Una revolución que nunca llega
Cómo cambió la construcción en los últimos años y lo que falta. Las limitaciones para una transformación más profunda. Informática, industrialización y sustentabilidad.
La tecnología está cambiando al mundo a toda velocidad, sobre todo en el campo de las comunicación, pero también ha transformado a la industria y a sus productos ¿Y la construcción? El cambio también llegó a las obras pero no es una revolución como se suele anunciar, se parece más a una evolución lenta pero inexorable. Está claro que si reviviéramos a Brunelleschi y lo trajéramos a Buenos Aires, muchas cosas lo asombrarían pero, seguramente, podría reconocer la mayor parte de los procedimientos que abundan en nuestras obras.
Esto es debido a causas inherentes a la naturaleza propia de la construcción y a la de nuestra sociedad y economía. Lo que llama- mos industria de la construcción no es en realidad un complejo de industrias no muy cómodamente combinadas entre sí. Las temáticas de lo construible son bastante distintas. Viviendas, oficinas, comercio, industria, vialidad e infraestructura son categorías que se sienten incómodas en un mismo paquete. Además, la construcción reúne a arquitectos, ingenieros, especialistas en suelo, restauración y mantenimiento, por citar sólo algunas disciplinas que muestran la variedad de miradas que coexisten en una obra.
Si a esta multiplicidad de voluntades y características se le suma un contexto social poco proclive al cambio, se obtiene una actividad que se transforma lentamente.
Por otro lado, vale la pena sumariar la cantidad de productos y procedimientos que ganaron, trabajosamente, su lugar en las obras durante los últimos 30 años: cerramientos de roca de yeso, caños de plástico, aventanamientos de PVC y aluminio, sistemas de encofrado, armaduras predobladas, revoques proyectados, hormigón bombeado y la aparición de plumas en las obras.
En general, la construcción es considerada un área de baja tecnología, pero eso es porque se suele desvincular a la actividad de los productos y sistemas que la componen. Por ejemplo: ¿Los edificios inteligentes, son construcción o no? Los sistemas de acondicionamiento térmico, la ilumi- nación, el equipamiento y los ascensores, ¿son parte de la construcción? Cómo vemos, para evaluar el progreso tecnológico de las obras hay que ser amplios.
La computación es la gran impulsora del cambio en todas las áreas; en la construcción también. Los otros son la industrialización y la sustentabilidad.
La informática ya llegó y cambió a las oficinas de arquitectos y a las empresas constructoras, aunque pareciera que todavía le queda mucho por dar. Falta el momento en el que las pantallas de diseño se conecten con pantallas de producción. Los sistemas integrados como el Building Information Modeling (por caso, el Revit de Autodesk) que desde el dibujo dan respuestas inmediatas para el cálculo y el presupuesto, alientan a pensar que un día se integrará también la producción en fábrica del edificio.
Si el diseño por computadora preside la primera gran (re) evolución en la producción de edificios, la construcción en fábrica podría ser el segundo salto cualitativo. La literatura está llena de predicciones sobre el fin de la primitiva producción in situ y su reemplazo por la prefabricación. Ya en 1930, una comisión organizada por el presidente estadounidense Franklin Roosevelt hizo una afirmación de ese tipo, y aún hoy esa predicción está lejos de cumplirse en el mundo y, mucho menos, en nuestro país.
Sin embargo, podemos contabilizar algunos triunfos como el uso extendido de componentes que se producen en fábrica: losas cerámicas y metálicas, el sistema steel framing de estructura metálica y paramentos en seco y los paneles de chapa con aislación incluida.
Uno de los obstáculos de la construcción de unidades enteramente en fábrica es su asociación con el bajo costo y la imagen de “prefabricado” que el público tiende a rechazar. Es evidente que el tipo de construcción húmeda que se emplea en el país, heredada de la tradición española e italiana, opone un límite cultural muy fuerte. En países con tradición maderera, o metálica, existe mayor facilidad para pasar de lo tra- dicional a lo prefabricado. No está de más repasar las ventajas de la prefabricación: más calidad y control, más rapidez de elaboración y mejores condiciones de trabajo.
La nueva movida sustentable está casi tan lejos de ser un promotor del cambio en la construcción local como la prefabricación. Factores como el subsidio a los precios de la energía retrasan el uso del DVH (inclusive en nuestro Sur) y otros métodos de ahorro de electricidad. Más de dos tercios de toda la energía que se produce es consumida por los edificios.
La renovación tecnológica de la construcción puede significar un cambio en la productividad, la calidad y la naturaleza del trabajo. Una esperanza de muchos.