CON LAS FICHAS PUESTAS EN LA ARQUITECTURA
La casa que Sebastián Colle y Rodolfo Croce levantaron en el barrio San Carlos se vale de herramientas arquitectónicas sencillas para enfrentar las condiciones de sitio: un lote en una calle paralela a la ruidosa autopista Panamericana (página 4). La vivienda, maciza hacia la calle y los terrenos linderos, se abre hacia el corazón del barrio muy arbolado y con grandes espacios verdes. Años atrás, los jóvenes cordobeses Atelman-fourcade-tapia usaron la misma caja de herramientas para proyectar el Malba. Se valieron, esta vez, de la geometría del terreno para crear un edificio, también bastante macizo, con una espacio interior memorable. La obra les fue encargada por el desarrollador Eduardo Costantini, quien por entonces hasta recibió distinciones del CPAU por haber confiado en esos jóvenes arquitectos y apostado a la arquitectura. La mala noticia para muchos y un hallazgo inmobiliario para otros fue que el mismo Constantini les pidió a los jóvenes cordobeses que proyectaran una torre en estilo francés, de lo que resultó la Torre Grand Bourg sobre la Av. Figueroa Alcorta. Por suerte o por sensatez, ese episodio parece haber quedado en el pasado. Los AFT demostraron que son excelentes arquitectos y Costantini volvió a elegir urbanismo y arquitectura contemporáneos para sus emprendimientos. Además de las Torres Alem Plaza, Catalinas Plaza y la reciente Catalinas Norte, hizo los barrios Las Garzas, en Rocha (Uruguay); Nordelta y Puertos en Buenos Aires. Ahora afina aún más la puntería y triplica la apuesta en la arquitectura. Acaba de anunciar la construcción de otros dos nuevos proyectos sobre el Paseo del Bajo: Catalinas Río, proyectado por el estudio estadounidense SOM (Skidmore, Owings & Merrill), y la Torre Huergo 475, por Adamo-faiden, que se suman a Oceana Puerto Madero de Brandon Haw en el Dique 2 (página 16). Catalinas Río tendrá plantas muy eficientes que llegan a los 5.000 m2 con espacios flexibles para fomentar el trabajo colaborativo. En cambio, Huergo 475 ofrecerá viviendas pensadas para público joven.
Víctor Meano, Mario Palanti y Virginio Colombo también supieron valerse con sabiduría de la herramientas de la arquitectura. Y, sin duda, sus comitentes jugaron en ellos todas sus fichas. Pero como cuenta Inés Álvarez en “Las muertes detrás de los grandes edificios porteños” (página 14), no todas fueron rosas. La vida de estos personajes tuvieron trágicos desenlaces. A Meano, autor del Congreso, lo mató el amante de su esposa. El exitoso empresario textil Luis Barolo, promotor del palacio homónimo proyectado por Palanti, no logró ver su edificio terminado: dicen que fue asesinado por envidia. Y sobre Colombo todavía hay dudas: no se sabe a ciencia cierta si se suicidó o si también fue asesinado. «