DOS MODELOS DE HACER VIVIENDA Y HACER CIUDAD
Editorial
El miércoles 3, el Fondo Nacional de las Artes y la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y Bienes Históricos presentaron una serie de publicaciones. Entre ellas, vale la pena destacar un voluminoso libro titulado “Arquitectura Moderna en Buenos Aires (1928-1945). Un estudio de la Casa de Renta”, realizado por María Isabel de Larrañaga, Sergio López Martínez y Alberto Petrina. El ejemplar compila una cantidad impresionante de obras racionalistas que construyeron el tejido de la Ciudad antes de que se promulgara la ley de Propiedad Horizontal. Agrupa por barrios las obras proyectadas por arquitectos de renombre como Vilar, Sánchez Lagos & de la Torre y Kálnay; y por otros no tan conocidos como Casado Sastre & Armesto o Birabén & Lacalle Alonso . Y pone en relieve uno de los momentos más significativos y singulares de nuestra arquitectura. La obra es, sin duda, una referencia ineludible para quienes proyecten edificios de vivienda multifamiliar (página 24).
Entre la muy concurrida y prestigiosa audiencia estaba Cristian O’connor, despotricando contra la arquitectura doméstica actual: “Todo lo arreglan con un paño de hormigón y otro de vidrio… ¿¡Murieron las ventanas!?” Contaba que se mudó a uno de esos departamentos del tipo de los que aparecen en el libro, uno de Casado Sastre, y aseguraba que vive mucho mejor de lo que se vive en los que se hacen ahora. También andaba circulando por entre los grupos de invitados Irene Joselevich, hija de uno de los autores del Comega. Con celular en mano, mostraba espantada la foto de una desafortunada intervención que hicieron en los pisos altos de la famosa torre, uno de los tres rascacielos que irrumpieron en el perfil de Buenos Aires en los años ‘30 y que se convirtieron en emblema del racionalismo.
La semana trajo otro evento contaminado de arquitectura. Con la apertura de los Juegos Olímpicos de la Juventud se pusieron en funcionamiento las distintas sedes: la Villa Olímpica empezó a vivir al ser ocupada por unos 4000 atletas; y el Parque Olímpico y el Estadio Mary Terán de Weiss pusieron a prueba sus instalaciones para las más exigentes pruebas (página 12).
La nueva Villa plantea un modo de hacer ciudad anclado en la manzana histórica de Buenos Aires y explora una forma de desarrollo que será necesario evaluar para usar como experiencia en futuros proyectos urbanos. El Parque Olímpico tuvo que renunciar al proyecto original que se había concursado en el predio contiguo a las manzanas olímpicas y los arquitectos del Ministerio de Desarrollo Urbano y Transporte lo montaron sobre la traza del preexistente Parque Roca proyectado en los años ’70 por el estudio Kocourek. Plantearon una serie de edificios sencillos, de gran elegancia, fáciles y rápidos de construir. Pero más allá de los valores arquitectónicos, el gran acierto de esta movida fue que todas estas obras no se hicieron en los lugares donde la Ciudad ya está consolidada, como se planteó hace años en la propuesta para los Juegos Olímpicos del 2004, sino que se aprovechó para desarrollar una de las zonas más postergadas de Buenos Aires.«