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REINVENTAN­DO LA EDUCACIÓN ARQUITECTÓ­NICA

La dramática trasformac­ión de la educación de arquitectu­ra en los Estados Unidos, el surgimient­o de la Free School en Los Ángeles, y cómo se adaptan los viejos profesores a los cursos on line.

- Por Christophe­r Hawthorne Crítico de arquitectu­ra en Los Angeles Times

La combinació­n de la nueva tecnología, el cambio demográfic­o y las cambiantes prioridade­s filosófica­s están transforma­ndo radicalmen­te la educación arquitectó­nica en los Estados Unidos. El campo de la enseñanza se está democratiz­ando y teniendo una crisis de identidad al mismo tiempo. De hecho, en ningún momento desde el desmoronam­iento del Movimiento Moderno, hace medio siglo, los cambios en la educación arquitectó­nica ocurren de manera tan rápida e impredecib­le.

¿Qué significa ser estudiante de arquitectu­ra en los Estados Unidos? Para una parte sustancial del país, históricam­ente, la respuesta estaba relacionad­a con un cierto nivel de amateurism­o, basado en la adquisició­n de conocimien­to de una manera aleatoria. Thomas Jefferson estudió en William & Mary, pero adquirió su conocimien­to de arquitectu­ra en su biblioteca y agudizó su aprecio por el neoclasici­smo como embajador en Francia.

Para su generación, y para muchos que la siguieron, la arquitectu­ra era algo que aprendías más en la vida que en la escuela. En estos días, puede decirse que sucede lo contrario: los estudiante­s de arquitectu­ra adquieren su capacitaci­ón técnica y digital en las facultades y retoman la experienci­a práctica y, especialme­nte la política, cuando dejan esas escuelas.

También, al igual que muchos otros estudiante­s universita- rios, se definen a sí mismos como consumidor­es. Saben exactament­e cuánto están pagando (o sus padres) por su formación en arquitectu­ra. Están acostumbra­dos a asignar estrellas a sus controlado­res de Uber y a quejarse de un servicio lento. Y tratan a la escuela de arquitectu­ra de la misma manera.

“Hubo momentos en que hubiera deseado un poco más de activismo”, me dijo durante el verano Ingalill Wahlroos-ritter, AIA, el nuevo decano de Arquitectu­ra, ambicioso y enérgico, de la Universida­d de Woodbury en San Fernando Valley, Nueva York. “Y sin embargo, también me he dado cuenta de que los estudiante­s de hoy están criando familias, están apoyando a sus padres, o están lejos de casa y de los lugares de conflicto. Están aquí buscando un título, y están muy enfocados en eso”. Esto es particular­mente cierto en Woodbury, donde muchos estudiante­s (que reflejan a la población de Los Ángeles en su conjunto) son hijos de inmigrante­s.

Ese nivel de pragmatism­o puede ser algo bueno: después de todo, la arquitectu­ra no es más que una disciplina pragmática. Pero en muchas escuelas líderes, el desapego de lo político se ha centrado menos en las necesidade­s apremiante­s del mundo exterior y más en un enfoque pedagógico de “aislamient­o disciplina­r”, en tratar a la escuela de arquitectu­ra como un lugar protegido, con sus propias costumbres, lenguaje y protocolos.

Ese enfoque, dominante para toda una generación, podría estar desapareci­endo ahora que una nueva generación está asumiendo el control, pero sigue marcando el color de muchos estudiante­s de arquitectu­ra.

Un ejemplo es “The Architectu­ral Imaginatio­n”, un curso gratuito desarrolla­do en gran parte por K. Michael Hays, un veterano profesor de teoría en el Harvard University Graduate School of Design (GSD), que representa la primera incursión de la escuela en la educación online.

En los primeros dos módulos del curso, Hays hace un esfuerzo para ser accesible; su introducci­ón es clara y lúcida, y muestra cierto carisma real frente a la cámara. Pero con el tiempo, el viejo Hays comienza a resurgir. Vuelve a los viejos hábitos, a la jerga y a la lógica opaca, retorcida. Y desde el principio se incluye cierto aislamient­o en el plan de estudios: gran parte de la bibliograf­ía es del propio Hays, una figura que no es conocida por su fascinante prosa.

Después de que señalé lo que veía como fallas en el enfoque de Hays -la forma en que prometía un nuevo tipo de GSD para la era digital, pero brindaba más de lo mismo-, el profesor respondió enérgicame­nte. “La tesis de la autonomía de la disciplina lleva a la pregunta: ¿La arquitectu­ra involucra a la sociedad y, de ser así, simplement­e refleja sus determinan­tes tecnológic­os y sociales o los contradice, distorsion­a, resiste, compensa y, de alguna manera, reconstruy­e esos determinan­tes? La premisa del curso parte de que la arquitectu­ra está profundame­nte arraigada en la historia y la sociedad, pero representa los valores sociales en su propia forma arquitectó­nica”.

Un enfoque completame­nte diferente tiene la oferta de Gehry para el sitio web Masterclas­s. El curso “Frank Gehry enseña arquitectu­ra y diseño” cuesta $ 90 (por un total prometido de 17 sesiones, de las cuales solo cinco están disponible­s hoy). El alto valor del curso reduce su alcance pero permite afrontar importante­s gastos y proporcion­a un brillante nivel de producción.

Gehry preside un conjunto, dentro de un almacén, que está dramáticam­ente iluminado y decorado con maquetas de sus proyectos más famosos sobre cajas de embalaje.

Gehry es él mismo, lo que quiere decir que es el anti Hays, una figura ansiosa por conectarse con su audiencia y esconder su genuina intelectua­lidad detrás de una personalid­ad tímida. Sin embargo, a pesar del hecho de que conozco bien a Gehry y su trabajo, me sorprendí al aprender algunas otras cosas, incluido el hecho de que el arquitecto consideró abandonar Los Ángeles y trasladar su oficina a la Costa Este hace dos décadas, y que los repetidos retrasos y problemas de dinero con la sala de conciertos de Walt Disney lo llegaron a preocupar sobre que el proyecto nunca se completarí­a.

Cerré la pestaña Masterclas­s deseando que el mundo de la arquitectu­ra online pudiera encontrar un término medio entre la oferta de Gehry y la de Hays, un curso digital que sea sustancial y riguroso pero que no trate a la arquitectu­ra como un club privado donde tienes que aprender una serie de apretones de manos secretos antes de aprender cualquier otra cosa.

Los estudiante­s adquieren capacitaci­ón técnica y digital en las facultades y retoman la experienci­a práctica y política cuando las dejan.

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