La casa soñada.
Belén G. Bottazzini y Ekaterina Künzel son amigas y colegas. Juntas proyectaron la vivienda de una de ellas. Una experiencia que les permitió desarrollar el tipo de arquitectura que más les interesa.
Dos amigas desde la facultad, y colegas, proyectaron la vivienda de una de ellas en hormigón.
Todo proyecto encierra una historia en su génesis y esta casa no es la excepción. En el invierno del 2017, dos amigas de la facultad se reencuentran en Pinamar. Belén García Bottazzini y Ekaterina Künzel comparten varios días en la Casa L4, en Costa Esmeralda, que Luciano Kruk diseñó en colaboración con su mujer, Ekaterina. “Belén nos contó que, junto a su novio Martín, había comprado un terreno en Castaños, un barrio nuevo en Nordelta y tenía el proyecto de construir allí su casa. De ese viaje surgió la idea de hacer algo juntas, ellos quedaron fascinados con la casa de Costa Esmeralda. Se nos ocurrió diseñar juntas su futura vivienda”, resume Ekaterina.
Esa sociedad les dio la oportunidad de “apostar muy fuerte al diseño y hacer una propuesta muy jugada”, aseguran. La obra empezó en enero de 2018: “Pudimos diseñar y finalmente construir la arquitectura que siempre nos interesó, desde los tiempos universitarios”, se entusiasman.
Los 500 m2 del lote, con un frente de 16m y 32 m de profundidad, más los retiros que imponían las reglamentaciones propias del barrio, determinaban un área construible limitada para resolver el programa que necesitaba la pareja: tres dormitorios (suite con vestidor y baño compartido para los otros dos), cocina y comedor integrados al área social, generoso semicubierto para la parrilla, hogar interior, pileta y sector para guardar dos autos bajo techo. Las autoras plantearon desde un primer momento “priorizar las relaciones espaciales en pos de enriquecer la vida social y la participación en actividades compartidas”.
En cuanto a los requerimientos estéticos, se imponía el uso del hormigón a la vista combinado con negro para los exteriores y el área social. Para los dormitorios, una estética más tradicional de paredes revocadas y piso de madera.
“La estrategia proyectual consistió
principalmente en descomponer el volumen total de la vivienda para que, desde ninguna de sus fachadas se percibiera la altura total de la construcción como un todo macizo que, siendo una edificación de dos niveles, en un lote corto se iba a percibir como un volumen vasto y pesado”, describe Ekaterina. Lograron esa fragmentación mediante la distribución de las masas, alternando espacios cubiertos y semicubiertos. Así, desde el exterior la casa se expresa con mayor permeabilidad.
Por otro lado, como la planta baja tendría pocos metros cubiertos, decidieron generar visualmente una planta libre. Luego, el volumen contundente del primer nivel se eleva como un “artefacto limpio” apoyado sobre cuamitorios tro tabiques de hormigón.
Para ocultar visualmente el volumen construido en planta baja, todos los tabiques se pintaron de gris oscuro. Además, el sector de acceso y el lavadero se retrasan desde el frente aprovechando ese espacio como cochera. Un patio profundo separa aún más el área social de la calle.
Hacia el fondo del terreno, frente al jardín y a la pileta, se ubicó el área social de la casa. “Como disponíamos de poca superficie de espacio verde en relación al volumen que necesitábamos ocupar con la vivienda, y nuestra intención era generar una atmosfera interior en la que se percibiera constantemente el contacto con la naturaleza, ubicamos el área social en franca relación al jardín e introdujimos un gran patio central que estructura la planta de la casa y nos permite alternar espacios cubiertos y semicubiertos”, describen las autoras. De esa manera, el exterior se hace presente en cada espacio del proyecto de una manera controlada y generando una sensación de resguardo.
Living y cocina-comedor se encuentran integrados y, a la vez, sectorizados mediante un elemento escultórico colgante de hormigón que resuelve el espacio para la televisión y el hogar-chimenea.
Un espacio en doble altura que mira hacia el patio interior con ventanas de piso a techo conduce a la planta alta. Hacia el frente, se ubican los dos dorsecundarios. En la circulación, un escritorio con vistas hacia el patio y hacia el fondo del terreno. El dormitorio principal tiene acceso a una gran terraza que toma todo el ancho del lote. Una pérgola cierra visualmente el volumen en el primer piso.
La vivienda incluye estrategias de diseño pasivo. “Si bien la casa prevé una conexión para paneles solares en la azotea inaccesible, lo más importante a destacar es todo aquello que podamos mejorar en cuanto a la eficiencia energética desde el diseño y la arquitectura”, afirman.
Con lo cual, incluyeron la ventilación cruzada que se hace efectiva a partir de aberturas en todos los extremos del volumen para generar corrientes de aire. El patio y la vegetación generan un microclima que reduce la amplitud térmica y ayuda a extraer el calor del interior durante el verano. En unos años, la copa de un jacarandá protegerá a la casa de la incidencia solar. Para las proyectistas, la elección tiene fundamento: “Más allá de su belleza, es un árbol caducifolio que actuará como parasol en verano pero que en invierno nos permitirá beneficiarnos de la radiación solar. Además, es una de las especies más eficientes en la absorción del CO2, lo cual nos pareció muy adecuado para convertirlo en el pulmón de la casa”.
En la planta de los dormitorios, donde se requiere de mayor aislación, los muros de hormigón están enchapados hacia el interior, anteponiendo lana de vidrio como aislante. «
Casa Castaños
Ubicación. Nordelta, Buenos Aires
Proyecto y Dirección. Arq. Ekaterina Künzel y Arq. María Belén García Bottazzini
Construcción. Constructora Correa Jefe de Obra. Fernando Haller Colaboradores. Arq. Andrés Conde Blanco, Ariel Correa Terreno. 500m2 Sup. construida. 236m2 Año. 2019
Fotografías. Daniela Mac Adden.