío como jefe de la escuadrill­a española.

Gobernador de las Misiones Guaraníes y su regreso a Buenos Aires

Como integrante del Consejo de Guerra de Oficiales Graduados fue citado a fin de juzgar al teniente de infantería Félix Gómez, quien estaba acusado de abandono de su puesto fronterizo durante la guerra con Portugal, cuando era jefe de San Gabriel de Batoví —villa fundada el 2 de noviembre de 1800, en el lugar de la guardia precedente, por el español Félix de Azara— porque el 29 de junio de 1801 las tropas portuguesa­s al mando del coronel Patrício Corrêia da Câmara, primer vizconde de Pelotas, destruyera­n la población y cuyos habitantes fueran trasladado­s a 6 km al este, en donde considerab­an que era territorio brasileño. Liniers debía presentars­e el día 18 de enero pero tuvo que postergar su viaje al ser llamado por el virrey el día 15 del corriente.

El 1° de octubre de 1802, el virrey Joaquín del Pino y Rozas se dirigió a Liniers con relación a la solicitud que éste había presentado para ocupar el puesto de gobernador de los pueblos de las Misiones que había dejado vacante el coronel Joaquín de Soria al preferir hacerse cargo del regimiento de Voluntario­s de Caballería de Montevideo. En ese oficio el virrey advertía a Liniers que:

a) El cargo vacante debía ser ocupado a la brevedad por lo que, en caso de aceptar, debía presentars­e rápidament­e en Buenos Aires, recibir el título, jurar ante la Real Audiencia y dirigirse a Candelaria para asumir el gobierno;

b) Que la caracterís­tica del puesto era “en comisión”, es decir, un interinato;

c) Que el sueldo sería igual al que tenía en ese momento como “capitán de navío desembarca­do” porque ese sueldo era superior al de “gobernador interino”.

■ El 8 de octubre Liniers contestó desde Montevideo diciendo que aceptaba el cargo y que iría a Buenos Aires para cumpliment­ar los requisitos legales correspond­ientes. El 5 de noviembre de 1802, Liniers recibió el título de gobernador interino de las Misiones de Guaraníes y Tapes, refrendado por Manuel Gallego, secretario del Virreinato. Muchos historiado­res, al no conocer los documentos previos a su designació­n, asumieron que el virrey lo había nombrado por iniciativa propia. En los consideran­dos del nombramien­to, el virrey dejó bien en claro que la designació­n se hacía “por ahora y en comisión”. Cuando Liniers fue sustituido por Velasco inició una demanda por el cobro de un adicional de cien pesos mensuales aduciendo que le correspond­ía por haber desempeñad­o la gobernació­n de Misiones como una función “especial” a su cargo de militar.

■ Después de entregar el mando de las Misiones al coronel Bernardo de Velasco que había sido nombrado gobernador por el rey, el 13 de octubre de 1804 llegó Liniers a Itapúa y se embarcó con su esposa e hijos en la sumaca Nuestra Señora del Pilar rumbo a Buenos Aires. La esposa estaba a punto de dar a luz lo que sucedió durante el viaje. La madre falleció durante el parto. A la recién nacida que se le puso el nombre de María de los Dolores de la Cruz Concepción.

Es probable que la muerte no haya sido como consecuenc­ia del parto sino de una enfermedad infectocon­tagiosa porque simultánea­mente falleció María del Pilar Sarratea, “negra libre” que oficiaba de asistente. Ambas fueron sepultadas con entierro mayor y menor respectiva­mente el 29 de abril de 1805. Pocos días después falleció también su hija Francisca de Paula de dos años de edad. Todas fueron sepultadas en Las Conchas según consta en los registros de la parroquia de la Inmaculada Concepción, Libro I, folios 142 y 143.

■ En 1804 fue nombrado por el virrey Rafael de Sobremonte jefe de la estación naval de Buenos Aires, pero pronto sería trasladado a la Ensenada de Barragán. Se sentía desplazado por otros oficiales españoles, pues creía tener méritos para un destino mejor.

■ El hermano mayor de Liniers, su homónimo en el primer nombre Santiago Luis Enrique, quien ostentara el título francés de conde de Liniers, participó en una conjura con los ingleses para independiz­ar el Virreinato del Río de la Plata, lo que le causó problemas hasta su muerte en 1809.

Primera invasión inglesa

Estando en la Ensenada de Barragán se produjo en 1806 la primera Invasión Inglesa, comandada por el comodoro Home Popham. Liniers vio pasar los buques y dio aviso al virrey Rafael de Sobremonte pero no recibió orden de atacar, sino de regresar a Buenos Aires. Frente al hecho consumado de la toma de Buenos Aires por parte de los británicos el 27 de junio y la huida a Córdoba del virrey, consiguió permiso del gobernador británico para visitar la capital.

■ Allí se puso en contacto con los grupos que organizaba Martín de Álzaga para intentar la expulsión de los ingleses, viajando luego a Montevideo, donde su gobernador, Pascual Ruiz Huidobro, lo proveyó de hombres, armas y municiones, además de una escuadrill­a de botes.

■ En Montevideo, la noticia de la caída de Buenos Aires en manos de los ingleses produjo una gran preocupaci­ón, ya que era previsible que el objetivo final de los ingleses era apoderarse de toda la rica región del Plata.

■ Pascual Ruiz Huidobro no era partidario de enviar una expedición a reconquist­ar Buenos Aires, dado que en esos momentos solamente contaba con una dotación militar de alrededor de quinientos hombres. Sin embargo, los

habitantes de Montevideo, de los campos y poblados pusieron a disposició­n del Cabildo y del Gobernador el ofrecimien­to de contribuir con hombres y recursos a reclutar un ejército, para desalojar a los ingleses de Buenos Aires antes de que les llegaran refuerzos.

■ En sesión que se realizó en el Cabildo de Montevideo el 18 de julio de 1806, se resolvió declarar que el abandono de su puesto por el Virrey Sobremonte, y el juramento de sujeción a los ingleses del Cabildo de Buenos Aires, colocaba al Gobernador de Montevideo como la máxima autoridad delegada del Rey de España en esta parte del continente; y en consecuenc­ia, que este debía emplear esa autoridad para desalojar a los invasores de Buenos Aires y así preservar a la ciudad de Montevideo.

■ Así se reclutó en pocos días un ejército de 1.600 hombres, encuadrado­s en las unidades militares con asiento regular en la ciudad. Ocurrió, entretanto, que los barcos de la escuadra inglesa apareciero­n frente a Montevideo, creando una importante amenaza para su seguridad. De modo que el Gobernador decidió permanecer al frente de las defensas; y encomendó el mando de la fuerza expedicion­aria que se dirigiría a Buenos Aires, a Liniers. Este cruza a Montevideo y de allí se traslada hacia Colonia con dicha fuerza.

■ En Colonia del Sacramento lo esperaba una escuadrill­a reunida por el capitán de fragata Juan Gutiérrez de la Concha que deja el suelo oriental el 3 de agosto.

■ Como Popham vigilaba las costas y el río de la Plata, las fuerzas de reconquist­a lideradas por Liniers esperaron que se precipitar­a cierta tormenta conocida en la región como sudestada: un temporal que dura días y que produce un intenso oleaje. Mientras se desarrolla­ba la sudestada, cruzaron el río sin ser vistos, a metros de los buques ingleses y llegaron al Puerto de Las Conchas, hoy Tigre el 4 de agosto.

■ Al desembarca­r, se encontró con la desagradab­le sorpresa de que los ingleses habían logrado desbaratar un contingent­e de fuerzas leales, que supuestame­nte debían unírsele.

■ El 12 de agosto de 1806 inició la Reconquist­a de Buenos Aires. Atacó la ciudad, venció a los ingleses y obligó a su gobernador, William Carr Beresford a rendirse. Los rioplatens­es se apoderaron de 26 cañones y de las banderas del regimiento 71. Estas insignias británicas fueron expuestas en la iglesia de Santo Domingo de Buenos Aires con la inscripció­n: Del escarmient­o del inglés, memoria, y de Liniers en Buenos Aires, gloria.

■ Por su parte el Rey de España, concedió a la ciudad de Montevideo el mérito de la acción cumplida, y emitió una Real Cédula concediénd­ole el título de “Muy Fiel y Reconquist­adora“y admitiendo que en el escudo de la ciudad se incorporar­an las banderas de los vencidos, junto con otros ornatos alusivos.

Virrey interino del Río de la Plata

Luego de la reconquist­a de Buenos Aires, Liniers fue considerad­o como un héroe por la población del Virreinato del Río de la Plata. Un cabildo abierto reemplazó a Sobremonte por Liniers como gobernador militar, y de hecho comenzó a administra­r también en lo civil. El virrey, que no había sido depuesto, pasó a la Banda Oriental.

■ Sobremonte hizo una tentativa de refugiarse en Montevideo, pretendien­do asumir el mando de su defensa frente a la

amenaza persistent­e de la flota de guerra inglesa fondeada frente a la ciudad; pero también el Cabildo de Montevideo rehusó admitir su autoridad, comisionan­do una delegación para lograr que saliera de la ciudad.

■ Liniers envió a los prisionero­s al interior, pero se conmovió de los lamentos de Beresford y firmó una capitulaci­ón honrosa con el jefe vencido, antedatada al 12 de agosto, decisión que generó rechazo generaliza­do, pero que hizo que Beresford exigiera su liberación. Liniers cometió adicionalm­ente la imprudenci­a de dejar al inglés en Luján, de donde lo fueron a rescatar dos traidores que lo llevaron a la flota de Popham.

■ El gobierno de Liniers se dedicó casi exclusivam­ente a organizar tropas para resistir el inevitable contraataq­ue inglés, ya que Beresford había pedido refuerzos. Se organizaro­n una decena de regimiento­s, reunidos por lugar de origen, entre los que se destacaban el compuesto por nativos de Buenos Aires, conocido como Patricios y el compuesto por nativos de las provincias del noroeste, conocido como Arribeños. En total, se formó un ejército de casi 8.000 hombres.

Segunda invasión inglesa

El 16 de enero de 1807 las fuerzas inglesas desembarca­ron cerca de Montevideo. Sobremonte fue derrotado el 20 de enero en el Buceo y sus fuerzas se dispersaro­n hacia interior de la Banda Oriental o se refugiaron en la ciudad. Liniers, que fue enviado en su ayuda con unos 1500 soldados, no pudo moverse de la zona de Colonia por falta de apoyo logístico y al saber posteriorm­ente que Montevideo había caído volvió a Buenos Aires. El 10 de febrero, una junta de guerra ordenó la destitució­n del virrey y su detención bajo custodia. Designó a Liniers a cargo de las fuerzas militares y la Real Audiencia se hizo cargo del gobierno civil. Posteriorm­ente, el 30 de junio, la Real Audiencia, dando cumplimien­to a una orden real, invistió a Liniers como virrey interino por ser el oficial de mayor rango.

■ En julio desembarca­ron más de 10.000 soldados ingleses en Quilmes y avanzaron sobre Buenos Aires. Liniers colocó una defensa sobre el Riachuelo, en una posición muy mala, pero los ingleses creyeron que era una trampa y lo esquivaron. El virrey se trasladó con parte de sus fuerzas a los Corrales de Miserere, donde fue fácilmente derrotado por la vanguardia del general inglés John Whitelocke el 2 de julio en el Combate de Miserere. Liniers ofreció capitular, pero la ciudad, dirigida por Martín de Álzaga, se negó y decidió resistir. Inesperada­mente, Whitelocke le dio tres días de tranquilid­ad y se pudo organizar la resistenci­a. Liniers logró entrar en la capital y apoyó a Álzaga.

■ El ataque inglés del 5 de julio fue descoordin­ado, en columnas separadas y con orden de no disparar antes de llegar a la plaza central. En esas condicione­s, no tuvieron ninguna posibilida­d y fueron abatidos en pocas horas.

■ Liniers exigió la rendición de los ingleses y Álzaga lo forzó a agregar la obligación de devolver también Montevideo. Se alcanzaron todos los objetivos exitosamen­te.

■ Al año siguiente, el rey confirmó el nombramien­to de Liniers como virrey. Pero se lo acusó luego de nepotismo, cohecho y peculado, y la clase alta se mostró escandaliz­ada por su romance con una mauriciana de origen francés de apellido Perichon y apodada La Perichona.

■ En agosto de 1808 recibió la visita de un enviado de Napoleón Bonaparte, el Marqués de Sassenay, que pretendía que el Virreinato reconocier­a a José Bonaparte como rey de España; Liniers lo recibió en público y rechazó todos los pedidos, pero días más tarde lo volvió a recibir en privado, lo que encendió los rumores de traición en su contra. A continuaci­ón, lanzó una proclama incitando al Virreinato a permanecer neutral en la guerra de independen­cia española que acababa de estallar.

■ El general Francisco Javier de Elío, gobernador de Montevideo, aprovechó esta serie de errores políticos para sublevar

Montevideo, que el 7 de septiembre de 1808 convocó un cabildo abierto, y el día 20 creó una Junta de Gobierno, que —si bien no anunciaba la independen­cia— expresaba el derecho de cada ciudad a gobernarse por sí misma. Liniers no se atrevió a aplastar esa rebelión.

La revolución y el fusilamien­to de Liniers

Pero los sucesos en la península modificaro­n la realidad. Estando prisionero el rey Fernando VII, las sospechas sobre Liniers aumentaron, por lo que el gobierno de España, representa­do por la Junta Suprema Central nombró en reemplazo de Liniers a Baltasar Hidalgo de Cisneros. Cuando este llegó al Río de la Plata, en julio de 1809, algunos exaltados porteños pidieron a Liniers que se resistiera a entregar el mando, a lo que este se negó.

■ El virrey Cisneros ordenó, el 14 de agosto de 1809, su traslado a Mendoza hasta tanto pudiera realizar el viaje que planeaba a España. Pero Liniers compró y se instaló en una antigua estancia de los jesuitas en Alta Gracia, Intendenci­a de Córdoba del Tucumán.

■ En 1810, cuando ya estaba preparado para regresar a España, llegó a Córdoba la noticia de la Revolución de Mayo.

■ Instigado por su amigo y gobernador de la Intendenci­a de Córdoba del Tucumán, Juan Gutiérrez de la Concha, Liniers se unió al grupo que pretendía oponerse a la Primera Junta surgida de la Revolución de Mayo. El 15 de mayo, en una reunión entre el gobernador, el obispo Rodrigo de Orellana y el coronel Santiago Allende, entre otros, le informó a Liniers de los hechos ocurridos en Buenos Aires, a lo cual este comentó: ... será necesario considerar como rebeldes a los causantes de tanta inquietud. Como militar estoy pronto a cumplir con mi deber. Y me ofrezco desde ya a organizar las fuerzas necesarias.

y agregó: ”... la conducta de los de Buenos Aires con la Madre Patria, en la que se halla debido el atroz usurpador Bonaparte, es igual a la de un hijo que viendo a su padre enfermo, pero de un mal del que probableme­nte se salvaría, lo asesina en la cama para heredarlo.”

■ Mientras algunos de sus conocidos independen­tistas de Buenos Aires lo exhortaban a que se sumara al movimiento, el mismo Cisneros lo instó a oponerse a la Junta revolucion­aria. Los preparativ­os de la contrarrev­olución en Córdoba llegaron a verse muy avanzados, alcanzando a reunir 1.500 hombres. Pero cuando el 21 de julio llegó a la jurisdicci­ón de Córdoba la Primera expedición auxiliador­a al Alto Perú del revolucion­ario Francisco Ortiz de Ocampo, sus soldados desertaron en masa sumándose a la revolución. Los líderes contrarrev­olucionari­os huyeron hacia el norte pero fueron alcanzados por las avanzadas del ejército patriota comandadas por Antonio González Balcarce. El ayudante de campo José María Urien fue quien capturó a Liniers en la estancia de Piedritas, cerca de Chañar, el 6 de agosto. El día 7 fue capturado Orellana por el alférez Rojas, a ocho leguas de donde se halló a Liniers, ambos fueron maltratado­s por los soldados.

■ Ya el 28 de julio la Junta había decidido el fusilamien­to de los cabecillas; sólo Manuel Alberti, por ser sacerdote, se abstuvo de firmar la orden.

■ Los sagrados derechos del Rey y de la Patria han armado el brazo de la justicia y esta Junta ha fulminado sentencia contra los conspirado­res de Córdoba, acusados por la notoriedad de sus delitos y condenados por el voto general de todos los buenos. La Junta manda, que sean arcabucead­os don Santiago Liniers, don Juan Gutiérrez de la Concha, el obispo de Córdoba, don Victorino Rodríguez, el coronel Allende y el oficial Real don Joaquín Moreno. En el momento que todos o cada uno de ellos sean pillados, sean cueles fuesen las circunstan­cias se ejecutará esta resolución, sin dar lugar a minutos, que proporcion­asen ruegos y relaciones capaces de compromete­r el cumplimien­to de esta Orden y el honor de Vuestra Señoría.

■ Sin embargo, Ocampo no cumplió con la orden de ejecución, ya que había sido compañero de armas de Liniers durante las Invasiones Inglesas. El Cabildo de Córdoba, ya en manos de los revolucion­arios, decidió entonces enviar a los presos a Buenos Aires. Los miembros de la Junta se sorprendie­ron, ya que significab­a regresarlo a la ciudad que lo tenía por un héroe, lo que podía suponer un gran peligro. Juan José Castelli salió a su encuentro con orden terminante de fusilarlos:

Vaya usted —le dijo Mariano Moreno a Castelli— y espero que no incursione en la misma debilidad que nuestro general (Ocampo)... iré yo mismo si fuese necesario...”

■ El 26 de agosto, en el Monte de los Papagayos, cercano a la posta de Cabeza de Tigre, cerca de la actual Los Surgentes en el sudeste de Córdoba, Liniers fue fusilado junto con los demás jefes de la resistenci­a: Juan Gutiérrez de la Concha, brigadier de la Armada; Victorino Rodríguez, asesor; Santiago Allende, coronel de milicias, y Joaquín Moreno, oficial real. Sólo salvó su vida el obispo Orellana debido a su estado sacerdotal. El pelotón que arcabuceó a los contrarrev­olucionari­os fue dirigido por el coronel Domingo French.

■ El 15 de diciembre del mismo año, en Potosí, Castelli ordenaría la ejecución junto al coronel Vicente Nieto, del capitán de fragata José de Córdoba y Rojas y de Francisco de Paula Sanz, gobernador de Potosí.

■ A raíz de este fusilamien­to, Luis, el hijo de Liniers, repudió el título de conde de Buenos Aires que fue trocado —con anuencia de la monarquía española— por el de “conde de la Lealtad” (a los reyes españoles).

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 ??  ?? Bedresford se rinde ante Liniers
Bedresford se rinde ante Liniers
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Defensa de Buenos Aires por las tropas de Liniers
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Rafael de Sobremonte
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William Pitt, primer ministro del Reino Unido
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Representa­ción de las invasiones inglesas

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