Cataluña.
Con estética propia, el pabellón para pacientes oncológicos se funde con el Hospital de Sant Pau, una joya del modernismo catalán de Domènech i Montaner. El edificio se expande y domina los jardines.
El hospital oncológico de Benedetta Tagliabue que se mimetiza con un edificio preexistente.
El Centro Kálida Sant Pau recibe y acompaña emocionalmente a las personas con cáncer. Forma parte de la red Maggies’ Centres en Europa, una fundación que es reconocida por impulsar la construcción de estos centros de ayuda junto a centros de salud. Foster, Rogers, Zaha Hadid y OMA, son algunas de las reconocidas firmas que han desarrollado proyectos para este mismo propósito.
En 2016, se constituyó la Fundación Kálida con el objetivo de promover el modelo Maggie’s en Cataluña. La arquitecta Benedetta Tagliabue, socia fundadora de EMBT junto a Enric Miralles, llevó a cabo el proyecto de este primer pabellón. Patricia Urquiola, una de las diseñadoras más reconocidas de Milán, se encargó del diseño interior.
“El edificio busca el confort del usuario ofreciéndole intimidad, luz, recogimiento y protección dentro del jardín. Desarrolla la capacidad curativa de la arquitectura integrada en el paisaje para generar espacios de convivencia donde compartir emociones y experiencias”, resume la memoria del proyecto.
El Kálida Sant Pau, de solo 400 m2, se integra al jardín del Hospital de Domènech i Montaner, y al entorno modernista del edificio declarado Patrimonio de la Humanidad en 1997. El complejo hospitalario tuvo varias ampliaciones desde su fundación (hace 600 años).
La intervención de Tagliabue se sitúa en un sector abierto entre la construcción de valor patrimonial y otro edificio más reciente que también forma parte del conjunto.
El acceso principal al Kálida Sant Pau se produce a través de una rampa que baja hasta el nivel del jardín. También se ingresa desde el área de oncología del nuevo hospital. El jardín está protegido por una serie de muros de gaviones, pérgolas y vegetación que permiten desarrollar las diferentes actividades del centro.
El pabellón se presenta como un muro de ladrillo a la vista cuya única abertura conduce a la entrada hacia el patio. La pequeña construcción se articula en dos niveles para lo cual interviene y transforma la topografía del parque.
A partir de las plantas con forma de abanico, el edificio saca provecho del desnivel del terreno y potencia la relación interior-exterior que se da a través de un patio inglés de un lado y un sector de descanso debajo de la pérgola del otro. Esta forma orgánica de la planta surge de un trabajo de collage y recortes que desarrollan una abstracción de las cerámicas florales del antiguo hospital.
La planta baja fue concebida como
un espacio abierto y flexible donde se encuentra el comedor en doble altura. Allí los pacientes y sus acompañantes disponen de una gran mesa y una cocina en la cual prepararse una taza de té o café y pasar un rato agradable. La planta desarrolla un espacio único con varios rincones de usos múltiples que se pueden separar según la necesidad a través de puertas corredizas.
En estos espacios polivalentes, Tagliabue se aseguró de que cada rincón estuviera rodeado de verde. “El jardín, dibujado como hojas, las pérgolas y los árboles, controlan las vistas para intentar hacer desaparecer el macizo volumen del nuevo hospital y al mismo tiempo permitir el uso de las zonas exteriores sin sentirse observado desde los edificios altos que lo rodean”, destaca la autora.
Desde las ventanas del hospital, el Kálida se reconoce a partir de su cubierta revestida con cerámica verde, otra evidencia de su inspiración en la tradición modernista. Los techos