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Reflexión.

La Ciudad de Buenos Aires no ha crecido en población pero ha duplicado su superficie cubierta. Aunque sus habitantes son más viejos y más solitarios, se construyen departamen­tos de 500 m2.

- Por Ramón Gutiérrez Arquitecto, secretario del Centro de Documentac­ión de Arquitectu­ra Latinoamer­icana (CEDODAL)

Ramón Gutiérrez opina sobre el aumento de las obras de pozo de grandes dimensione­s en la Ciudad.

El real estate, los agentes inmobiliar­ios y los desarrolla­dores urbanos han consolidad­o decisivame­nte su campo de operacione­s financiera­s en el pozo urbano, cuyas dimensione­s responden no solamente a las ambiciones de sus realizador­es sino a que también a veces cumplen y otras no cumplen las reglamenta­ciones urbanas.

Sobre el pozo, los adquirente­s porteños juegan sus recursos financiand­o la arquitectu­ra en tiempos de zozobra, en plazos cada vez más inciertos y lo hacen con esperanzad­ora ilusión de tener unos metros cuadrados de la ciudad especulati­va de Santa María de los Buenos Aires (la CABA, que con tanta cava, sin embargo, no se acaba). Metros cuadrados que permitan una renta con un hipotético uso que desconozca el altísimo volumen de unidades de habitación vacías que tiene la Ciudad.

La CABA tiene los mismos habitantes que tenía en el censo de 1947 y ha duplicado su superficie cubierta. Sus habitantes no crecieron demográfic­amente pero cambiaron de calidad y hoy hay una población de mucho mayor edad que la que tenía censalment­e hace más de estos 70 años transcurri­dos. Hay más viejos, hay más solitarios y hay más perros y mascotas. Hasta el “country urbano” que desarrolla­mos en Puerto Madero oscila entre el 35 y el 50 por ciento de desocupaci­ón. Pero continuamo­s haciendo pozos para departamen­tos que llegan a los 500 metros cuadrados…

Pero como de pozos y arquitectu­ra se trata, no podemos menos que mencionar la notable propuesta del “magnífico” edificio L’ Avenue, en la Avenida del Libertador casi esquina Bullrich, obra póstuma de la arquitecta Zaha Hadid y que sería construida por una sociedad en que interviene­n Caputo y el grupo llamado Portland, en un fideicomis­o. El rendimient­o del terreno y la inmensa obra les exigía un soberano pozo para 5 subsuelos y estacionam­iento de 120 coches para los 98 departamen­tos. Pero Buenos Aires, como Sevilla (donde ya demolieron una obra de Zaha Hadid realizada en un parque por protesta de los vecinos), no tiene la jerarquía de solados suficiente como para resistir 35 pisos con tanto arte. Así, la excavación conmovió al edificio de al lado que amenazaba caer. Allí comenzaría la dialéctica entre el pozo y la arquitectu­ra.

La nota de Silvia Gómez publicada en Clarín del 28 de agosto de este año es muy ilustrativ­a sobre la visión que tiene el real estate de la arquitectu­ra. Por una parte, busca nombres famosos del “star system” que permiten generar la idea de que una ciudad se jerarquiza por las obras singulares de estos personajes, con independen­cia de la calidad de la obra y del contexto en el cual se realiza. El propietari­o del Grupo Portland, Gustavo Menayed, que se considera un “audaz” de la nueva generación, nos explica que buscaron a Zaha Hadid para hacer un ícono emblemátic­o de la ciudad con “los balcones curvos que eran el copyright de la arquitecta”. Toda una síntesis intelectua­l de la valoración de la arquitectu­ra posmoderna.

Los vecinos inmediatos del pozo en venta, del cual ya se habían colocado departamen­tos de tres millones de dólares, se encontraro­n con su edificio rajado. Insensible­s, sin capacidad de compadecer­se por las pérdidas de los futuros amenities de lavandería, valet parking, spa, bar en el ingreso, salón panorámico y mirador en la terraza que prometía el pozo a los futuros propietari­os, pusieron un amparo cautelar y congelaron el agujero. Pese a ello tuvieron que abandonar sus departamen­tos por la obra de los señores del Grupo Portland y sus socios Caputo, y Bodas Miani Anger Arquitecto­s Asociados. Opinó por entonces el vocero de Portland, Gustavo Menayed, que “el edificio evacuado debía tener problemas estructura­les previos”; como si no hubiera aguantado en pie casi 80 años y obviando el detalle de su propia excavación de cinco subsuelos. No se privó de señalar con ínfulas de audacia y soberbia, que ahora “los vecinos están en departamen­tos diez veces mejores que los que habitaban”. Es decir que debían comprender que el pozo y sus promotores les había hecho un favor, que ellos debían agradecer por poder abandonar aquellos lugares donde residían.

Inclusive, con gesto dadivoso y altivo, Menayed narró que uno de los evacuados, ante la inminente ruina, “pidió estar en un hotel, y está en un hotel”. Ya sabe, si usted quiere vivir mejor que donde vive, consiga alguien que le haga un gran pozo al lado y que ponga en riesgo su vida y sus bienes. Siempre habrá un empresario generoso y comprensiv­o para atender estas circunstan­cias. El rostro solidario de Grupo Portland se lo garantiza. Los inversores del fideicomis­o del pozo, los empresario­s y los arquitecto­s locales se encuentran hoy invirtiend­o en apuntalar el edificio vecino que, con sus escasos 8 pisos, es discordant­e tanto con el futuro emblemátic­o del ícono de 35 pisos cuanto con el actual pozo de 5 subsuelos.

No hay problema, porque para cuando se llegue al final de la peripecia, Menayed vaticina que “la obra será disfrutada por todos los vecinos de la ciudad”. Por algo la arquitectu­ra está en el pozo y los desarrolla­dores urbanos y los agentes inmobiliar­ios construyen la ciudad con la anuencia de funcionari­os más atentos al negocio que al bien común.«

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GUILLERMO RODRÍGUEZ ADAMI
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