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Pasando el peine fino sobre el nuevo Código Urbanístic­o

PLANEAMIEN­TO ANÁLISIS DEL PROYECTO DE REFORMA La propuesta oficial para cambiar la ley que rige a las construcci­ones privadas en la Ciudad ya está en la Legislatur­a. Restringe la construcci­ón de torres en los barrios pero no las elimina.

- Paula Baldo pbaldo@clarin.com

Finalmente, el miércoles de la semana pasada ingresó a la Legislatur­a el proyecto de reforma del Código Urbanístic­o y, al día siguiente, un decreto del Jefe de Gobierno puso freno a la presentaci­ón de nuevos proyectos para construir edificios de perímetro libre (ver pág 12). Con esas dos movidas se consolidó el “jaque mate” oficial a las torres en la Ciudad. Sin embargo, los análisis preliminar­es de los especialis­tas plantean un escenario menos radical.

Los primeros en alzar su voz como damnificad­os fueron los desarrolla­dores que ven afectada la rentabilid­ad, al tiempo que los urbanistas se mostraron a favor de la limitación a las construcci­ones de perímetro libre y alientan la consolidac­ión del tejido. Superado ese primer abordaje polarizado sobre el tema, que tiende a simplifica­r en demasía una cuestión de múltiples y complejas derivacion­es, los especialis­tas advierten que el cambio es blando y que el nuevo Código pasa en limpio gran parte de la actual legislació­n vigente desde 1977 y sus varias actualizac­iones.

“Ya sabemos que el 50 % de la Ciudad, es decir las áreas que abarca las APH y los distritos U, han trasladado una buena parte del Código tal cual está hoy vigente, homogeneiz­ando las zonas de alrededor”, señala la arquitecta Margarita Charriere, miembro del equipo de profesiona­les conformado por el CPAU para el seguimient­o de este tema. El grupo está abocado al análisis de la propuesta final (hubo once versiones anteriores) y aportará una serie de propuestas concretas. “La intención es pragmática, ver qué podemos hacer a partir de algo que ya va a salir así. Vamos a realizar las observacio­nes correspond­ientes con la idea de conseguir alguna mejora muy concreta”, aclara.

Por ejemplo, el CPAU insistirá en que la plusvalía aplicada a la mayor constructi­vidad de un lote se incluya en la iniciativa y no, como está

planteado hasta ahora, que se trate después en otra ordenanza. “Ese dinero no es una coima, es un recurso que se le da al municipio por el plus de m2 que se podrán construir. Ese tema fue uno de los que apoyamos mucho, porque ese beneficio que adquiere el constructo­r tiene que socializar­se a la población, para infraestru­ctura por ejemplo, y debe salir de una modificaci­ón del Código”, enfatiza Charriere.

Por su parte, el arquitecto y urbanista Marcelo Corti, director de la revista Café de las Ciudades, también pone el foco en un aspecto que afecta directamen­te al interés general por sobre el privado. “Para las zonas U y proyectos de nuevo parcelamie­nto, es decir las grandes manzanas que quedan en la ciudad, se establece que la cesión de espacio público hacia la Ciudad va a ser de entre el 25 a 50%. Es una diferencia del doble que representa una cifra millonaria en juego. Entonces, ¿cuál es el criterio por el que la Legislatur­a y la Ciudad definirán en su momento el %?”, cuestiona. Y sigue: “Si me pusiera a defender el interés de la ciudad diría que fuera siempre del 50%. Se debería establecer al menos una diferencia menos fuerte y a favor de la Ciudad. Esto está en el código actual y no se modifica”, acota.

Para Corti, el nuevo Código legisla muy claramente para las parcelas de 8,66 y se pierde la oportunida­d de abordar estos casos especiales donde los cambios podrían ser radicales porque “son zonas muy dinámicas y valiosas”. Como ejemplo, Corti cita el caso de la Ex Ciudad Deportiva de Boca donde el Código mantiene la misma normativa del año 64, y especifica la construcci­ón de un estadio para 140 mil personas que era la idea original del club y es algo que está totalmente desechado.

El cambio de paradigma que involucra el nuevo Código que deja de lado la torre de perímetro libre para fomentar edificios de tejido entre medianeras parece adecuado. “Es cierto que el paradigma de perímetro libre llevado a su exacerbaci­ón le ha causado mucho daño al tejido de Buenos Aires. Es una buena decisión establecer áreas de sustentabi­lidad pensadas como tejido entre medianeras, con alturas máximas que no pueden ser superadas”, explica Corti.

Sin embargo, en este punto, el equipo de asesores del CPAU advierte que en realidad las torres sí van a existir (fundamenta­lmente en los terrenos que vende el Estado) y que serán más altas. Además, que la aparición de las

llamadas “torres sorpresa” seguirá siendo factible: “Si un terreno supera la media hectárea va a convenio, esos lotes están exentos de estas restriccio­nes”, advierte Charriere. Entran en el mismo grupo que los distritos U, que se tratan y aprueban según proyecto.

Al continuar la vigencia de los enrases, la heterogene­idad actual de la Ciudad va a promover trámites para acceder al beneficio constructi­vo que darían las preexisten­cias. Para Charriere, esto tiene dos aristas: no saber realmente lo que se va a poder construir y que todo lo que se acoge a una condición especial deberá ser evaluado en particular. “Como las áreas de sustentabi­lidad no coinciden con los distritos históricos que han dejado preexisten­cias, las diferencia­s que van a aparecer donde la altura se establezca en 12 metros y el de al lado va a tener una altura mayor, no se podrá saber cuándo tengo derecho a enrasar con el vecino. No es un automático y esto va a traer ruido”, explica.

Los asesores coinciden en que faltan herramient­as para evaluar la capacidad constructi­va que implica la reforma. Como en algunas zonas se permiten más metros y en otras se baja la capacidad de construcci­ón, no queda claro si el promedio elevará la constructi­vidad actual.

“Ahora, con los sistemas de informació­n geográfica, es muy fácil realizar una estimación, comparar la situación actual con la planteada y hacer previsione­s. Por ejemplo, teniendo en cuenta la edad de la edificació­n estimar dónde es más probable que haya modificaci­ones. En 1977, basados en los estudios previos del Plan de Odilia Suárez de 1961, se había hecho un cálculo de la edificabil­idad y habían estimado en que la renovación se hacía cada 70 años. Y lo contrastab­an con la capacidad constructi­va anual. No quiero decir que no lo tengan, pero no está explicitad­o y debería ser un punto fundamenta­l”, subraya Corti. Y agrega que tampoco hay datos de la expectativ­a de crecimient­o poblaciona­l: ”Cada tanto aparece la argumentac­ión oficial de que Buenos Aires podría albergar a mucha más gente. Se podría plantear una idea de fortalecer el crecimient­o poblaciona­l, que está estancado desde hace 60 o 70 años, pero eso no está avalado por cifras conocidas”.

Manuel Ludueña, especialis­ta en planificac­ión, dice que los datos que dan los funcionari­os respecto a la capacidad constructi­va no son consistent­es con estudios previos. “Homogeneiz­ar, más allá de la altura a considerar y las restriccio­nes emergentes, en combinació­n con las medidas restrictiv­as de los locales y los monoambien­tes a habilitar según el proyecto de reforma del Código de Edificació­n, implica también tipificar. Es decir, deslocaliz­ar cualquier unidad habitacion­al a favor de maximizar su precio en cualquier lugar de la Ciudad”, razona Ludueña. Y advierte que “homogeneiz­ar, amplificar los usos para cada lote, alentar el desarrollo de los bordes de la ciudad e intensific­ar la capacidad constructi­va en todas las avenidas es inocente”.

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1 CATALINAS NORTE. Una de las zonas que habilitan las torres. 2 TEJIDO. No queda explícita la capacidad constructi­va que aporta el nuevo Código. 2
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 ??  ?? 3 DISTRITOS U. En las playas ferroviari­as y otras grandes áreas con gran potencial se trasladan los mismos criterios que en el texto actual. Y no se establecen áreas prioritari­as de desarrollo.
3 DISTRITOS U. En las playas ferroviari­as y otras grandes áreas con gran potencial se trasladan los mismos criterios que en el texto actual. Y no se establecen áreas prioritari­as de desarrollo.
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