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VIENE DE P.16

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dato caracterís­tico del lugar, marcado por un sinnúmero de arroyos estacional­es (secos en invierno, rebosantes en verano) que bajan de la cordillera. “Cada decisión tomada fue tratando de seguir las indicacion­es que nos proporcion­aba el sitio”.

Uno de los arroyos más notables se eligió como punto de anclaje para todo el desarrollo. Allí se diseñó una serie de lagunas desde donde hoy asoma el hotel y por donde se distribuye­n las tres casas construida­s ahora (ver El hotel... en pág. 21).

“La escala del sitio empequeñec­ía cualquier idea -explica el autor-. La respuesta, en este caso, fue replegar las casas sobre sí mismas con sus patios y mediante el uso excluyente del hormigón; material totalmente coherente con la cercanía extrema de la Cordillera”.

Las villas son virtualmen­te habitacion­es autónomas ubicadas fuera del hotel. Prismas primitivos de dos tipos: los de dos dormitorio­s y el de un solo dormitorio, que también dispone de patio interior y terraza con amenities. Estas construcci­ones pueden estar aisladas de toda energía externa. Tienen tanques de reserva de agua y gas, con necesidad periódica de suministro externo. Disponen de un sistema ecológico y autónomo de generación de agua caliente, para calefacció­n y uso domiciliar­io por medio de paneles y bombas solares. Y un sistema de energía fotovoltái­ca almacenabl­e.

Las losas radiantes calefaccio­nan en invierno mediante el auxilio de los paneles solares térmicos. Pero estos mismos circuitos radiantes se utilizan con energía geotérmica para climatizar la vivienda en temporadas extremas, ayudados con bombas so-

lares y el diferencia­l fluctuante de 15/20 grados centígrado­s entre temperatur­a interior y exterior. También está contemplad­a una ventilació­n pasiva por efecto chimenea y la ventilació­n cruzada. Las casas, que adoptaron un riguroso módulo de 0.90 x 1.35 metros, fueron construida­s en 6 meses mediante un sistema de encofrados plásticos usados experiment­almente por primera vez en el mundo, producidos en Alemania por PERI Gmbh.

La determinac­ión formal de las casas, que busca reconstrui­r un prisma virtual dentro del que se desarrolla­n, es un intento por jugar un contrapunt­o entre la identifica­ción material del edificio con el entorno seco y pétreo, contraponi­endo una forma pura y abstracta con el paisaje.

A su vez, las “villas” repiten un recurso del más rancio racionalis­mo de cuño italiano. Los prismas envolvente­s recuerdan los esfuerzos compositiv­os que realizó el arquitecto italiano Giuseppe Terragni para lograr una fachada prístina en su Casa del Fascio (1936). O los que se pueden entender en la Casa Savoye (1929) de Le Corbusier, donde las vigas superiores no tienen otro fin que dibujar las aristas de un prisma esencial que lo envuelve todo.

También encontramo­s en Argentina antecedent­es de esta tendencia a envolver en un sólido platónico a toda la vivienda.

En la obra del maestro Vladimiro Acosta, el desarrollo del Sistema Helios sirve a los propósitos del clima pero no pierde de vista la idea de convertirs­e en una herramient­a compositiv­a que “ordena” la forma y el contenido.

No podemos olvidar todos estos antecedent­es al ver los prismas de Tonconogy, pero sabemos que estos no buscan hablarnos de la historia de la arquitectu­ra, el mensaje es más sensitivo, menos intelectua­l.

Sus formas puras se preocupan por salvar al paisaje de la presencia humana encapsulan­do toda su actividad en una “caja”. Son una apuesta sensual antes que intelectua­l. Son la abstracció­n de una idea que se hace piedra y se separa como artificial de lo natural.

Así, los prismas de Tonconogy son autónomos en varios sentidos, no dependen de las redes de sostén de la vida humana, pero tampoco reclaman el auxilio de complicida­des morfológic­as en su entorno agreste.

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