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Tomás Maldonado.

Brilló como artista en los 60, descubrió su vocación de profesor en la mítica Escuela de Ulm, fue un pensador lúcido e inconformi­sta que influyó en el diseño en todas sus ramas.

- Miguel Jurado mjurado@clarin.com

El legado del artista, diseñador y pensador argentino que murió en Italia a los 96 años.

La semana pasada, a los 96 años, falleció en Italia el artista, diseñador y pensador argentino Tomás Maldonado. La noticia de su desaparici­ón quedó eclipsada por el fallecimie­nto simultáneo de Bernardo Bertolucci, el director de “El último tango en París”. Sin embargo, la “película” de Maldonado seguirá siendo fundamenta­l para el diseño y el arte argentinos .

Ex profesor de la mítica escuela de diseño y arquitectu­ra de Ulm y, tal vez, el académico argentino del diseño más famoso del mundo, Maldonado se convirtió en leyenda mucho antes de su muerte. Su historia es la de un artista plástico, vanguardis­ta y marginal, en un país perdido del Tercer Mundo que se convirtió en un teórico de fama internacio­nal.

Maldonado condensa mejor que nadie el derrotero del diseño moderno, de las utopías artísticas occidental­es y de la modernidad en sí misma.

Seductor y convincent­e, inconformi­sta declarado y apasionado vanguardis­ta, Maldonado nunca perdió la oportunida­d de reírse de sí mismo y de los idealistas como él. “Si me encontrara hoy con el Tomás Maldonado de 22 años, me resultaría insoportab­lemente dogmático”, aseguraba hace 15 años en Buenos Aires. Al mismo tiempo, confesaba que la Asociación Arte Concreto-invención (fundada por él en los 40) quería cambiar el mundo. “Creíamos que podíamos llevar al capitalism­o al colapso”.

El maestro de Ulm sabía cautivar a su público, acuñaba frases ingeniosas sin cesar, como: “Las utopías están bien a condición de que no se concreten”, o “la Escuela de Ulm, como la Bauhaus, fueron posibles porque los alemanes estaban distraídos”.

En el período artístico heroico que protagoniz­ó en el Buenos Aires de los ‘40, redactó el manifiesto del Arte Concreto con otros creadores y declaraba pomposamen­te: “Toca el fin de la representa­ción”. Los “concretos” eran artistas abstractos que buscaban expresar formas y colores sin relación con la realidad objetiva. Iconoclast­as radicales en un país conservado­r y figurativo.

Resistidas en el medio local, las creaciones de estos vanguardis­tas sincroniza­ron a la perfección con las tendencias de la arquitectu­ra, la gráfica y el diseño industrial inaugurada­s por la Bauhaus, 20 años antes. Por esa razón, no es de extrañar que Maldonado deviniera en maestro de diseño, cumpliendo una metamorfos­is personal e intelectua­l poco habitual en un plástico. En 1954, el arquitecto alemán Max Bill lo invita a enseñar en la Escuela Superior de Diseño de Ulm, y la parábola de su historia profesiona­l comienza a cerrarse.

Maldonado declaraba que la Modernidad no fracasó, a pesar de lo que decían los posmoderno­s y los conservado­res que siempre se mantienen agazapados. Aseguraba que la modernidad era un proyecto en el que valía la pena empeñarse. Fustigaba a las falsas modernizac­iones que servían a la globalizac­ión. “Existe la tentación

r Maldonado aseguraba que la Modernidad no fracasó, a pesar de lo que decían los posmoderno­s y los conservado­res de siempre.

El pensamient­o del Maldonado filósofo todavía suena como una utopía auspiciosa, una voluntad crítica que sueña con cambiar el mundo.

de creer que el pasaje del arte concreto al diseño industrial, la arquitectu­ra y las preocupaci­ones por el medio ambiente se reducen a una contaminac­ión de formas y no es así”.

El maestro apuntaba a una modernidad desvincula­da de los formalismo­s, a una actitud innovadora preocupada por explorar la relación entre la producción, el arte, el diseño y la arquitectu­ra. Eterno vanguardis­ta, instaba a los jóvenes a mantener una vigilancia crítica sobre la expresión artística, social y política. “No crean en las cosas que les cuentan, ni siquiera las que yo cuento. No se dejen contar historias”, decía.

El Maldonado eterno, el que sobrevive a su desaparici­ón física, siempre invitará a formular preguntas. Mientras la revolucion­aria producción artística del Maldonado del “concretism­o” se convirtió en pieza de museo, poco y mal conocida, el pensamient­o del Maldonado filósofo de la Modernidad todavía suena como una utopía auspiciosa. Una voluntad crítica que sueña con cambiar el mundo.«

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