Por qué hay que dividir La Matanza
Debido a su superficie, su población y su diversidad socioterritorial, la partición del municipio daría por resultado una gestión más eficiente, con una distribución más equitativa de los recursos.
En estos días se discute sobre la necesidad de dividir al Municipio de La Matanza en unidades administrativas más pequeñas. De hecho, tanto su escala como la particular complejidad que conlleva su gestión es reconocida hace décadas. En la Matanza residen 1.775.816 habitantes – datos del último censo– y se estima, según proyecciones de INDEC, que en 2025 alcanzará los dos millones y medio de habitantes. De acuerdo a su tamaño poblacional, La Matanza se ubica como la quinta provincia argentina, luego de la Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y la CABA. Y en relación a los demás partidos de la provincia de Buenos Aires concentra al 11% de la población de ese distrito, que cuenta con un total de 158 municipios. Asimismo y para tener un orden de magnitud, la población de La Matanza casi triplica la del segundo partido con mayor población de la provincia, la ciudad de La Plata, donde residen 659.575 habitantes. La división de los distritos de la Región Metropolitana de Buenos Aires ( RMBA) no es algo nuevo. El “Proyecto Génesis”, que dio origen a nuevos partidos, dividió en 1994 los mega- municipios de General Sarmiento, Esteban Echeverría y Morón. Este proyecto preveía entre sus recomendaciones la partición del Municipio de La Matanza y de hecho hubo una iniciativa en este sentido hacia fines de los 90, que no prosperó. Entre los -motivos que por entonces guiaron esta recomendación se contaban su tamaño po- blacional, su superficie ( que con 323 km2 es una de las más grandes de toda la RMBA) y su diversidad socioterritorial. Hay cuatro argumentos fundamentales para dividir el partido: 1) Mejorar la calidad de la gestión, dando lugar a una estructura más descentralizada. Los gobiernos locales tienen como principal función la cercanía, así como la recepción y atención de las necesidades de la ciudadanía. Así, los ciudadanos podrían interactuar de manera menos mediada con su gobierno local. Para ello se recomienda como deseable un tamaño de hasta 500.000 habitantes por unidad administrativa. El promedio para la Argentina ronda los 19.000 habitantes, y en la RMBA es de alrededor de 364.000 habitantes por municipio. La Matanza se ubica muy lejos de la media. 2) Distribución más equitativa de los recursos. El manejo de una unidad administrativa más reducida podría mejorar el control y la eficiencia en la asignación adecuada de gastos y recursos en relación a los ingresos percibidos. 3) Equilibrio y mejora en la representatividad política. La división implicaría una mejora de las condiciones del ejercicio de los derechos democráticos de la ciudadanía, por la mayor cercanía entre los representantes y los representados, que muchas veces quedan aislados de las decisiones tomadas de manera centralizada en la cabecera del distrito. 4) Identidad y sentido de pertenencia. Posiblemente una unidad administrativa más pequeña colabore en el reconocimiento de procesos de identidad barrial existentes entre los residentes que comparten un capital social propio. Es importante, sin embargo, considerar que la partición del Municipio podría implicar algunas consecuencias no deseadas que debieran atenderse con especial atención: -Mayores gastos de burocracia, administración y gestión, y por ende presupuestarios. -Mayor ineficiencia por la dificultad de coordinación metropo- litana. -Riesgo de manipulación, por parte del oficialismo de turno, de la distribución de fuerzas políticas en función de cómo se subdivide el territorio. Es deseable contemplar la población actual y las áreas de crecimiento urbano futuro para los próximos 20 años mediante herramientas analíticas, como el ADN Urbano desarrollado por CIPPEC, teniendo en cuenta que hay zonas más consolidadas que no crecerán tanto y otras más dinámicas que aún seguirán desarrollándose. Los criterios deben fijarse en función de la estructura territorial y por la dinámica social y cultural, constituyendo unidades socioeconómicamente heterogéneas, que eviten profundizar la segregación socioespacial existente. Deben considerarse herramientas de sensibilización y participación ciudadana para la definición de los límites y abordar la cuestión identitaria. Asimismo, los recursos económicos -tanto para la operación como para obras que fortalezcan las nuevas centralidades- deben preverse de antemano. Es fundamental además afianzar el desarrollo de herramientas de coordinación y gestión metropolitana, para contener la fragmentación que se incrementa con este tipo de políticas. Avanzar sobre este frente abre nuevas discusiones de política pública, como la puesta en marcha de la demorada descentralización de la CABA, donde viven 3 millones de habitantes, puesto que sus vecinos también deberían poder acceder a comunas más fortalecidas. Este tipo de proyectos renuevan estas discusiones relevantes para la gestión de la Región Metropolitana.