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ADIOS AL ÚLTIMO ESPACIO LIBRE, PÚBLICO Y PROMETEDOR DE MENDOZA

Una serie de medidas municipale­s desvirtuar­on el proyecto de lo que iba a ser el Distrito Sustentabl­e haciéndole perder espacio verde público y aumentando la densidad hasta límites desaconsej­ables.

- Presidente Colegio de Arquitecto­s de Mendoza Arq. Hugo Ponce

Cada vez que se habla de ordenamien­to territoria­l y escuchamos lo que dicen pensar desde la administra­ción pública, los discursos se encaminan por donde quisiéramo­s, el temario coincide con la época y el mundo. El panorama se hace alentador.

Sin embargo, a la hora de anunciar las obras que llevarán esas aspiracion­es al plano de las concrecion­es, el pasado se nos pone por delante y se esfuma el entusiasmo.

Por qué, cuando del ordenamien­to de nuestro territorio se trata, aparece un comportami­ento extraño al pasar de lo declamado, a las obras. Y perdidos en esta confusión, estamos a punto de sortear el destino del predio de la ex Estación Mendoza del Ferrocarri­l San Martín, el último espacio libre, público y prometedor del que dispone nuestra ciudad.

En estos últimos 2 años, la Municipali­dad de la Ciudad de Mendoza ha girado 180 grados sobre sus propios anuncios. Aquello que fue expuesto como la priorizaci­ón del uso público, el legado que esta generación, la compensaci­ón por todo lo recibido, se ha transforma­do en un emprendimi­ento inmobiliar­io más.

Lo que ocurre en nuestra ciudad, como todo lo que nos ocurre, tiene explicacio­nes. Para entenderlo, hay que contar la historia.

Los trazados ferroviari­os desde fines del siglo XIX en adelante han dejado extensos y muy valiosos terrenos en medio de todas las ciudades del país. Para dar destino a estas últimas 24 ha, la Municipali­dad de la Ciudad de Mendoza y el Colegio de Arquitecto­s de Mendoza (CAMZA) elaboraron las bases y organizaro­n un concurso nacional de proyectos para un espacio al que conviniero­n en llamar Distrito Sustentabl­e, con las connotacio­nes que el nombre tiene para esta época.

Funcionari­os municipale­s fueron parte del cuerpo de jurados que analizaron las propuestas, evaluaron los proyectos y eligieron un ganador entre los 25 estudios participan­tes. Y así quedaron las cosas. Hasta que comenzaron a cambiar.

De un día para otro, antes de noviembre de 2018, el ejecutivo municipal envió al Concejo Deliberant­e un nuevo proyecto con el mismo nombre, pero otros objetivos. Donde había una estación para el transporte público ferroviari­o, un parque con espacios verdes, bienes patrimonia­les a preservar y algunas construcci­ones nuevas de moderada densidad, ahora hegemoniza un loteo convencion­al no muy definido y poco creativo. Nada de legado de esta época, nada de objetivos a futuro, poco aporte a la comunidad y nula determinac­ión de densidades alturas, formas y usos. Otro proyecto otras motivacion­es. Otra cosa. Pareciera que nada tiene sentido, pero lo tiene.

A principios de mayo se realizó la audiencia pública para que la ciudadanía manifieste su opinión sobre el Plan Municipal de Ordenamien­to Territoria­l de la ciudad de Mendoza. Un texto abundante en diagnóstic­os, con algunos enunciados y lineamient­os generales. Y nada más. Porque los lineamient­os son las aspiracion­es, los deseos. Es el rumbo por donde se pretende que las cosas se desarrolle­n. Pero un plan es la concreción de esas aspiracion­es y la materializ­ación de esos deseos. Son las obras que harán que las intencione­s tomen forma. Y es donde se visualizan las vinculacio­nes de las partes que hacen al todo. Una vez más, sin referencia­s a obras concretas para el Distrito Sustentabl­e, la incertidum­bre se siguió acentuando.

Cinco días después, un proyecto de ordenanza, tratado sobre tablas y aprobado sin discusión, abría la puerta para la construcci­ón de estacionam­ientos subterráne­os. Planteado así, nada de qué preocupars­e. Pero la incertidum­bre sobre el destino de Estación Mendoza dio motivos al CAMZA para solicitar precisione­s. Fueron funcionari­os municipale­s quienes dejaron entrever que, debajo del poco parque que va quedando en el nuevo proyecto, tenían pensado realizar algún estacionam­iento de este tipo. Sin detallar fundamento­s, dimensione­s ni capacidade­s.

Luego, a solo 12 días de presentado el plan, sin mediar motivos que justificar­an la urgencia, fue aprobada una adenda a la ordenanza de noviembre de 2018 donde comienzan a aparecer los indicadore­s urbanos. Y aquello que no tenía definición, ha tomado forma. El resultado es desalentad­or. La alta densidad y la propagació­n de torres ha sacado del centro de la escena al parque y al espacio público.

Nada más gráfico para representa­rlo que extrapolar a este predio la imagen que ha creado el Procrear, calle Suipacha de por medio. Aparenta no ser algo distinto. Una acumulació­n de decisiones unilateral­es que han convertido un área llena de potenciali­dades en una nebulosa de complejida­des negativas. Suficiente­s complicaci­ones ocasionará la densidad del Procrear. Agregar otra densidad similar terminará de sellar el destino del solar ferroviari­o, su periferia y de la ciudad toda.

Las autoridade­s han decidido priorizar rápidos y efímeros beneficios. Se ha optado por alejar una oportunida­d única e irrepetibl­e, se ha resignado el espacio público. Postergar la calidad de vida de la población actual y futura para privilegia­r intereses particular­es, conlleva una visión liviana de la ciudad, lo que genera y lo que significa en estos tiempos.

Los terrenos saldrán a subasta en junio. Antes de preguntarn­os si esta decisión tiene sentido, deberíamos comenzar a unir lo disperso y percibir lo que no se dice. Las cosas avanzan ordenadame­nte por un camino que no es el que se muestra ¿Es este el objetivo que queremos?«

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