Una escuela definida por tres techos y siete patios
Los alumnos de la Universidad Nacional de Córdoba organizaron el programa funcional privilegiando los espacios de transición semicubiertos. Además, sumaron plazas como articulaciones con el espacio público.
El proyecto parte de tres premisas: brindar un tercio de la escuela a la ciudad, otorgarle a cada espacio interior uno exterior al cual expandir y contener todo su programa bajo la sombra de un gran techo.
La primera premisa se materializa liberando dos esquinas que dan frente a un parque, configurando dos plazas de distinto carácter (una cívica y la otra con un anfiteatro), que dan soporte al auditorio ubicado entre las dos. Esta situación de vacío respalda las actividades contenidas en un lleno.
La segunda premisa sucede con todos los componentes del programa, a menor o mayor escala, por lo que todo espacio interior tiene la posibilidad de expandir a un semicubierto.
La tercera idea generadora consigue aunar las anteriores conteniendo toda la escuela bajo una sombra que se materializa con tres grandes cubiertas que logran el carácter institucional.
Cada una alberga una tira programática de diferente escala de uso: un primer bloque de área de trabajo específico que hace de fuelle entre la calle y la escuela comprende el área gubernamental, de administración y los talleres del ciclo de especialización (también destinados a cursos de oficio abiertos a la comunidad).
El bloque principal, más flexible, está conformado por las actividades más convocantes a nivel escolar y barrial (auditorio, sum, un pequeño bosque, rampa, biblioteca y cantina).
El último bloque es el de estudio, donde el dictado de clases trasciende los límites del aula.
Comentario de la Cátedra
El proyecto de la “Escuela Tres Techos y Siete Patios” propone una arquitectura educativa desde una perspectiva abierta y desprejuiciada, entendiendo que la tipología decimonónica –escuela claustropuede ser cuestionada a partir de una mirada crítica y reflexiva.
El potencial de este trabajo radica en dos puntos fundamentales. El primero tiene que ver con lo mencionado anteriormente: la capacidad de los autores de reconsiderar la tipología, lo cual les permite pensar con libertad qué escuela quieren proyectar, acorde a la época y al contexto en el que se inserta.
El resultado es una institución abierta, en donde la decisión de atomizar el programa y colonizar por completo la manzana genera una especie de micro tejido bajo tres grandes techos que contienen y dan escala institucional adecuada al proyecto.
En segundo lugar, los autores desarrollan desde el comienzo y con el mismo interés el diseño del espacio interior, intermedio y exterior. Los patios y galerías de diversas escalas son proyectados simultáneamente con los espacios interiores, pensando que desde allí se mira, se sale, se usa, se apropia.
Esta decisión se entiende cuando se la contextualiza, ya que el clima cordobés –cálido gran parte del año- invita a la exterioridad. En este sentido, es interesante destacar que el vacío no es un excedente sino que es resultado de una intención de proyecto.
Finalmente, la escuela no sólo responde a un programa y una función, sino que se arriesga, logrando una arquitectura compleja, coherente y sutil. Una arquitectura que invita a ser habitada. «
El proyecto propone una arquitectura educativa desde una perspectiva abierta y desprejuiciada, entendiendo que la tipología “escuela claustro” puede ser cuestionada a partir de una mirada crítica y reflexiva.