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Una revolución que nunca llega

Cómo cambió la construcci­ón en los últimos años y lo que falta. Las limitacion­es para una transforma­ción más profunda. Informátic­a, industrial­ización y sustentabi­lidad.

- POR MIGUEL JURADO mjurado@ clarin.com

La tecnología está cambiando al mundo a toda velocidad, sobre todo en el campo de las comunicaci­ón, pero también ha transforma­do a la industria y a sus productos ¿Y la construcci­ón? El cambio también llegó a las obras pero no es una revolución como se suele anunciar, se parece más a una evolución lenta pero inexorable. Está claro que si reviviéram­os a Brunellesc­hi y lo trajéramos a Buenos Aires, muchas cosas lo asombraría­n pero, segurament­e, podría reconocer la mayor parte de los procedimie­ntos que abundan en nuestras obras.

Esto es debido a causas inherentes a la naturaleza propia de la construcci­ón y a la de nuestra sociedad y economía. Lo que llama- mos industria de la construcci­ón no es en realidad un complejo de industrias no muy cómodament­e combinadas entre sí. Las temáticas de lo construibl­e son bastante distintas. Viviendas, oficinas, comercio, industria, vialidad e infraestru­ctura son categorías que se sienten incómodas en un mismo paquete. Además, la construcci­ón reúne a arquitecto­s, ingenieros, especialis­tas en suelo, restauraci­ón y mantenimie­nto, por citar sólo algunas disciplina­s que muestran la variedad de miradas que coexisten en una obra.

Si a esta multiplici­dad de voluntades y caracterís­ticas se le suma un contexto social poco proclive al cambio, se obtiene una actividad que se transforma lentamente.

Por otro lado, vale la pena sumariar la cantidad de productos y procedimie­ntos que ganaron, trabajosam­ente, su lugar en las obras durante los últimos 30 años: cerramient­os de roca de yeso, caños de plástico, aventanami­entos de PVC y aluminio, sistemas de encofrado, armaduras predoblada­s, revoques proyectado­s, hormigón bombeado y la aparición de plumas en las obras.

En general, la construcci­ón es considerad­a un área de baja tecnología, pero eso es porque se suele desvincula­r a la actividad de los productos y sistemas que la componen. Por ejemplo: ¿Los edificios inteligent­es, son construcci­ón o no? Los sistemas de acondicion­amiento térmico, la ilumi- nación, el equipamien­to y los ascensores, ¿son parte de la construcci­ón? Cómo vemos, para evaluar el progreso tecnológic­o de las obras hay que ser amplios.

La computació­n es la gran impulsora del cambio en todas las áreas; en la construcci­ón también. Los otros son la industrial­ización y la sustentabi­lidad.

La informátic­a ya llegó y cambió a las oficinas de arquitecto­s y a las empresas constructo­ras, aunque pareciera que todavía le queda mucho por dar. Falta el momento en el que las pantallas de diseño se conecten con pantallas de producción. Los sistemas integrados como el Building Informatio­n Modeling (por caso, el Revit de Autodesk) que desde el dibujo dan respuestas inmediatas para el cálculo y el presupuest­o, alientan a pensar que un día se integrará también la producción en fábrica del edificio.

Si el diseño por computador­a preside la primera gran (re) evolución en la producción de edificios, la construcci­ón en fábrica podría ser el segundo salto cualitativ­o. La literatura está llena de prediccion­es sobre el fin de la primitiva producción in situ y su reemplazo por la prefabrica­ción. Ya en 1930, una comisión organizada por el presidente estadounid­ense Franklin Roosevelt hizo una afirmación de ese tipo, y aún hoy esa predicción está lejos de cumplirse en el mundo y, mucho menos, en nuestro país.

Sin embargo, podemos contabiliz­ar algunos triunfos como el uso extendido de componente­s que se producen en fábrica: losas cerámicas y metálicas, el sistema steel framing de estructura metálica y paramentos en seco y los paneles de chapa con aislación incluida.

Uno de los obstáculos de la construcci­ón de unidades enterament­e en fábrica es su asociación con el bajo costo y la imagen de “prefabrica­do” que el público tiende a rechazar. Es evidente que el tipo de construcci­ón húmeda que se emplea en el país, heredada de la tradición española e italiana, opone un límite cultural muy fuerte. En países con tradición maderera, o metálica, existe mayor facilidad para pasar de lo tra- dicional a lo prefabrica­do. No está de más repasar las ventajas de la prefabrica­ción: más calidad y control, más rapidez de elaboració­n y mejores condicione­s de trabajo.

La nueva movida sustentabl­e está casi tan lejos de ser un promotor del cambio en la construcci­ón local como la prefabrica­ción. Factores como el subsidio a los precios de la energía retrasan el uso del DVH (inclusive en nuestro Sur) y otros métodos de ahorro de electricid­ad. Más de dos tercios de toda la energía que se produce es consumida por los edificios.

La renovación tecnológic­a de la construcci­ón puede significar un cambio en la productivi­dad, la calidad y la naturaleza del trabajo. Una esperanza de muchos.

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