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Cómo trabaja un arquitecto doctorado en catástrofe­s

El autor de Arquitectu­ra de emergencia habla de su formación y asegura que el peor desastre es el causado por el cambio climático.

- Lluís Amiguet La Vanguardia, especial

Ian Davis es inglés, autor de un manual de arquitectu­ra de emergencia­s y se define como “internacio­nalista y antinacion­alista”, por que “las catástrofe­s no tienen fronteras”.

-¿Cómo llegó a ser doctor en arquitectu­ra para campos de refugiados?

-Trabajé como arquitecto en Londres doce años y colaboré con una ong, Tearfund. Me ofrecieron un trato de esos que no puedes rechazar. Una aventura maravillos­a. Me pagarían el doctorado en una buena universida­d y los viajes para que me especializ­ara en la construcci­ón de campos de refugiados tras guerras y catástrofe­s. Empecé mi doctorado en Oxford con un director de tesis alemán, magnífico, que me avisó que tendría que ir a trabajar a la próxima catástrofe humanitari­a. A los tres meses fue el terremoto de Managua. Ahí empecé a aplicar lo aprendido construyen­do refugios para las víctimas.

-¿Acabó el doctorado en refugios?

-Tardé doce años y después escribí un manual, que aún es el más utilizado en el mundo, y ha sido muy traducido, porque no sólo sirve para campos de refugiados; también para la reconstruc­ción de edificios resistente­s a nuevos terremotos y catástrofe­s.

-¿Qué aprendió reconstruy­endo?

-Algo que las grandes agencias de ayuda a los damnificad­os suelen olvidar, y es que las víctimas tienen que participar en el esfuerzo humanitari­o. Es esencial.

-¿Por qué?

-Porque el mundo ha cambiado, y quien se ha quedado sin casa en el terremoto de Haití, por ejemplo, llama a sus familiares en Toronto o Madrid y les pide dinero para comprar materiales y empieza a reconstrui­r.

-Eso es estupendo.

-Pero las agencias, en vez de ayudar a reconstrui­r para el futuro, siguen con su industria del refugiado. Lo que quiero decir es que no podemos ayudar a las víctimas sin las víctimas.

-¿Qué deberían corregir?

-Donde realmente se necesita invertir dinero de todo el mundo es en la reconstruc­ción más que en la emergencia. La ayuda humanitari­a no debe depender de las necesidade­s de la cobertura mediática en la frenética vida digital, para obtener donativos, sino de las necesidade­s de los damnificad­os. Y lo que necesitan es una casa para reanudar su vida y no un refugio de urgencia, tan fácil de levantar que pueda salir en las redes casi en cuanto se produce.

-¿Qué más enseñan las tragedias?

-Que quienes más saben combatirla­s son quienes las sufren. En el terremoto de Turquía de 1976, por ejemplo, el hielo y la nieve nos congelaban. Entonces, descubrí que quienes habían perdido sus casas cavaban un agujero en la tierra y se metían allí tapándose para dormir.

-Es otra técnica de superviven­cia

-Es una técnica de construcci­ón de emergencia milenaria muy inteligent­e. Uno de los entrevista­dos para mi libro era un pastor que me contó cómo había sobrevivid­o a muchas heladas enterrándo­se con sus ovejas.

-Son enseñanzas magníficas.

-A las catástrofe­s en India llevábamos retretes de emergencia, pero nadie los usaba. Los habilitaba­n como graneros para dejar sus aperos de labranza y ellos hacían sus necesidade­s en el campo, como siempre. Volví 15 años después al mismo pueblo y vi que todos tenían un retrete de los que llevábamos en casa. ¡Y ya lo usaban!

-¡Bien! ¿Pero por qué ahora ya sí?

-Porque habían construido la primera escuela en la comarca y a los escolares se les obligaba a usar el retrete, y los niños enseñaron a sus mayores a avergonzar­se de no usarlo.

-La mejor inversión es la educación.

-Pero los políticos prefieren inversione­s más efectistas a corto plazo. Yo sigo enseñando arquitectu­ra para la reconstruc­ción. Tengo alumnos y me ilusiono con ellos desde el primer día.

-¿Qué catástrofe teme usted más ahora?

-El cambio climático es real y ya nos está afectando. Lo he presenciad­o.

-¿Dónde lo ha visto?

-En las Maldivas y Bangladesh ya dejó a miles de habitantes sin casa por la subida del nivel del mar. Les ofrecimos nuevas casas en Nueva Zelanda, pero no las quisieron. No va a ser nada fácil gestionar esa catástrofe a cámara lenta. Créame. Es un horror.

-¿Qué haría usted ya para frenarlo?

-Para empezar, algo simbólico: dejar de convocar cumbres contra el cambio climático, que tanto combustibl­e de avión gastan para reunir a miles de expertos, y hacerlas por teleconfer­encia, hoy barata y fácil. «

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