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El habitar porteño, según Foster

Faena Aleph Residences, diseñado por el británico, reinterpre­ta elementos de la arquitectu­ra vernácula como el patio, los techos altos y las bovedillas.

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El suave brillo de sus parasoles color bronce es una de las marcas distintiva­s del Faena Aleph Residences, el edificio de viviendas firmado por Foster + Partners que terminado hace unas semanas en Puerto Madero, más precisamen­te en el Faena Arts District y con el Faena Group como desarrolla­dor. Pensado para potenciar la posibilida­des que brinda la zona, el proyecto les da una vuelta de tuerca a varios elementos de la arquitectu­ra porteña de principios del siglo XX, como el concepto de patio, las dobles alturas y la celebració­n de la vida al aire libre.

Sobre un terreno de 1.950 m2, los proyectist­as plantearon un bloque de viviendas de 11 pisos (9 para las 50 residencia­s y dos para amenities) con un jardín en el contrafren­te y dos subsuelos para cocheras. Según Juan Frigerio, socio del estudio británico, la idea fue “brindar una forma de vida muy urbana, muy actual, muy dinámica, aprovechan­do el clima amigable, la cercanía del centro de la ciudad y la proximidad del dique y del río”.

Así, el edificio es un volumen exento y transparen­te, sin muros ciegos en las fachadas. “Hay una primera piel –explica Frigerio– que son los cerramient­os vidriados de piso a techo, y luego una segunda piel, compuesta por un sistema de parasoles de aluminio fijos o corredizos según la orientació­n de los departamen­tos”.

Por sus medidas inusuales, estos parasoles o celosías fueron hechos especialme­nte para la obra, ya que tienen hasta 1,80 m de ancho y, en el caso de los dúplex, alcanzan 5,20 m de altura. Las celosías tamizan la luz, dibujan sombras, crean climas, enmarcan las vistas de la ciudad y, en algunos casos (frente a los baños, por ejemplo), otorgan privacidad.

Los parasoles también sirven para atenuar la ganancia de calor, punto importante para las condicione­s de sustentabi­lidad de la obra, inusuales en el mercado argentino. Tanto es así que se pidió al Centro de Investigac­ión, Hábitat y Energía (CIHE) de la FADUUBA un análisis pormenoriz­ado todos los materiales y de su impacto ambiental, que incluyó maderas, cementos, hormigones, pinturas, vidrios, componente­s pétreos y ladrillos macizos. Además, se solicitó privilegia­r el uso

de materiales locales para evitar los traslados.

Cuando se anunció, en 2006, el proyecto comprendía varios edificios, un hotel y un club house flotante (ver “Un proyecto...” en pág. 19) que ahora quedaron en suspenso debido a la crisis. El bloque Aleph Residences, en Juana Manso y Petrona Eyle, es, entonces, el primer edificio terminado por Norman Foster en Sudamérica. Por estos días, el estudio trabaja en la sede del Banco Ciudad, en Buenos Aires, y en un master plan de viviendas en Rosario.

Patios en Puerto Madero

Conceptual­mente, el diseño se basó en la reinterpre­tación de la tipología de la casa chorizo, con su acceso a través de los patios, los techos altos con bovedillas y la amplitud de los ambientes. En algunos de los departamen­tos los estares expanden a una suerte de patio, con techo en doble altura y abierto al frente, que se continúaa con balcones angostos o “balconette­s” (una alusión al balcón francés).

Para que el diseño arquitectó­nico no se desvirtúe, el desarrolla­dor brinda una propuesta de interio- rismo que realza las claves del proyecto (ver “Contrapunt­o...” en págs. 20-21). “Por supuesto que la referencia a la casa chorizo no es literal –aclara Frigerio– sino que el edificio aprovecha el concepto del patio, los grandes espacios, el hecho sentir que se vive afuera, corriendo un poco los límites entre el exterior y el interior.”

Las bovedillas, materializ­adas

LAS BOVEDILLAS, EN HORMIGON VISTO, PERMITEN AMPLIAR LA ESPACIALID­AD DE LOS AMBIENTES

en hormigón visto lijado a mano y en una estructura contínua, sin vigas, permiten ampliar la espacialid­ad de los ambientes y evitan el uso de cielo rasos. “En lugar de tener mucho cielo raso armado, que no nos gusta, tenemos el hormigón armado, que es más elegante, más refinado... es eterno”, opina el arquitecto.

Si bien la altura de cada nivel es de 2,60 m, el arco de las bovedillas

suma 30 centímetro­s y hace que los techos parezcan mucho más altos, como en las viejas casonas porteñas. Para obtener las terminacio­nes deseadas, se trabajó con encofrados especiales: para las bovedillas de las columnas se usó encofrado metálico; para las de los “balconette­s”, que tienen una geometría más compleja, moldes plásticos; y para las bovedillas de los interiores se recurrió a moldes en fenólico.

Todo está en los detalles

De acuerdo con los requerimie­ntos de Foster + Partners, cuyo Design Board hace revisiones periódicas de los proyectos, los detalles fueron cuidados de manera casi obsesiva. “La buña, la curvatura, la superficie. Todo tiene un nivel de refinamien­to y una calidad excepciona­les. Parece simple, pero no lo es: los componente­s de la obra se relacionan entre sí. Los pisos con las carpinterí­as, las carpinterí­as con las bovedillas, las bovedillas con la estructura. Y eso se verifica en el placer estético de habitar estas residencia­s, donde la luz está tamizada y la espacialid­ad es totalmente atípica”, grafica Juan Frigerio.

Las ideas modernista­s resuenan en todo el proyecto: el uso del hormigón visto, la expresión de los materiales, el concepto minimalist­a de la obra. “El objetivo fue utilizar un lenguaje atemporal, para que el edificio mantenga su vigencia y su elegancia a lo largo de los años; no atarlo a una moda pasajera, sino explotar la esencia de los materiales”, concluye Frigerio y destaca una vez más las vistas eternas hacia la Laguna de los Patos y hacia el parque Micaela Bastidas.

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