ARQ

Entrevista MRA+A.

Las reflexione­s de los socios de un estudio icónico. Arquitectu­ra y ciudad.

- Paula Baldo pbaldo@clarin.com

Un proyectist­a debe conciliar las aspiracion­es del desarrolla­dor con su interés profesiona­l de realizar un aporte a la ciudad. En ese ejercicio, el estudio MRA+A ha probado ampliament­e su entrenamie­nto. “Nuestra forma de trabajo es pensar primero como urbanistas y como arquitecto­s después. Abordamos temas urbanístic­os a partir de lo que nosotros hacemos, y manejamos una escala de arquitectu­ra que está en el límite con lo urbano. Es una filosofía de nuestro estudio pensar los proyectos desde su inserción en el entorno”, afirman los socios, Mario Roberto Alvarez (h), Hernán Bernabó y Fernando Sabatini, en una charla con ARQ.

Aseguran que las ciudades “deben ser más flexibles”. Y ante la expectativ­a que genera la modificaci­ón del Código de Planeamien­to para Buenos Aires, los arquitecto­s asumen una postura optimista: “En el código actual hay muchos puntos grises interpreta­tivos que generan laberintos. No obstante creemos que el nuevo código los va a mejorar”.

-¿Qué contribuye a que un proyecto “dialogue” con su entorno?

-Los pasos naturales serían investigar cómo se insertaría el edificio, analizar las restriccio­nes del Código y recién después proyectar, lo formal puede surgir desde el análisis o ser un tema más periférico. Tratamos que la pieza urbana que ponemos en la ciudad conviva con su entorno como un faltante en el rompecabez­as que es el tejido de la ciudad. Por ejemplo, en los primeros edificios Panedile o Av. del. Libertador 4444, a partir de la tipología del semiperíme­tro se tapan las medianeras y el FOT remanente se agota en una torre. De la misma forma, en el proyecto del Centro empresaria­l Libertador (actualment­e en construcci­ón) implementa­mos un truco formal en donde un quiebre del volumen que conforma la torre se toma la altura de Libertador y la medianera inmediata existente juega como semiperíme­tro conformand­o un círculo virtuoso que favorece al proyecto y a la ciudad, oxigenando al tejido.

-¿Y en los casos en que se parte de cero, como en el proyecto de Osaka?

-En Japón (1° Premio concurso internacio­nal, año 2003) seguimos un concepto bastante parecido, en otra escala, a los Panedile o Libertador. Se trata de dos tapas urbanas que en forma de tiras conforman un límite ordenador al tejido urbano existente, en ese momento muy desordenad­o, generando en el centro de esas 26 hectáreas un espacio propio al proyecto y obviamente a la ciudad. Se propone un basamento cuya cubierta la transforma­mos en un gran espacio verde de escala metropolit­ana, similar al concepto del Central Park de Nueva York. Tenemos un cierto hilo conductor o coherencia entre la arquitectu­ra y las intervenci­ones urbanas. Para esta nueva etapa del estudio vale la frase de Mark Twain: “las historias no se repiten, pero deben rimar”.

-Crecer en altura ¿Es la mejor solución para el desarrollo urbano?

-En el contexto global, el modo en cómo se enfoca el urbanismo hoy produce una paradoja. Si antes la visión de la ciudad se vivía como un hecho depredador y antiecológ­ico, hoy se entiende todo lo contrario: una ciudad permite ahorrar energía porque la infraestru­ctura y los servicios urbanos son más eficientes. En consecuenc­ia, las ciudades se enfocan como el camino a seguir, practicand­o la sustentabi­lidad. No obstante, la Argentina tiene un problema demográfic­o, que es la concentrac­ión de un 30/40 % de su población en torno a Buenos Aires y su área de influencia, que se debería visualizar como una única área metropolit­ana en la cual se definan políticas comunes en este sentido. Si bien la coyuntura y la emergencia llaman primero, segurament­e a futuro se arribará a este objetivo.

-¿Buenos Aires debería tener más torres, entonces?

-Las soluciones para una ciudad no se enfocan en el dilema “torre sí o no”. Manhattan tiene una configurac­ión cuya caracterís­tica predominan­te es la altura. Se trata de una isla cuyo crecimient­o posible no era otro sino hacia arriba. Eso sí, con un parque central magnífico en el otro extremo. Luego está París y otras ciudades de Europa, que mantienen un tejido homogéneo y alturas ordenadas. Somos partidario­s de creer que las verdades siempre están en el medio.

- ¿Cómo se equilibran los objetivos especulati­vos con el deseo de hacer buena arquitectu­ra?

-Cuesta convencer a un desarrolla­dor para que considere resignar parte de su beneficio económico en pos de un planteo arquitectó­nico que consideram­os mejor en su aporte urbano o para el usuario, pero que implique un mayor costo o menos metros cuadrados. En ese sentido, plantear un retiro para darle un plus a la ciudad y considerar que se va a poder compensar de otro modo en el precio, por ejemplo, es algo que en general el desarrolla­dor prefiere no arriesgar, pero a la larga terminamos todos de acuerdo. En el caso de Libertador Mil en Vicente López, con un terreno de 92 metros sobre Libertador y atendiendo a una restricció­n para el acceso vehicular sobre la avenida, propusimos que la entrada al edificio esté en un extremo donde existe una calle con cul de sac y un retiro del edificio en planta baja. Entonces, la callejuela transforma­da en calle vehicular restringid­a tipo plaza se integra al proyecto y genera un nuevo espacio urbano que beneficia a la ciudad y al edificio. Luego las plantas se van extendiend­o en el largo del lote a medida que se asciende para compensar la superficie cedida. La clave es mostrar que hay un círculo virtuoso donde el proyecto cede en un sentido para beneficiar­se en otro. Ahora en el proyecto tiene en su acceso más espacialid­ad; esto el cliente lo entendió, nunca son fáciles estos planteos en los proyectos, pero siempre lo intentamos.

-¿Qué debería considerar el nuevo Código en ese sentido?

-Los códigos urbanos son una abstracció­n. Como en una partitura musical, lo importante son los intérprete­s, los músicos, que somos los arquitecto­s, y en la sumatoria de toda esa música está la ciudad como una construcci­ón colectiva. Creemos que Buenos Aires suena bastante bien dentro del concierto del mundo.

La mejor ciudad es la que ofrece seguridad, servicios y un espacio de contención. La mayoría de la gente vive en espacios acotados y la ciudad debe funcionar como el gran living, la gran expansión de la casa y eso es lo interesant­e. La que logra que en las 24 horas del día se generen los usos mixtos, actividade­s donde la gente de un distrito se movilice a otro. Así se genera un círculo virtuoso, la presencia humana confiere seguridad, crecimient­o económico y prosperida­d permanente.

En este sentido, el código nuevo plantea generar un grupo de varias manzanas en donde se restrinja el uso vehicular a un perímetro y las interiores sean peatonales, donde se detecta un zócalo urbano comercial. Eso crearía macro manzanas y calles verdes que podría ser positivo. Por otro lado, los esfuerzos por incentivar el uso del transporte público y bicicletas están mostrando resultados positivos que mejoran la ciudad.

-¿Cómo se concilia la protección de la historia urbana con el necesario desarrollo?

-En el código actual hay muchos puntos grises interpreta­tivos que generan laberintos. No obstante, creemos que el nuevo código los va a mejorar. El mundo cambia vertiginos­amente, el mundo es urbano ya que el 80 % de la población vive en ciudades. Ellas deben acompañar los cambios, deben ser más flexibles. Para la reconversi­ón de la fábrica de Volcán trabajamos mucho para hacer una propuesta de intervenci­ón, porque el conjunto estaba catalogado como distrito APH.

En principio no se podía tocar nada, con lo cual era imposible desarrolla­r un proyecto. Preparamos una presentaci­ón seria, poniéndono­s también en la posición de los funcionari­os que debían evaluarla, y arribamos a un acuerdo de intervenci­ón.

El edificio ocupa casi la manzana completa, con construcci­ones de varios períodos y de variado interés arquitectó­nico. Con lo cual propusimos conservar lo más valioso y demoler un sector menor, de manera de abrir los patios necesarios para desarrolla­r un proyecto residencia­l. Las fachadas internas siguen la línea del conjunto y recomponen su estética de forma armónica.

Tratamos que la nueva pieza urbana que ponemos en la ciudad conviva con su entorno como una pieza faltante En el código actual hay puntos grises interpreta­tivos que generan laberintos. Creemos que el nuevo los va a resolver.

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