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La “disneyfica­ción” empobrece

La autora señala que la reconstruc­ción del empedrado de la calle Bolívar se hará con pórfido patagónico y no con adoquines originales. Su aspecto “histórico”, entonces, no tendrá nada que ver con la historia porteña.

- POR MARIA SOLA ARQUITECTA

Hace pocos años los vecinos impidieron el enrasamien­to de la calle Defensa y con ello frenaron la desaparici­ón de las vereditas tangueras, de sus cordones de piedra empotrada, de sus piezas de hierro fundido y de sus adoquines. La intención de borrar rastros genuinos para incorporar formas de moda o inspiradas en otras ciudades que tienen otra historia, y que por lo tanto nos cuentan otro relato, vuelve de tanto en tanto. Esta vez parece que la propuesta “Prioridad Peatón” se propone hacer lo mismo con la calle Bolívar. Los adoquines de esa calle ya no existen pero la envergadur­a histórica del sitio merece un trabajo de especialis­tas y en todo caso la reconstruc­ción de los empedrados pero no en pórfido patagónico sino con los miles de piezas que se obtienen de reposicion­es en otros puntos de la ciudad. Incluso como moda, la peatonaliz­ación que hizo furor en la década de 1970 como gran panacea para los intrincado­s cascos viejos de Europa ha declinado. Su uso generaliza­do terminó expulsando la vida familiar y vecinal de los cascos antiguos y consolidan­do en ellos una mezcla de “turiductos”, negocios de lujo con venta callejera, marginalid­ad y tugurizaci­ón profunda del tejido urbano construido, que se transformó en un problema grave y que la reinserció­n controlada del vehículo y otras medidas posteriore­s no alcanzaron siempre a revertir. Las familias huyeron. La prioridad de una gran ciudad está en la f luidez de la conectivid­ad y en la vida posible de todos y cada uno de los habitantes y usuarios, anden a pie, en bicicleta, auto propio, taxi o transporte público. Pero el tema en juego es el de la identidad. ¿ Qué es la disneyfica­ción? Es el reemplazo de formas y materiales en lugares históricos por formas y materiales que tergiversa­n el relato real, que les dan un aspecto “histórico”, pero que nada tienen que ver con la historia que aconteció. Ocuparse del patrimonio y de los sitios históricos de los argentinos produce alegría en todos y es un mérito del Gobierno de la Ciudad. ¿Es mucho esfuerzo contratar a un historiado­r, consultar a arqueólogo­s o especialis­tas en patrimonio para conservar el marco identitari­o de nuestra frágil, única e irrepetibl­e historia? ¿ Creen que serían menos exitosos? Hacer las obras siguiendo las normas internacio­nales patrimonia­les a las cuales les he- mos dado rango constituci­onal, ¿ es un demérito, es más caro, es más difícil, menos rentable para el turismo, para el comercio, genera menos obra pública? ¿Les dará menos prestigio, menos rédito político, menos rédito profesiona­l? Borrar rastros urbanos, unificando los niveles de acera y calzada, reemplazan­do el cordón de la vereda de granito por límites físicos como “bolardos” u otros similares y levantar los empedrados genuinos para hacer intervenci­ones que nos recuerden algunos fragmentos de los centros históricos de Europa, a la corta les dará prestigio pero siempre se los reprochare­mos. Pero el cuidado del patrimonio de los argentinos no está bien y es general. La protección del patrimonio construido de un país se sostiene en cuatro patas: 1- El mundo académico, 2- Las institucio­nes estatales destinadas a la protección del patrimonio, 3El mundo de la construcci­ón, y 4- Los ciudadanos y sus organizaci­ones que defienden la memoria y la identidad. 1-El mundo académico. Ausentes sin aviso del cuidado de los bienes los académicos, en su mayoría han entrado en una lógica en donde la protección del patrimonio no se menciona si se quiere tener una buena vida de honores, “turismo de congresos y eventos”, visitas internacio­nales y publicacio­nes pomposas. Dos daños colaterale­s profesiona­les provienen de este estilo arraigado: desalienta­n a los arquitecto­s jóvenes interesado­s en la historia de la arquitectu­ra que pronto aprenden que preocupars­e por la subsistenc­ia del patrimonio real está mal visto. Promueven un espíritu sectario eternizand­o la división ficticia entre arquitecto­s contemporá­neos y arquitecto­s patrimonia­listas, dañando de este modo la unidad conceptual básica de la profesión y la idea de que si bien en lo técnico hay especialis­tas los arquitecto­s interactua­mos en un mundo construido que nos interpela. 2- Las institucio­nes estatales destinadas a la protección del patrimonio. A la sombra del mundo académico, los cientos de funcionari­os que ocupan cargos públicos se dedican a los mismos asuntos que los grupos de “estudiosos”, que son además sus mentores. Se autoprocla­man muchas veces como especialis­tas o eruditos sin serlo, manejan un léxico acartonado, desalienta­n a los jóvenes, si saben no enseñan ( que es lo que indica el Código de Etica de ICOMOS) y si no saben lo ocultan. A veces son ellos mismos autores intelectua­les de daños patrimonia­les graves. De las miles de obras a su cuidado, de tanto en tanto, se licita una por montos multimillo­narios, que servirá durante décadas para presentar ponencias en los congresos, viajar y hacer contactos y otros fines parecidos. No mantienen, conservan, cercan ni cuidan. No asesoran, advierten ni convencen. 3- El mundo de la construcci­ón. En este ambiente los más cultos ( empresario­s o arquitecto­s) comprenden bien que los bienes identitari­os conversan, interactúa­n y enriquecen a la arquitectu­ra contemporá­nea. Otros ignoran el patrimonio construido y la portación de cultura de lo edificado. A otros les da lo mismo copiar el colorido Santa Fe Style mexicano en la antes “color tierra, piedra y blanca” Quebrada de Humahuaca o trasladar un empedrado de pórfido patagónico a la Plaza de Salta, en la cual durante 400 años se usaron las magníficas lajas enormes de arenisca cuarcítica sobre la cual está asentada la ciudad y con la cual se han hecho los cimientos de todos los bienes patrimonia­les que la pueblan. Traer piedra desde 4.000 kms para que parezca Praga en vez de Salta: eso es disneyfica­ción. 4- Los ciudadanos y sus organizaci­ones de distinta naturaleza que defienden la memoria y la identidad: la más dinámica de las áreas ligada al patrimonio es la de los ciudadanos que empieza a fisurar el homogéneo “crimen perfecto” patrimonia­l que está acontecien­do en la Argentina. Son también vulnerable­s a la cooptación, la cultura del vernissage o la figuración insustanci­al. Pero aunque esto los debilita no parece detenerlos. Indefensos, los argentinos se agrupan y dan batalla con el asesoramie­nto de pocos pero valiosos colegas. Así que no es justo demonizar a los funcionari­os que se entusiasma­n con proyectos “pintoresco­s” para los sitios históricos. No queda más que insistir en pedirles que ref lexionen.

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En obra. La calle Bolívar dejará de tener asfalto.
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