CLAVES PARA MANTENER VIGENTE EL PATRIMONIO
Editorial
Las grandes estaciones terminales tienen un atractivo especial. Como no recordar, por ejemplo, la Gran Central Terminal de Nueva York dándole un marco ideal a películas como “Con la muerte en los talones”, de Alfred Hitchock; “Superman” (1978), “Armageddon” (1998) o “Soy leyenda” (2007). O repasar el impacto que produjo el proyecto de la Terminal de Atocha de Rafael Moneo. O cuando Gae Aulenti convirtió una de esas infraestructuras en un fantástico museo: la Gare d’orsay.
También me acuerdo un comentario de la López del Carril, una admirada profesora de mi colegio secundario, que a título de no sé qué, nos contó que mucha gente va de paseo a estas estaciones porque las une con sus lugares de procedencia. Retiro, con las ciudades, pueblos y parajes del Norte; Constitución, con el Sur; y Once, con sus ramales que se derraman hacia el Oeste. Las tres son las grandes estaciones que se reparten nuestro territorio. Y que alguna vez jalonaron los límites de la ciudad densamente habitada.
Sin embargo, estos enclaves icónicos de Buenos Aires durante décadas cayeron en decadencia. En el año 2011, en ocasión del Día del Arquitecto argentino, hicimos una encuesta de cuyos resultados se desprendió que las estaciones Constitución, Once y Retiro eran los lugares más desagradables de la Ciudad. Claro, basta recordar el estado deplorable que tenían hasta no hace poco estas infraestructuras urbanas.
En la edición de hoy, hacemos una recorrida por las estaciones Retiro y Constitución (página 10), que gracias a las obras llevadas a cabo por Trenes Argentinos Operaciones están recuperando el valor de su arquitectura. Como cuenta Inés Alvarez, “ahora, muchos pasajeros se detienen, sacan fotos de los locales, del artesonado y hasta se animan a usar los sanitarios”.
Pero más allá de sacar el velo de descuido y abandono que tenía su arquitectura, es importante señalar que aprovecharon la oportunidad para hacer la adecuación tecnológica de estas gigantescas terminales de tren. Las dotaron de sistemas inteligentes como el Building Managment System (BMS) que permite hacer una gestión racional y eficiente de su uso y mantenimiento.
Es que los edificios, por lo general, no pueden permanecer eternamente momificados: para seguir vigentes y cumplir nuevos ciclos de vida necesitan adecuarse tanto a los nuevos usos como incorporar los adelantos tecnológicos. De lo que se trata, en definitiva, es de la inteligencia y calidad proyectual de la intervención que se realice, tal como afirma Norberto Feal en La 0.3 (página 16), a propósito de la salvaguarda del patrimonio arquitectónico de Mar del Plata.«