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dato característico del lugar, marcado por un sinnúmero de arroyos estacionales (secos en invierno, rebosantes en verano) que bajan de la cordillera. “Cada decisión tomada fue tratando de seguir las indicaciones que nos proporcionaba el sitio”.
Uno de los arroyos más notables se eligió como punto de anclaje para todo el desarrollo. Allí se diseñó una serie de lagunas desde donde hoy asoma el hotel y por donde se distribuyen las tres casas construidas ahora (ver El hotel... en pág. 21).
“La escala del sitio empequeñecía cualquier idea -explica el autor-. La respuesta, en este caso, fue replegar las casas sobre sí mismas con sus patios y mediante el uso excluyente del hormigón; material totalmente coherente con la cercanía extrema de la Cordillera”.
Las villas son virtualmente habitaciones autónomas ubicadas fuera del hotel. Prismas primitivos de dos tipos: los de dos dormitorios y el de un solo dormitorio, que también dispone de patio interior y terraza con amenities. Estas construcciones pueden estar aisladas de toda energía externa. Tienen tanques de reserva de agua y gas, con necesidad periódica de suministro externo. Disponen de un sistema ecológico y autónomo de generación de agua caliente, para calefacción y uso domiciliario por medio de paneles y bombas solares. Y un sistema de energía fotovoltáica almacenable.
Las losas radiantes calefaccionan en invierno mediante el auxilio de los paneles solares térmicos. Pero estos mismos circuitos radiantes se utilizan con energía geotérmica para climatizar la vivienda en temporadas extremas, ayudados con bombas so-
lares y el diferencial fluctuante de 15/20 grados centígrados entre temperatura interior y exterior. También está contemplada una ventilación pasiva por efecto chimenea y la ventilación cruzada. Las casas, que adoptaron un riguroso módulo de 0.90 x 1.35 metros, fueron construidas en 6 meses mediante un sistema de encofrados plásticos usados experimentalmente por primera vez en el mundo, producidos en Alemania por PERI Gmbh.
La determinación formal de las casas, que busca reconstruir un prisma virtual dentro del que se desarrollan, es un intento por jugar un contrapunto entre la identificación material del edificio con el entorno seco y pétreo, contraponiendo una forma pura y abstracta con el paisaje.
A su vez, las “villas” repiten un recurso del más rancio racionalismo de cuño italiano. Los prismas envolventes recuerdan los esfuerzos compositivos que realizó el arquitecto italiano Giuseppe Terragni para lograr una fachada prístina en su Casa del Fascio (1936). O los que se pueden entender en la Casa Savoye (1929) de Le Corbusier, donde las vigas superiores no tienen otro fin que dibujar las aristas de un prisma esencial que lo envuelve todo.
También encontramos en Argentina antecedentes de esta tendencia a envolver en un sólido platónico a toda la vivienda.
En la obra del maestro Vladimiro Acosta, el desarrollo del Sistema Helios sirve a los propósitos del clima pero no pierde de vista la idea de convertirse en una herramienta compositiva que “ordena” la forma y el contenido.
No podemos olvidar todos estos antecedentes al ver los prismas de Tonconogy, pero sabemos que estos no buscan hablarnos de la historia de la arquitectura, el mensaje es más sensitivo, menos intelectual.
Sus formas puras se preocupan por salvar al paisaje de la presencia humana encapsulando toda su actividad en una “caja”. Son una apuesta sensual antes que intelectual. Son la abstracción de una idea que se hace piedra y se separa como artificial de lo natural.
Así, los prismas de Tonconogy son autónomos en varios sentidos, no dependen de las redes de sostén de la vida humana, pero tampoco reclaman el auxilio de complicidades morfológicas en su entorno agreste.