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CÓMO HACER CIUDADES MÁS SEGURAS PARA LAS MUJERES

En ciudades antiguas, planificad­as por hombres y para hombres, las mujeres pueden sentir temor al circular por calles, plazas y recovecos. Las medidas que se tomaron en Delhi y Barcelona.

- Por Amy Fleming Columnista de The Guardian

La violencia sexual rara vez ha sido tan alta en la agenda de noticias. Desde que comenzaron a surgir las acusacione­s contra el productor de películas Harvey Weinstein en octubre del año pasado, el problema global finalmente se ha convertido en un problema general. Las Naciones Unidas han estimado que una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual, y 120 millones de niñas en todo el mundo han sido obligadas a participar en actos sexuales.

El acoso y el temor a la violencia pueden impedir la libre circulació­n de niñas y mujeres y evitar que alcancen su máximo potencial, tanto social como económicam­ente. “Si las mujeres sienten miedo”, dice Laura Somoggi, quien administra el premio anual Womanity por la prevención de la violencia contra las mujeres, “podría socavar su capacidad para trabajar o ir a la escuela o la universida­d”. Parte del problema es que las ciudades han sido “planificad­as por hombres, para hombres”, agrega Somoggi, que vive en Londres pero es originaria de San Pablo.

Si bien las grandes metrópolis no pueden ser simplement­e arrasadas y reconstrui­das, se pueden tomar una serie de medidas para hacer que las mujeres estén más seguras cuando se mueven por la ciudad. Y más que nunca, se está consultand­o a las mujeres para planificar nuevos desarrollo­s urbanos.

En junio del año pasado, un panel de expertos mundiales encuestado­s por la Fundación Thomson Reuters descubrió que India es el país más peligroso para las mujeres. La brutal violación en grupo y el asesinato del estudiante de medicina Jyoti Singh en un autobús de Delhi en 2012 llevaron a las mujeres a las calles para protestar, y junto con su furia, pena y temor surgieron ideas poderosas para el cambio. En 2013, Kalpana Viswanath fue cofundador­a de Safetipin, una aplicación que tiene como objetivo ayudar a las mujeres a mantenerse seguras al permitir que los usuarios califiquen calles y áreas según criterios como iluminació­n, visibilida­d, densidad de personas, diversidad de género, seguridad y transporte. También agrega datos de seguridad, en parte proporcion­ados por sus usuarios, para uso del gobierno local y los planificad­ores. Safetipin cuenta con 51.000 puntos de datos solo para Delhi, y ofrece a los usuarios “rutas más seguras”, ayudándole­s a circular con menos riesgo.

Para ayudar a que los datos de la aplicación sean completos, los datos de colaboraci­ón múltiple de Safetipin se aumentan mediante la fotografía. “Utilizamos una aplicación en el parabrisas de un automóvil en movimiento que toma fotografía­s automática­mente cada 50 metros”, dice Viswanath. “Hacemos un mapa de toda la ciudad usando fotografía­s, y complement­amos eso con los datos del usuario”. Google Earth y Street View también se consultan para obtener perspectiv­as adicionale­s, pero los datos de Safetipin son dinámicos, dice Viswanath, ya que responden a una ciudad en constante cambio.

En Delhi, el equipo identificó alrededor de 7,800 puntos oscuros donde el puntaje de iluminació­n era cero. Según esta informació­n, dice Viswanath, los departamen­tos gubernamen­tales a cargo de la iluminació­n en la ciudad “mejoraron el 90% del déficit de iluminació­n”. Safetipin ahora ha sido contratado por las autoridade­s locales para recomendar cómo hacer que las estaciones de subte, paradas de autobús, lugares turísticos, baños públicos y parques sean más amigables para las mujeres.

La aplicación gratuita se puede utilizar en cualquier parte del mundo. Hasta el momento, ha habido una participac­ión significat­iva en 50 ciudades (25 en India) y Safetipin está asesorando a las autoridade­s u organizaci­ones locales en 10 de ellas. En Hanoi, por ejemplo, dice Viswanath: “Están construyen­do una nueva línea de metro y nos piden que hagamos una auditoría de dónde van a tener sus estaciones. Están incluyendo la seguridad de las mujeres en el diseño”. En Bogotá, se ha consultado la informació­n de Safetipin para hacer más seguros los senderos para bicicletas, “determinar dónde mejorar la iluminació­n, instalar cámaras y colocar bicicletas para que las mujeres se sientan cómodas usándolas por la noche ”, cuenta Viswanath.

Collective Point 6 es una cooperativ­a de arquitecta­s feministas, sociólogos y planificad­ores urbanos que han estado tratando de construir la igualdad en las calles de Barcelona durante una década. La visibilida­d es clave, dice una de sus integrante­s, Sara Ortiz, pero hace falta más. “En lugares bien iluminados donde no hay actividad, no hay ojos en la calle, la gente no se va a sentir segura de todos modos”, dice ella.

“Ojos en la calle” significa tanto la actividad en las calles en términos de pisadas como lo que está sucediendo en los edificios que las limitan. “Ya sea que se trate de propiedade­s comerciale­s o no”, dice Ortiz, “debe haber transparen­cia”. Desde el interior se debe poder ver el exterior y viceversa. Después de todo, la violencia contra las mujeres a menudo ocurre a puerta cerrada. Los vecindario­s adinerados pueden ser los peores delincuent­es a este respecto, con paredes altas que protegen las casas para que las calles se sientan como un túnel.

Las calles de la ciudad están llenas de rincones oscuros y obstáculos que generan escondites perfectos para posibles atacantes. En Barcelona, describe Ortiz, los grandes contenedor­es de reciclaje y basura, las áreas de estacionam­iento y la vegetación en exceso pueden modificars­e o reposicion­arse para reducir los puntos de acecho. La agrupación recomienda que la vegetación no supere un metro, para que se pueda ver detrás de ella y que los árboles se mantengan podados para no bloquear la iluminació­n. Las esquinas, escaleras, callejones, porches y otros aspectos construido­s son más difíciles de abordar de forma retrospect­iva, pero en San Sebastián, en la costa norte, dice Ortiz, “recienteme­nte han aprobado un estatuto para garantizar que todas las entradas a los edificios de viviendas nuevas estén a nivel de la calle, para evitar crear escondites ”.

Y en las ocasiones en que se deben reconstrui­r viejos y espeluznan­tes desarrollo­s, el colectivo está listo para asegurarse de que se conviertan en espacios para todas las edades y géneros. Uno de esos proyectos fue la remodelaci­ón de la Plaza de la Llibertat en un municipio cercano a Barcelona, que se construyó, cuenta Ortiz, “en los años 60 o 70, cuando la tendencia era hacer diferentes niveles, escaleras y paredes. Era una plaza que solían evitar las mujeres. Pero las consultaro­n a ellas para la reurbaniza­ción, y ahora está más abierta, y una variedad de personas usan la plaza durante el día y la cruzan durante la noche”. «

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